Raymundo Riva Palacio / Estrictamente Personal
Alejandro Poiré se convirtió en un año en una figura pública que galvanizó las frustraciones y los odios nacionales contra el presidente Felipe Calderón. Como secretario técnico del Consejo de Seguridad Nacional, fue el vocero de lo que llamaron "la narrativa" de la guerra contra las drogas, donde la explicación oficial del combate a la criminalidad chocaba permanentemente con el mundo de las percepciones. Poiré nunca se achicó. Siempre hizo lo que ha hecho toda su vida: enfrentar a quienes lo cuestionan.
Ideológicamente convencido de la legalidad de la vida pública, y de la manera como afecta los procesos políticos Poiré se preparó para esto toda la vida. "He aprendido lo fundamental que es conocer, entender, aplicar la ley y respetarla, y si no funciona, promover que se cambie", le dijo a una reportera de la revista Expansión en 2005. "¿Y cómo sabemos que algo funciona o no? Para eso está el conocimiento académico".
Poiré tiene ahora la mejor oportunidad para hacer que sus palabras puedan ser trasladadas a los hechos. El presidente Calderón lo nombró el viernes como director del Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen), el órgano civil del Estado responsable de la inteligencia, en sustitución de Guillermo Valdés, un académico que llegó al cargo por la amistad con el jefe de Los Pinos, pero que nunca obtuvo el respeto de sus colegas en el gabinete de seguridad, por el desconocimiento y por la ingenuidad con la que abordaba sus temas.
Pero Poiré no llega al CISEN sin lastres. En el año en que fungió como vocero para los temas de seguridad tuvo choques con varios secretarios de ese gabinete, lo que desgastó la relación. Su nombramiento generará probablemente mayor tensión, pues aunque el cargo no forma parte del gabinete, su relevancia y contacto directo con el presidente –aunque formalmente depende de la Secretaría de Gobernación-, se equiparará con los secretarios de Estado que encontrarán en él una figura mucho menos dócil y pasiva que la de Valdés.
Poiré, en la dinámica profesional, es una personalidad que se crece ante la beligerancia.
Cuando ocupó la Dirección de Prerrogativas y Partidos en el IFE –que es la que distribuye los recursos a los partidos-, entre 2003 y 2005, se enfrentó con el entonces consejero Marco Gómez, de quien dependía el área de Fiscalización –que es la que sanciona cuando la distribución del dinero no cumple con lo estipulado por la ley, y donde se fijan las multas-, quien pretendía que no se vieran las irregularidades del Partido Verde, que era su fuente de apoyo político.
Los choques entre ambos fueron legendarios en la Comisión de Fiscalización, donde el talante peleonero de Gómez siempre inhibía a sus interlocutores. Poiré nunca se dejó de él, y antes sus arrebatos y amenazas, siempre esgrimió argumentos e ideas que frenaban las intenciones del consejero. Esa pelea, una de las más serias internamente que tuvo el IFE en esos años, era asimétrica, pues Gómez, como consejero, tenía más rango. Poiré buscó salir del instituto, y cuando la Universidad de Harvard lo aceptó como profesor invitador, regresó a Cambridge.
Poiré no era ajeno a Harvard. En 2002 se había doctorado con la tesis "Disciplina Partidista en Perspectiva Comparada", en la Facultad de Artes y Ciencias –la única rama de Harvard que da doctorados-, a donde llegó tras el IFE para dar clases durante el otoño. Llegó a casa, donde no hacía mucho había hecho ronda con un grupo de mexicanos que estudiaban posgrados y juntos salían a los bares los fines de semana mientras terminaba su doctorado y era profesor asistente. Entró también a una Facultad exuberante en prestigio, donde compartía espacios con algunos de los científico políticos más importantes de los últimos 50 años, como Samuel Huntington, Robert Putnam y Sidney Verba.
Poiré también había hecho su maestría en Ciencia Política en Harvard, a donde había llegado tras terminar su licenciatura en el mismo campo en el ITAM. Fue en esa institución, cuando ya ocupaba cargos de dirección, donde conoció a Calderón, quien estudió ahí la maestría en Economía. Calderón, ya presidente, lo invitó a trabajar en Los Pinos, a donde llegó en enero de 2007 para hacerse cargo de la Dirección de Análisis Político en la Oficina de la Presidencia, cuyo jefe era Juan Camilo Mouriño. Poiré conocía a varios colaboradores de Calderón, egresados del ITAM, pero no a Mouriño, con quien estableció una sólida relación profesional.
