Martha Anaya / Crónica de Política
Contra lo que algunos opinan, el desacato del alcalde de Monterrey, Fernando Larrazábal, puede redituarle bonos.
Falta sí, que cruce la tempestad. Pero si la libra, bien podría convertirse en personaje y emblema de un grupo de panistas contra la “línea” dictada por el centro y/o Los Pinos, aún cuando el PAN lo expulse de sus filas.
Recordemos el caso de Roberto Madrazo.
Tras la cuestionada elección para gobernador de Tabasco (1994) en la que el ex colaborador de Luis Donaldo Colosio “derrotó” a Andrés Manuel López Obrador, Madrazo vivió el acecho de Ernesto Zedillo, para que renunciara al cargo.
Sólo que las formas eran distintas entonces.
Según cuenta Madrazo en el libro La Traición (Ed. Planeta 2007), la mañana del 5 de febrero de 1995, día en que se realizaba la llamada “Reunión de la República” en Querétaro, al bajar del autobús que transportaba a los gobernadores al acto, Beatriz Paredes (subsecretaria de Gobernación) llamó aparte a Eduardo Robledo, recién electo gobernador de Chiapas y a Roberto Madrazo, también estrenándose en Tabasco.
Los llevó a un salón antes de dar inicio la reunión con el presidente de la República y les comunicó a ambos un mensaje “de arriba”: El presidente quiere que renuncien los dos.
Madrazo se levantó de la reunión y se regresó de inmediato a Tabasco. Ya no asistió a la Reunión de la República. No estaba dispuesto a renunciar (Eduardo Robledo acató la decisión presidencial).
A partir de ahí se sucedieron una serie de presiones y encuentros con el entonces secretario de Gobernación, Esteban Moctezuma. ¡Renuncia!, le insistía el funcionario, y le ofrecía a cambio la secretaría de Educación Pública.
Fueron a ver al presidente varias veces para discutir el tema. En el último encuentro, Ernesto Zedillo le dijo: “Estás enfrentando una decisión presidencial”.
Madrazo le respondió: “Tengo un mandato, presidente. Con todo respeto, no voy a ser secretario de Educación. Yo soy el gobernador de Tabasco”.
En medio de aquella historia habían “aparecido” cajas y cajas con documentación de los gastos de campaña de Madrazo procedentes de la secretaría de Finanzas del Comité Ejecutivo Nacional del PRI. Se hablaba de 70 millones de dólares. López Obrador presentó las famosas cajas en el zócalo de la capital. Aquello era un escándalo nacional.
Santiago Creel y José Agustín Ortiz Pinchetti, entonces consejeros del Instituto Federal Electoral analizaron los documentos, la impugnación de “fraude electoral” que presentó “el peje” ante el IFE.
Madrazo y su equipo alegaban que había un sinfín de facturas duplicadas y alteradas. Se sentaron a discutir papel tras papel días y noches enteras.
Pero entre tanto seguían las presiones de Los Pinos. Llegaron incluso a designar al sustituto de Madrazo y enviarlo a Tabasco a tomar posesión mientras Roberto Madrazo se encontraba en Los Pinos.
El caso es que el Zedillo y sus operadores nunca lograron concretar su operación política para quitar a Roberto Madrazo y éste se mantuvo en el cargo. La “fiesta” en Villa Hermosa fue en grande.
El costo de aquel desacato al presidente de la república fue, en palabras del propio tabasqueño, “la furia de Zedillo”.
Hoy, con Larrazábal, es otro el nivel y otra la circunstancia. Se trata de un alcalde desafiando la demanda de la dirigencia de su partido (al menos en términos formales) de que renuncie.
Pero en ambos casos se trata de un desacato.
Y el alcalde regio vivió el sábado su propia “fiesta”.
Pero es apenas el principio. Le falta enfrentar “la furia” de Felipe Calderón y de su propio partido en medio del rejuego por el 2012 que es, a final de cuentas, buena parte de la motivación de esta historia.
