Jenaro Villamil
El poeta Octavio Paz tituló como El Ogro Filantrópico un extenso y profundo alegato en contra del intervencionismo estatal heredado de la era del Estado de bienestar. Para el premio Nóbel este término era una forma también de destacar el carácter monstruoso, que limitaba las libertades ciudadanas y económicas de los ciudadanos.
Imaginemos que Octavio Paz vive en esta era hipermediatizada: sintoniza la televisión y observa que a la misma hora, en diferentes señales abiertas y de paga se escucha el mismo spot de Felipe Calderón para convencernos de los logros de sus cinco años de gobierno. Levanta el teléfono y una voz anónima le receta el invasivo e insistente mensaje de los call centers para promover al primer mandatario que se ha escuchado en los últimos días. Quiere escuchar los noticiarios y se encuentra con una especie de teletón declarativo de la farándulocracia y la partidocracia que “cierra filas” en torno al llamado de unidad del mismo Calderón, a raíz de la tragedia del casino Royale de Monterrey, como ocurrió el lunes 29 de agosto en la emisión de Primero Noticias y luego en El Noticiero, de las 22:30 horas.
A pesar de su cercanía con Televisa en el ocaso de su vida, Paz tal vez no dudaría en llamar a esta nueva era como los tiempos del Ogro Telegénico. Nadie se escapa de la fascinación o de los tentáculos que este ogro cierne sobre la clase política, sobre los dirigentes empresariales, los actores, los deportistas y hasta los intelectuales.
No sólo la saturación e intoxicación de los mismos mensajes caracteriza a este Ogro Telegénico. También la explotación de las emociones más primarias de la sociedad (odio, dolor, miedo o tristeza) para infantilizar a sus audiencias masivas y pretender cambiar, no la realidad sino la percepción de la misma. De hecho, El Ogro Telegénico confunde la realidad con el reflejo virtual de la misma.
Justamente lo que ha sucedido tras los trágicos sucesos del casino Royale, vinculados a la promoción del V Informe de Gobierno de Felipe Calderón constituyen una demostración de lo que sucede cuando se sacraliza el poder del Ogro Telegénico:
1. Se insiste primero en sobredimensionar como “terrorismo” lo ocurrido en el casino Royale, como ocurrió con el mensaje de Calderón transmitido en cadena nacional, para luego forzar a un “cierre de filas” en torno al primer mandatario y su cuestionada política de enfrentar a la violencia criminal con violencia policíaca y militar.
2. Se aprovecha la tragedia para hacer una pasarela de egos y de autopromoción política, excluyendo a los propios afectados y víctimas de lo sucedido en casino Royale. Como en las labores filantrópicas de Televisa, lo importante no es solucionar las discapacidades, sino utilizarlas para el lucimiento de la empresa.
3. Se construye una “república de pantalla” que evade las diferencias, la corrupción y la impunidad que anidan en el seno de las mismas instituciones encargadas de garantizar la seguridad pública. Las “buenas conciencias” se pronuncian y quien critique o demande información y no propaganda, puede ser señalado como un “mal mexicano”, aliado a los criminales.
4. Nada de esto es gratis. El gobierno federal de Felipe Calderón no sólo ha destinados sumas multimillonarias para promoverse en la pantalla televisiva. También ha ido cediendo terreno de decisión política al Ogro Telegénico, al grado de que tenemos un “Estado capturado” por los intereses de esos mismos grupos. Calderón y las fracciones legislativas del Congreso de la Unión simplemente ya se olvidaron de la necesidad de una reforma al régimen de medios de comunicación y de telecomunicaciones.
5. El efecto efímero, circunstancial y no institucional del Ogro Telegénico no modifica la percepción social, simplemente fabrica un falso consenso y divulga una imagen virtual de unidad y fortaleza que se derrumban cuando otro acto criminal como el de casino Royale demuestra que la realidad es insistente y persistente: el fracaso de la guerra contra el crimen organizado no se resuelve con spots ni con teletones a modo.