Poiré era el hombre del pensamiento sofisticado en Los Pinos, quien producía los principales documentos de discusión para el presidente. Por eso, cuando Calderón nombró a Mouriño secretario de Gobernación en 2008, su salida no fue fácil para el presidente. Pero Mouriño era el proyecto calderonista, y Poiré se fue con él para hacerse cargo de la Subsecretaría de Desarrollo Político, que era su campo de estudio. La muerte de Mouriño pareció su ocaso, cuando el nuevo secretario Fernando Gómez Mont lo nombró subsecretario de Población, Migración y Asuntos Religiosos.
Calderón lo recuperó en agosto de 2010, cuando entró como secretario técnico del Consejo de Seguridad Nacional y del gabinete de Seguridad, en sustitución de Jorge Tello, y como vocero, la nueva figura para construir la narrativa de la guerra contra las drogas. Ese cargo no obedecía a su experiencia en el tema, sino a su capacidad para articular y conectar en forma multidisciplinaria procesos complejos. Pero ese paso, fue la antesala inopinada para la nueva encomienda que ahora tiene.
El CISEN ha venido cambiando de enemigos para la seguridad interna en la medida que los fenómenos se modifican. En 10 años subió la prioridad contra actividades terroristas –la constante mundial-, se mantuvo el trabajo sobre movimientos armados y se elevó en rango al narcotráfico, no sólo por la amenaza violenta al Estado Mexicano, sino por su creciente participación en la política.
Valdés, que en los dos últimos años lo expresó públicamente, dijo en su despedida del CISEN, que éste representaba el mayor riesgo a la seguridad. El riesgo principal es por la penetración de instituciones, compra de voluntades políticas e inyección de dinero en la política y campañas electorales. Es la combinación de factores en los cuales Poiré fue entrenado, en la academia y en la práctica, para entender, descifrar y confrontar, una combinación de conocimiento científico y empírico, que permite suponer que su nombramiento no fue un acto descabellado.
Alejandro Poiré se convirtió en un año en una figura pública que galvanizó las frustraciones y los odios nacionales contra el presidente Felipe Calderón. Como secretario técnico del Consejo de Seguridad Nacional, fue el vocero de lo que llamaron "la narrativa" de la guerra contra las drogas, donde la explicación oficial del combate a la criminalidad chocaba permanentemente con el mundo de las percepciones. Poiré nunca se achicó. Siempre hizo lo que ha hecho toda su vida: enfrentar a quienes lo cuestionan.
Ideológicamente convencido de la legalidad de la vida pública, y de la manera como afecta los procesos políticos Poiré se preparó para esto toda la vida. "He aprendido lo fundamental que es conocer, entender, aplicar la ley y respetarla, y si no funciona, promover que se cambie", le dijo a una reportera de la revista Expansión en 2005. "¿Y cómo sabemos que algo funciona o no? Para eso está el conocimiento académico".
Poiré tiene ahora la mejor oportunidad para hacer que sus palabras puedan ser trasladadas a los hechos. El presidente Calderón lo nombró el viernes como director del Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen), el órgano civil del Estado responsable de la inteligencia, en sustitución de Guillermo Valdés, un académico que llegó al cargo por la amistad con el jefe de Los Pinos, pero que nunca obtuvo el respeto de sus colegas en el gabinete de seguridad, por el desconocimiento y por la ingenuidad con la que abordaba sus temas.
Pero Poiré no llega al CISEN sin lastres. En el año en que fungió como vocero para los temas de seguridad tuvo choques con varios secretarios de ese gabinete, lo que desgastó la relación. Su nombramiento generará probablemente mayor tensión, pues aunque el cargo no forma parte del gabinete, su relevancia y contacto directo con el presidente –aunque formalmente depende de la Secretaría de Gobernación-, se equiparará con los secretarios de Estado que encontrarán en él una figura mucho menos dócil y pasiva que la de Valdés.
Poiré, en la dinámica profesional, es una personalidad que se crece ante la beligerancia.