Contra lo que algunos opinan, el desacato del alcalde de Monterrey, Fernando Larrazábal, puede redituarle bonos.
Falta sí, que cruce la tempestad. Pero si la libra, bien podría convertirse en personaje y emblema de un grupo de panistas contra la “línea” dictada por el centro y/o Los Pinos, aún cuando el PAN lo expulse de sus filas.
Recordemos el caso de Roberto Madrazo.
Tras la cuestionada elección para gobernador de Tabasco (1994) en la que el ex colaborador de Luis Donaldo Colosio “derrotó” a Andrés Manuel López Obrador, Madrazo vivió el acecho de Ernesto Zedillo, para que renunciara al cargo.
Sólo que las formas eran distintas entonces.
Según cuenta Madrazo en el libro La Traición (Ed. Planeta 2007), la mañana del 5 de febrero de 1995, día en que se realizaba la llamada “Reunión de la República” en Querétaro, al bajar del autobús que transportaba a los gobernadores al acto, Beatriz Paredes (subsecretaria de Gobernación) llamó aparte a Eduardo Robledo, recién electo gobernador de Chiapas y a Roberto Madrazo, también estrenándose en Tabasco.
Los llevó a un salón antes de dar inicio la reunión con el presidente de la República y les comunicó a ambos un mensaje “de arriba”: El presidente quiere que renuncien los dos.
Madrazo se levantó de la reunión y se regresó de inmediato a Tabasco. Ya no asistió a la Reunión de la República. No estaba dispuesto a renunciar (Eduardo Robledo acató la decisión presidencial).
A partir de ahí se sucedieron una serie de presiones y encuentros con el entonces secretario de Gobernación, Esteban Moctezuma. ¡Renuncia!, le insistía el funcionario, y le ofrecía a cambio la secretaría de Educación Pública.
Fueron a ver al presidente varias veces para discutir el tema. En el último encuentro, Ernesto Zedillo le dijo: “Estás enfrentando una decisión presidencial”.
Madrazo le respondió: “Tengo un mandato, presidente. Con todo respeto, no voy a ser secretario de Educación. Yo soy el gobernador de Tabasco”.
En medio de aquella historia habían “aparecido” cajas y cajas con documentación de los gastos de campaña de Madrazo procedentes de la secretaría de Finanzas del Comité Ejecutivo Nacional del PRI. Se hablaba de 70 millones de dólares. López Obrador presentó las famosas cajas en el zócalo de la capital. Aquello era un escándalo nacional.
Santiago Creel y José Agustín Ortiz Pinchetti, entonces consejeros del Instituto Federal Electoral analizaron los documentos, la impugnación de “fraude electoral” que presentó “el peje” ante el IFE.
Madrazo y su equipo alegaban que había un sinfín de facturas duplicadas y alteradas. Se sentaron a discutir papel tras papel días y noches enteras.
Pero entre tanto seguían las presiones de Los Pinos. Llegaron incluso a designar al sustituto de Madrazo y enviarlo a Tabasco a tomar posesión mientras Roberto Madrazo se encontraba en Los Pinos.
El caso es que el Zedillo y sus operadores nunca lograron concretar su operación política para quitar a Roberto Madrazo y éste se mantuvo en el cargo. La “fiesta” en Villa Hermosa fue en grande.
El costo de aquel desacato al presidente de la república fue, en palabras del propio tabasqueño, “la furia de Zedillo”.
Hoy, con Larrazábal, es otro el nivel y otra la circunstancia. Se trata de un alcalde desafiando la demanda de la dirigencia de su partido (al menos en términos formales) de que renuncie.
Pero en ambos casos se trata de un desacato.
Y el alcalde regio vivió el sábado su propia “fiesta”.
Pero es apenas el principio. Le falta enfrentar “la furia” de Felipe Calderón y de su propio partido en medio del rejuego por el 2012 que es, a final de cuentas, buena parte de la motivación de esta historia.
Comentarios