El poeta Octavio Paz tituló como El Ogro Filantrópico un extenso y profundo alegato en contra del intervencionismo estatal heredado de la era del Estado de bienestar. Para el premio Nóbel este término era una forma también de destacar el carácter monstruoso, que limitaba las libertades ciudadanas y económicas de los ciudadanos.
Imaginemos que Octavio Paz vive en esta era hipermediatizada: sintoniza la televisión y observa que a la misma hora, en diferentes señales abiertas y de paga se escucha el mismo spot de Felipe Calderón para convencernos de los logros de sus cinco años de gobierno. Levanta el teléfono y una voz anónima le receta el invasivo e insistente mensaje de los call centers para promover al primer mandatario que se ha escuchado en los últimos días. Quiere escuchar los noticiarios y se encuentra con una especie de teletón declarativo de la farándulocracia y la partidocracia que “cierra filas” en torno al llamado de unidad del mismo Calderón, a raíz de la tragedia del casino Royale de Monterrey, como ocurrió el lunes 29 de agosto en la emisión de Primero Noticias y luego en El Noticiero, de las 22:30 horas.
A pesar de su cercanía con Televisa en el ocaso de su vida, Paz tal vez no dudaría en llamar a esta nueva era como los tiempos del Ogro Telegénico. Nadie se escapa de la fascinación o de los tentáculos que este ogro cierne sobre la clase política, sobre los dirigentes empresariales, los actores, los deportistas y hasta los intelectuales.
No sólo la saturación e intoxicación de los mismos mensajes caracteriza a este Ogro Telegénico. También la explotación de las emociones más primarias de la sociedad (odio, dolor, miedo o tristeza) para infantilizar a sus audiencias masivas y pretender cambiar, no la realidad sino la percepción de la misma. De hecho, El Ogro Telegénico confunde la realidad con el reflejo virtual de la misma.
Justamente lo que ha sucedido tras los trágicos sucesos del casino Royale, vinculados a la promoción del V Informe de Gobierno de Felipe Calderón constituyen una demostración de lo que sucede cuando se sacraliza el poder del Ogro Telegénico:
1. Se insiste primero en sobredimensionar como “terrorismo” lo ocurrido en el casino Royale, como ocurrió con el mensaje de Calderón transmitido en cadena nacional, para luego forzar a un “cierre de filas” en torno al primer mandatario y su cuestionada política de enfrentar a la violencia criminal con violencia policíaca y militar.
2. Se aprovecha la tragedia para hacer una pasarela de egos y de autopromoción política, excluyendo a los propios afectados y víctimas de lo sucedido en casino Royale. Como en las labores filantrópicas de Televisa, lo importante no es solucionar las discapacidades, sino utilizarlas para el lucimiento de la empresa.
3. Se construye una “república de pantalla” que evade las diferencias, la corrupción y la impunidad que anidan en el seno de las mismas instituciones encargadas de garantizar la seguridad pública. Las “buenas conciencias” se pronuncian y quien critique o demande información y no propaganda, puede ser señalado como un “mal mexicano”, aliado a los criminales.
4. Nada de esto es gratis. El gobierno federal de Felipe Calderón no sólo ha destinados sumas multimillonarias para promoverse en la pantalla televisiva. También ha ido cediendo terreno de decisión política al Ogro Telegénico, al grado de que tenemos un “Estado capturado” por los intereses de esos mismos grupos. Calderón y las fracciones legislativas del Congreso de la Unión simplemente ya se olvidaron de la necesidad de una reforma al régimen de medios de comunicación y de telecomunicaciones.
5. El efecto efímero, circunstancial y no institucional del Ogro Telegénico no modifica la percepción social, simplemente fabrica un falso consenso y divulga una imagen virtual de unidad y fortaleza que se derrumban cuando otro acto criminal como el de casino Royale demuestra que la realidad es insistente y persistente: el fracaso de la guerra contra el crimen organizado no se resuelve con spots ni con teletones a modo.
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