Martha Anaya / Crónica de Política
Los veracruzanos vivieron ayer horas de angustia luego de que en las redes sociales aparecieron amenazas de ataques a escuelas con explosivos, lo que generó la suspensión de clases en cientos de planteles y escenas de temor y desesperación de padres de familia que fueron corriendo en busca de sus hijos.
Las crónicas de lo que ocurrió ayer en Veracruz y en Boca del Río cuentan cómo los papás de decenas de niños llegaron hasta los colegios, se saltaron incluso las bardas para buscar a sus hijos y sacarlos de los planteles lo más rápidamente posible.
Escenas de histeria se vivieron aquí y allá contagiando a los propios escolares que nada imaginaban sobre lo que estaba ocurriendo y el por qué aparecían sus padres desesperados para llevárselos.
Cuentan que los maestros intentaban persuadir a los padres de que no había ningún problema, pero el rumor aparecido en las redes de Facebook y Twitter “pesó más”: “Las redes telefónicas se saturaron, la gente hablaba a las redacciones de los medios de comunicación para preguntar si eran ciertas las advertencias…”.
La psicosis en Veracruz y Boca del Río se extendió más rápido cuando alguien subió a la red que un auto viejo incendiado por falla mecánica en Mandinga, municipio de Alvarado, había sido quemado para atentar contra un plantel educativo cercano. “Ese fue el detonante para que la gente replicara que había supuestas mantas; amenazas a direcciones escolares, secuestros de estudiantes. ¡De todo!”
El pánico cundió entre los veracruzanos. Además de la interrupción abrupta de clases por la mañana, los ires y venires de los angustiados padres, todas las escuelas decidieron suspender sus horarios vespertinos.
Pasaron las horas y nada malo ocurrió. Ningún ataque, ninguna explosión en ningún colegio.
La Policía Cibernética del estado ubicó más tarde a dos presuntos sospechosos de haber generado los rumores. Según la procuraduría estatal, los sospechosos de haber “inventado” los rumores sobre ataques a los institutos académicos, pero por la tarde aún declaraban porque se encontraban “bajo los influjos de algún enervante y están aportando mucha información sobre los fines que seguían y por instrucciones de quiénes”.
El gobernador Javier Duarte advirtió entre tanto que los inventos de rumores serán calificados como “terrorismo”, de acuerdo al Artículo 311 del Código penal del estado de Veracruz que a la letra dice:
“ (…) que a quien por cualquier medio realice actos en contra de las personas del público que produzcan alarma, temor, terror en la población o en un grupo o sector de ella, que perturbe la paz pública o trate de menoscabar la autoridad del estado, o presionar a la autoridad en determinado sentido en sus determinaciones, se le aplicará una pena privativa de libertad de tres a 30 años de prisión y la suspensión de derechos políticos hasta por cinco años”.
A como están las cosas, no es de extrañar que el delito de “terrorismo” –tan cuestionado en otras épocas por su mala utilización frente a movimientos sociales– se aplique hoy en día con mayor desparpajo, como en este caso. De seguir su curso la denuncia y confirmarse las acusaciones, tendremos sentenciados a los primeros “twitteros terroristas”.
Los veracruzanos vivieron ayer horas de angustia luego de que en las redes sociales aparecieron amenazas de ataques a escuelas con explosivos, lo que generó la suspensión de clases en cientos de planteles y escenas de temor y desesperación de padres de familia que fueron corriendo en busca de sus hijos.
Las crónicas de lo que ocurrió ayer en Veracruz y en Boca del Río cuentan cómo los papás de decenas de niños llegaron hasta los colegios, se saltaron incluso las bardas para buscar a sus hijos y sacarlos de los planteles lo más rápidamente posible.
Escenas de histeria se vivieron aquí y allá contagiando a los propios escolares que nada imaginaban sobre lo que estaba ocurriendo y el por qué aparecían sus padres desesperados para llevárselos.
Cuentan que los maestros intentaban persuadir a los padres de que no había ningún problema, pero el rumor aparecido en las redes de Facebook y Twitter “pesó más”: “Las redes telefónicas se saturaron, la gente hablaba a las redacciones de los medios de comunicación para preguntar si eran ciertas las advertencias…”.
La psicosis en Veracruz y Boca del Río se extendió más rápido cuando alguien subió a la red que un auto viejo incendiado por falla mecánica en Mandinga, municipio de Alvarado, había sido quemado para atentar contra un plantel educativo cercano. “Ese fue el detonante para que la gente replicara que había supuestas mantas; amenazas a direcciones escolares, secuestros de estudiantes. ¡De todo!”
El pánico cundió entre los veracruzanos. Además de la interrupción abrupta de clases por la mañana, los ires y venires de los angustiados padres, todas las escuelas decidieron suspender sus horarios vespertinos.
Pasaron las horas y nada malo ocurrió. Ningún ataque, ninguna explosión en ningún colegio.
La Policía Cibernética del estado ubicó más tarde a dos presuntos sospechosos de haber generado los rumores. Según la procuraduría estatal, los sospechosos de haber “inventado” los rumores sobre ataques a los institutos académicos, pero por la tarde aún declaraban porque se encontraban “bajo los influjos de algún enervante y están aportando mucha información sobre los fines que seguían y por instrucciones de quiénes”.
El gobernador Javier Duarte advirtió entre tanto que los inventos de rumores serán calificados como “terrorismo”, de acuerdo al Artículo 311 del Código penal del estado de Veracruz que a la letra dice:
“ (…) que a quien por cualquier medio realice actos en contra de las personas del público que produzcan alarma, temor, terror en la población o en un grupo o sector de ella, que perturbe la paz pública o trate de menoscabar la autoridad del estado, o presionar a la autoridad en determinado sentido en sus determinaciones, se le aplicará una pena privativa de libertad de tres a 30 años de prisión y la suspensión de derechos políticos hasta por cinco años”.
A como están las cosas, no es de extrañar que el delito de “terrorismo” –tan cuestionado en otras épocas por su mala utilización frente a movimientos sociales– se aplique hoy en día con mayor desparpajo, como en este caso. De seguir su curso la denuncia y confirmarse las acusaciones, tendremos sentenciados a los primeros “twitteros terroristas”.
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