Terror: DF, el asalto final

Antonio Navalón

Lo malo, como lo bueno, casi siempre se anuncia. En los últimos tiempos, mi mayor temor confesado es —y ojalá me equivoque— que debido a la estrategia del terror a la que nuestro país está sometida corremos dos riesgos en particular: que el narcoterrorismo nos alcance (¿a qué le sonaron los disparos del sábado en el estadio de Torreón?) y que la única razón por la que no se puede decir que el Estado mexicano está en crisis total es porque la narcoviolencia aún no llega con toda su fuerza al Distrito Federal y al Estado de México.

Además, es necesario marcar la diferencia entre lo bien y lo mal hecho. Así, el debate respecto a la deuda de los estados se ha convertido en uno de los ejes de la nueva política económica.

Los gobernadores priístas deben ser conscientes de que, por mucho que su presidente se desgañite y hable de la nueva ley de coordinación fiscal y de una relación más respetuosa entre el poder federal y el de los estados, tienen diversos problemas. Gracias a la tierra de nadie en la que situó Fox a sus compañeros gobernadores, éstos se sirvieron del presupuesto con la cuchara grande; nadie les controló.

A cambio, el Gobierno federal obtuvo impunidad total para manejar el excedente petrolero y compró espacios políticos de comodidad para un régimen que, aunque no creó nada, sí destruyó mucho y no quiso tener —salvo el error histórico del desafuero de AMLO— ninguna otra encomienda de Estado.

Los gobernadores priístas ya pactan en lo oscurito con el secretario Cordero. Él seguirá siendo el candidato de Calderón pero no de su partido ni de sus compañeros, por ello prepara su salida que sólo tiene dos vertientes: o es candidato del PAN o se “sacrifica” por todos los mexicanos y renuncia a ser primer mandatario para seguir siendo un correcto administrador.

Por su parte, más vale que los priístas recuerden su propia historia. No se sabe si debe ser el binomio Peña-Moreira, pero sí se sabe que si empiezan a quebrarse y se dejan resquebrajar en una división permanente, entonces una vez más se quedarán frente a las puertas de Los Pinos y el presidente no será del PRI.

Hay que racionalizar el uso del dinero público y recomenzar la partida con un poco de juego limpio. Por eso resulta inaceptable que Molinar Horcasitas —con un historial que va desde la quema de los niños en Sonora (bien es verdad que de manera indirecta y como responsabilidad deducida de su cargo en aquel entonces) a su responsabilidad directa en que el país perdiera 50% de su capacidad de trasporte aéreo por el caso Mexicana, y tras una política que nos ha metido en la mayor guerra civil entre las compañías de telecomunicación y televisoras— sea quien explique con voz engolada lo moral y lo inmoral de la actuación del dinero de los estados.

Molinar debería recordar dónde estaba y qué hacía a la hora en la que la historia le llamaba; debería saber que no fueron los gobiernos priístas los que instalaron la barra libre del consumo de los estados, sino que eso es obra del panismo reinante desde el año 2000.

¿Alguien sabe qué pasará en los próximos días?

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