Contra el fatalismo

José Agustín Ortiz Pinchetti / El Despertar

La democracia mexicana está en la mitad del camino entre su nacimiento y su muerte por esclerosis múltiple. En 1991 publiqué La democracia que viene; hoy podría escribir La democracia que ya llegaba pero se regresó. Entre 1997 y el año 2000 brilló la esperanza. Pero los gobiernos panistas tan ineptos como tramposos impidieron en 2006 la segunda alternancia que hubiera consolidado el nuevo régimen. A consecuencia de las traiciones y desvíos de priístas y panistas las cosas están tan mal que expertos caritativos han clasificado a México como un Estado fallido.

El proyecto vigente impuesto por la oligarquía en su beneficio está agotado. Corresponde el turno a los reformistas. Roberto Mangabeira ha presentado una propuesta para reorganizar la economía de mercado, la democracia política y la sociedad libre, desde una perspectiva progresista y original. La clave sería dar poder y capacitación a los ciudadanos comunes. En México el proyecto de Morena tiene afinidades con él. Además su organización implantada en todo el país está a punto de emerger.

A Calderón y al PAN lo que les preocupa es impedir la alternancia: preparan ataques mortíferos contra el PRI e impulsan la división de la izquierda. Seguirán con la inercia actual sin percatarse del agudizamiento de la crisis.

El PRI propone algo más grandioso que un proyecto alternativo. Nada menos quieren restaurar un pasado inexistente. Quieren regresar al poder para ejercerlo a plenitud. No utilizarán la violencia sino la mercadotecnia. Quieren que el país se convierta en estatua de sal y que se olvide de lo desastroso de los últimos tres regímenes priístas. No proponen un cambio de retórica. Ni es cierto que lo encabecen políticos jóvenes y modernos. Si se revisa su nómina comprobaremos que 90 por ciento de sus líderes mayores tienen 20 años o más en la farándula. ¿Renovación ética? Ni de chiste. Aunque hay priístas honrados, la mayoría conforman una alegre cleptocracia. El PRI no ha cambiado. Tampoco tienen un programa. Prometerán lo que la gente quiera oír, sin la intención de cumplir. Su candidato a la Presidencia puede ser inteligente, pero no ha exhibido una sola idea original. Ahora Peña Nieto nos propone rescatar al país, cuando ni siquiera puede rescatar a Cuautitlán.

Pero el PRI y sus asesores consideran el triunfo inevitable. Se basan en la certeza de que el pueblo de México padece amnesia y estulticia. Están seguros de que inducido por la televisión votará por ellos. De hecho en 2012 veremos si la nación padece el complejo de la abnegada mujer mexicana. Si la gente dice ya basta y se enfurece lo suficiente, el PRI y toda su miseria no podrán regresar. Son los ciudadanos quienes tendrán que decidir y no basta que quieran votar por el cambio sino que se organicen para promover y defender la esperanza de un nuevo rumbo.

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