Cuando ocupó la Dirección de Prerrogativas y Partidos en el IFE –que es la que distribuye los recursos a los partidos-, entre 2003 y 2005, se enfrentó con el entonces consejero Marco Gómez, de quien dependía el área de Fiscalización –que es la que sanciona cuando la distribución del dinero no cumple con lo estipulado por la ley, y donde se fijan las multas-, quien pretendía que no se vieran las irregularidades del Partido Verde, que era su fuente de apoyo político.
Los choques entre ambos fueron legendarios en la Comisión de Fiscalización, donde el talante peleonero de Gómez siempre inhibía a sus interlocutores. Poiré nunca se dejó de él, y antes sus arrebatos y amenazas, siempre esgrimió argumentos e ideas que frenaban las intenciones del consejero. Esa pelea, una de las más serias internamente que tuvo el IFE en esos años, era asimétrica, pues Gómez, como consejero, tenía más rango. Poiré buscó salir del instituto, y cuando la Universidad de Harvard lo aceptó como profesor invitador, regresó a Cambridge.
Poiré no era ajeno a Harvard. En 2002 se había doctorado con la tesis "Disciplina Partidista en Perspectiva Comparada", en la Facultad de Artes y Ciencias –la única rama de Harvard que da doctorados-, a donde llegó tras el IFE para dar clases durante el otoño. Llegó a casa, donde no hacía mucho había hecho ronda con un grupo de mexicanos que estudiaban posgrados y juntos salían a los bares los fines de semana mientras terminaba su doctorado y era profesor asistente. Entró también a una Facultad exuberante en prestigio, donde compartía espacios con algunos de los científico políticos más importantes de los últimos 50 años, como Samuel Huntington, Robert Putnam y Sidney Verba.
Poiré también había hecho su maestría en Ciencia Política en Harvard, a donde había llegado tras terminar su licenciatura en el mismo campo en el ITAM. Fue en esa institución, cuando ya ocupaba cargos de dirección, donde conoció a Calderón, quien estudió ahí la maestría en Economía. Calderón, ya presidente, lo invitó a trabajar en Los Pinos, a donde llegó en enero de 2007 para hacerse cargo de la Dirección de Análisis Político en la Oficina de la Presidencia, cuyo jefe era Juan Camilo Mouriño. Poiré conocía a varios colaboradores de Calderón, egresados del ITAM, pero no a Mouriño, con quien estableció una sólida relación profesional.
Poiré era el hombre del pensamiento sofisticado en Los Pinos, quien producía los principales documentos de discusión para el presidente. Por eso, cuando Calderón nombró a Mouriño secretario de Gobernación en 2008, su salida no fue fácil para el presidente. Pero Mouriño era el proyecto calderonista, y Poiré se fue con él para hacerse cargo de la Subsecretaría de Desarrollo Político, que era su campo de estudio. La muerte de Mouriño pareció su ocaso, cuando el nuevo secretario Fernando Gómez Mont lo nombró subsecretario de Población, Migración y Asuntos Religiosos.
Calderón lo recuperó en agosto de 2010, cuando entró como secretario técnico del Consejo de Seguridad Nacional y del gabinete de Seguridad, en sustitución de Jorge Tello, y como vocero, la nueva figura para construir la narrativa de la guerra contra las drogas. Ese cargo no obedecía a su experiencia en el tema, sino a su capacidad para articular y conectar en forma multidisciplinaria procesos complejos. Pero ese paso, fue la antesala inopinada para la nueva encomienda que ahora tiene.
El CISEN ha venido cambiando de enemigos para la seguridad interna en la medida que los fenómenos se modifican. En 10 años subió la prioridad contra actividades terroristas –la constante mundial-, se mantuvo el trabajo sobre movimientos armados y se elevó en rango al narcotráfico, no sólo por la amenaza violenta al Estado Mexicano, sino por su creciente participación en la política.
Valdés, que en los dos últimos años lo expresó públicamente, dijo en su despedida del CISEN, que éste representaba el mayor riesgo a la seguridad. El riesgo principal es por la penetración de instituciones, compra de voluntades políticas e inyección de dinero en la política y campañas electorales. Es la combinación de factores en los cuales Poiré fue entrenado, en la academia y en la práctica, para entender, descifrar y confrontar, una combinación de conocimiento científico y empírico, que permite suponer que su nombramiento no fue un acto descabellado.
Comentarios