José Cárdenas
Al minuto de silencio por las 50 mil víctimas de la violencia que ahorca y mata siguieron seis horas de diálogo intenso. Verdades rotundas. Acusaciones y culpas. Protestas y propuestas. Perdones.
Ciudadanos y legisladores estuvieron en el Castillo de Chapultepec. Se sentaron uno al lado del otro, en la misma mesa. Se rompió el formato. Se relajó lo tieso.
Los políticos bajaron del pedestal. No había de otra. Tuvieron que aguantar las críticas al poder por omiso, cooptado y corrupto por enfocarse a privilegios y negocios. Por operar más a favor de los intereses partidistas que en beneficio de los ciudadanos. Por faltar a su palabra y al honor.
Javier Sicilia citó al poeta Ezra Pound: “Cuando un hombre traiciona su palabra, o su palabra no vale nada o ese hombre no vale nada”.
Habló con la voz del dolor de a de veras.
Legisladores de todos colores aceptaron su responsabilidad en el saldo de víctimas que ha dejado la lucha contra el crimen. Panistas y verdes pidieron perdón. Los priistas prefirieron guardar silencio.
Diputados y senadores hablaron de impulsar una ley de atención a las víctimas de la delincuencia; de la creación de un registro nacional de desaparecidos; de auditar a las policías federales. Se dijo mucho.
Al final, prevaleció la propuesta del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad en favor del diálogo para modificar las instituciones. De una reforma política que coloque los reclamos ciudadanos por encima del poder.
Una vez más, la voz del dolor demandó un esfuerzo extraordinario y humilde para evitar que la nación se precipite al caos irremediable.
Abrir las puertas a la verdad y cerrarlas a la mentira, la simulación y el engaño.
Que al Congreso entre la política y quede afuera el interés electoral. El lucro político. La mezquindad. Lo ruin.
Los legisladores aguantaron lo que sigue de una tunda.
El Poeta Rebelde exigió a los de traje, corbata y tacones marchar también por las rutas de la violencia nacional. Unir su dignidad, si la tienen, con los que reclaman la paz. O decir, de una vez por todas, si prefieren votar por la guerra.
Al final de la reunión, Javier Sicilia remató: “Venimos con buena voluntad. Estamos convencidos de que más allá de los personajes, intereses y partidos que representan, más allá de los justos reproches que les hacemos y de las fundadas dudas de que quienes nos dicen que estos diálogos no servirán para nada, estamos convencidos de que ustedes, al igual que se lo dijimos al Presidente de la República, pueden escuchar el latido humano de su corazón. El Estado no es un botín político, es lo que la nación ha ido construyendo con la sangre y el dolor de sus mejores hombres y mujeres”.
En tanto espacio sólo queda coincidir.
O sumamos o nos sumimos.
MONJE LOCO. Si algo quedó claro es que el Estado no debe temer a los ciudadanos. Que son los tiempos del diálogo que une a los distintos que son los mismos. Que ya no caben discordia y crispación. Ni violencia, negligencia ni corrupción. Ya se sabe, ya se supo.
Al minuto de silencio por las 50 mil víctimas de la violencia que ahorca y mata siguieron seis horas de diálogo intenso. Verdades rotundas. Acusaciones y culpas. Protestas y propuestas. Perdones.
Ciudadanos y legisladores estuvieron en el Castillo de Chapultepec. Se sentaron uno al lado del otro, en la misma mesa. Se rompió el formato. Se relajó lo tieso.
Los políticos bajaron del pedestal. No había de otra. Tuvieron que aguantar las críticas al poder por omiso, cooptado y corrupto por enfocarse a privilegios y negocios. Por operar más a favor de los intereses partidistas que en beneficio de los ciudadanos. Por faltar a su palabra y al honor.
Javier Sicilia citó al poeta Ezra Pound: “Cuando un hombre traiciona su palabra, o su palabra no vale nada o ese hombre no vale nada”.
Habló con la voz del dolor de a de veras.
Legisladores de todos colores aceptaron su responsabilidad en el saldo de víctimas que ha dejado la lucha contra el crimen. Panistas y verdes pidieron perdón. Los priistas prefirieron guardar silencio.
Diputados y senadores hablaron de impulsar una ley de atención a las víctimas de la delincuencia; de la creación de un registro nacional de desaparecidos; de auditar a las policías federales. Se dijo mucho.
Al final, prevaleció la propuesta del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad en favor del diálogo para modificar las instituciones. De una reforma política que coloque los reclamos ciudadanos por encima del poder.
Una vez más, la voz del dolor demandó un esfuerzo extraordinario y humilde para evitar que la nación se precipite al caos irremediable.
Abrir las puertas a la verdad y cerrarlas a la mentira, la simulación y el engaño.
Que al Congreso entre la política y quede afuera el interés electoral. El lucro político. La mezquindad. Lo ruin.
Los legisladores aguantaron lo que sigue de una tunda.
El Poeta Rebelde exigió a los de traje, corbata y tacones marchar también por las rutas de la violencia nacional. Unir su dignidad, si la tienen, con los que reclaman la paz. O decir, de una vez por todas, si prefieren votar por la guerra.
Al final de la reunión, Javier Sicilia remató: “Venimos con buena voluntad. Estamos convencidos de que más allá de los personajes, intereses y partidos que representan, más allá de los justos reproches que les hacemos y de las fundadas dudas de que quienes nos dicen que estos diálogos no servirán para nada, estamos convencidos de que ustedes, al igual que se lo dijimos al Presidente de la República, pueden escuchar el latido humano de su corazón. El Estado no es un botín político, es lo que la nación ha ido construyendo con la sangre y el dolor de sus mejores hombres y mujeres”.
En tanto espacio sólo queda coincidir.
O sumamos o nos sumimos.
MONJE LOCO. Si algo quedó claro es que el Estado no debe temer a los ciudadanos. Que son los tiempos del diálogo que une a los distintos que son los mismos. Que ya no caben discordia y crispación. Ni violencia, negligencia ni corrupción. Ya se sabe, ya se supo.
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