Beltrones: sensatez y reformas

Gregorio Ortega Molina / La Costumbre Del Poder

Algunos lectores solicitan mi opinión sobre el realineamiento del senador Manlio Fabio Beltrones para acuerpar al presidente Felipe Calderón, con motivo de la barbarie del Casino Royale. Antes de atender su petición, deseo dejar clara mi concepción sobre la política, pero sobre todo un punto esencial: no soy amigo del senador, lo conozco, he conversado con él unas cuantas veces, estoy atento a su trayectoria. Mi percepción del desempeño profesional que él debe estar llamado a realizar, se fundamenta en su capacidad de negociación, su conocimiento de los problemas nacionales, la descripción y propuesta concreta de reformas, no en el afecto ni en los buenos deseos, sino en la posibilidad real de que pueda actuar con la sensatez con la que lo hizo Adolfo Suárez.

Pero vayamos a la política, que no es sino el arte de lo posible y lo probable, en la que no caben los buenos deseos sino el conocimiento puntual de los problemas y los recursos con los que se cuenta para resolverlos, tanto económicos como humanos. Si partimos de esta apreciación, conscientes de que será el Consejo Político Nacional del PRI el que determinará modo y tiempo para elegir a su candidato, la realidad indica que el elegido será Enrique Peña Nieto, lo que no necesariamente significa que sea el mejor. En este contexto mi voto, que para nada cuenta ni significado alguno tiene, está a favor de Manlio Fabio Beltrones, pero, insisto, el futuro no se construye con buenos deseos -mucho menos con los propios-, sino con los instrumentos que los hechos ponen a disposición de los seres humanos. Lo demás es utopía.

Beltrones, además de haber dicho reiteradamente que sin un proyecto distinto que dignifique y dé realce al regreso del PRI a la Presidencia de la República, es experto en seguridad interna, seguridad nacional y regional y gran negociador político. Sabe, desde hace muchos años, que la violencia no es un acto gratuito y sin rumbo, porque siempre expresa intención de quien la ejerce. Está consciente de que el estudio de los efectos de esa violencia serviría para dar cauce a la información, la transparencia de voluntades y propósitos de los cuales, por el momento, el gobierno no quiere informar.

Considero entonces que de sus ideas, sus propuestas, su manera de conducirse y comportarse, se deduce que Beltrones sabe parte del origen y propósito de esa violencia, pero no tiene la película completa, porque no tiene el poder, consciente de que no se comparte. De allí que el senador convoque a la sociedad a un realineamiento en torno a la idea de preservar el orden constitucional que, por el momento y durante 15 meses más estará encarnado en el actual presidente de México. La apuesta, supongo, es asegurar la preeminencia del Estado.

La idea no es apoyar a un hombre, sino defender una institución, eso lo tiene perfectamente claro Beltrones, porque sirve al Estado, no al gobierno. Está consciente, como mi Demonio de Sócrates, de que una democracia no puede subsistir cuando la policía, que representa la ley a los ojos de los ciudadanos, es abiertamente el objeto del desprecio público.

Con el propósito de ver su manera de interactuar con “los navegantes”, establecer un diálogo diferente, solicité una invitación para estar presente -en tiempo real dirían los cibernautas- al momento de rendir su informe, pues soy incapaz de mantenerme pegado a la pantalla de un ordenador por mucho tiempo y con el mismo tema, pero mi solicitud cayó en el vacío.

Sin embargo, sí estoy en posibilidades de afirmar que de la pléyade de aspirantes conocidos es el único sensato. Es quien desde hace muchos meses plantea al PRI, su partido, la necesidad de hacer públicos los propósitos por los cuales quiere recuperar la Presidencia de la República, al mismo tiempo que también reitera, cada que se le ofrece la oportunidad, que nadie podrá gobernar si no se inician, ya, las reformas que su partido ha propuesto a través del Senado de la República. Propuestas siempre perfectibles, pero a las que mandan a la congeladora por proceder de ese priismo que tanto desprecian, pero que parece no ser el mismo, a pesar de los dislates presupuestales de Humberto Moreira.

No pocos lectores están en desacuerdo con mi apreciación sobre la capacidad política de Manlio Fabio Beltrones, pero ya quisiera yo verlos cuando las propuestas legales fascistas lleguen a buen puerto y los mexicanos, en serio, empiecen a perder su libertad, porque los nuevos compromisos para ejercerla pueden convertir a esta nación en la respuesta a esas aspiraciones expresadas por los jóvenes en la encuesta de la UNAM. Jóvenes que estarían dispuestos a cerrar los ojos y la conciencia a la tortura, para empezar.

Es una lástima que no sea de circulación amplia el libro que reúne el pensamiento y discurso del senador Beltrones, prologado por Diego Valadés, porque los escépticos podrían animarse a compartir mi opinión, que no son sino buenos deseos, porque cuando sea necesario acudirá a la convocatoria hecha por Enrique Peña Nieto, como de hecho lo hizo el lunes último, en Toluca.

Beltrones, como Simone Weil, es gran promotor de las reformas, del cambio, porque está consciente de que a partir del momento en que tras de la patria se alza el viejo Estado, la justicia está ausente. En la formulación del patriotismo moderno -globalizado, diría yo- ya no se trata la cuestión de la justicia, y, sobre todo, no se dice nada que aluda a las relaciones entre patria y justicia. Nadie se atreve a afirmar que ambas nociones sean equivalentes; y, aun con mayor razón, nadie se atrevería a decírselo a los mexicanos (modifico el texto para ubicarnos en lo que se necesita hacer para el próximo gobierno, que no puede, no debe ya sustentarse y sostenerse en el presidencialismo mexicano), porque en el gobierno padecen la ausencia de imaginación y voluntad para iniciar, al menos, la transición.

Es cierto, si no hay reformas, al que llegue a convertirse en el ocupante de Los Pinos le será difícil gobernar.

Comentarios