Casino Royale, tras bambalinas

Raymundo Riva Palacio / Estrictamente Personal

La tragedia en el casino Royale ha llevado su nivel de vendetta al terreno de lo político. Un video entregado al diario regiomontano El Norte, donde aparece Manuel Jonás Larrazabal recibiendo dinero de las casas de apuestas, golpeó frontalmente a su hermano Fernando, presidente municipal de Monterrey, quien está en campaña en contra de ese tipo de establecimientos. La entrega del dinero no prueba ningún ilícito, pero la forma como se enmarcó en el contexto actual de un repudio contra todo casino, colocó en el imaginario colectivo la sospecha de corrupción y tráfico de influencias a los hermanos Larrazabal.

Fernando, el alcalde regio, tuvo que volcarse a la opinión pública para salvar su cargo y a defender, indirectamente, a un grupo político vinculado a Juan José Rojas Cardona, conocido en Monterrey como “el zar de los casinos”, que ha desplazado al panismo tradicional neoleonés en los últimos años, cerrándoles las posibilidades de influencia política, y con ramificaciones con el ex presidente Vicente Fox y su familia, y con la ex jefa de la Oficina de la Presidencia de Felipe Calderón, Patricia Flores.

Una larga lucha de casi una década, donde el panismo tradicional en la capital neoleonesa había sido mayoritariamente marginado, tomó un nuevo giro tras el ataque al casino Royale. El ex gobernador Fernando Canales Clariond, uno de los miembros más prominentes de esa clase política neoleonesa, dijo que el PAN no debe solapar a funcionarios vinculados al crimen organizado. “El tiempo me dio la razón”, añadió su hijo Fernando Canales Stelzer, quien ha sido el primer soldado en la oposición a Larrazabal, a quien en una ocasión acusó de haber “vendido la plaza” al “zar de los casinos”, que aseguró le había financiado la campaña.

Larrazabal, el alcalde, no está libre de sospecha, ciertamente. Originario de Oaxaca, llegó humildemente a estudiar a Monterrey. Ganó la alcaldía de San Nicolás de los Garza, uno de los municipios con mayor densidad electoral en el país, que durante más de 20 años ha sido panista, la mitad de ellas como trampolín de ese poder neopanista ahora bajo escrutinio público y denuncia política. Convertido hoy en perseguidor de los dueños de casas apuestas –por coincidencia al menos, los que no son sus amigos-, fue en aquél cargo en el primer trienio de esta década, cuando abrió las puertas a las casas de apuestas.

El entonces alcalde autorizó la apertura del casino “Bella Vista” a Rojas Cardona, y permitió la instalación de casas, que llamaron popularmente “búnkers”, donde vivían bellezas eslavas –con situación migratoria dudosa-, que trabajaban en los antros del hoy “zar de los casinos”. Rojas Cardona mantuvo la relación con los neopanistas que impulsó Larrazabal, y respaldó a Zeferino Salgado, que llegó a la alcaldía en San Nicolás.

Larrazabal se trasladó a la ciudad de México, donde el entonces presidente Vicente Fox lo nombró director del Comité de Administración del Programa Federal de Construcción de Escuelas, que tuvo como principal encomienda la construcción de la Biblioteca José Vasconcelos, marcada por irregularidades e investigaciones sobre presunta corrupción, mientras Zalgado, apodado “Chefo”, tuvo su propio raspón. El Norte, un vehículo utilizado históricamente por el panismo, reveló en ese momento que Salgado, había recibido de Rojas Cardona un helicóptero valuado en cinco millones de pesos para la policía municipal.

Rojas Cardona, socio de una empresa que para entonces tenía permisos para fundar 30 centros de apuestas remotas en el país, 30 salas de sorteos de número y un galgódromo en Tamaulipas, había sido señalado por la prensa regia como autor de bloqueos de casinos competidores y de compra de favores de autoridades en Nuevo León. Larrazabal, su viejo amigo, se hizo socio en una empresa constructora en Texas de Carlos Rojas, quien perdió el trabajo de administrador de Los Pinos cuando el escándalo de los enseres domésticos de Fox y su esposa Martha Sahagún, y del hermano de esta, Guillermo.

Desde mayo pasado, Larrazabal emprendió una cruzada contra los casinos en Monterrey, pero no tocó al de Rojas Cardona. “Lo único que está haciendo es cubrir a casinos que ya están instalados, como su protector”, acusó en su momento el diputado federal priísta Felipe Enríquez, que trabajó con Canales Clariond. “Es falsa la premisa de que él no quiere que se instalen nuevos casinos en Monterrey. Está cuidando los intereses de casinos ya instalados”.

Desde hacía tiempo las baterías estaban apuntadas a Larrazabal, como jefe de ese grupo de neopanistas que representa en Monterrey los intereses de Patricia Flores, y que estaba confrontado con el panismo tradicional desde que se rebeló al perder la candidatura al gobierno neoleonés con Fernando Elizondo, ex consuegro del propietario de El Norte y el Grupo Reforma.

Canales Stelzer denunció reiteradamente la red de colusión, y lo señaló junto con Salgado –hoy delegado de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes en Nuevo León-, de estar coludidos con “el zar de los casinos”. Su acometida se dio luego que le cerraran la puerta para entrar al Consejo Estatal del PAN, cuando se canceló la asamblea que debía nombrar a sus candidatos a ese órgano por falta de quórum. Fue la única asamblea en todos los municipios que perdió su derecho a postular candidatos a consejeros.

La tragedia en el casino Royale abrió una nueva coyuntura al panismo tradicional para acabar con Larrazabal y los suyos, que ya perfilaban a Miguel Ángel García, secretario de Desarrollo Urbano de Monterrey, como el próximo candidato del PAN al gobierno de Nuevo León. El tema de los casinos ha servido como pretexto para dirimir viejas pugnas políticas y aprovechar el ánimo justiciero de la sociedad contra todo lo que huela a casas de apuestas. El pasado, la familia y las relaciones de Larrazabal, en efecto, no ayudan nada al alcalde de Monterrey en esta confrontación tras bambalinas.

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