Carlos Ramírez / Indicador Político
1.- Antes que cualquier declaración contra los jefes de los cárteles que se apoderaron de espacios de la soberanía del Estadio, el subcomandante Javier Sicilia y sus asesores y sacerdotes zapatistas quieren sentar a las fuerzas armadas en la discusión de la ley de seguridad nacional pero no para escuchar posicionamientos o necesidades sino para hacerles juicio público.
Pero se trata del subcomandante Sicilia que se desentendió durante cinco años del problema de la inseguridad, que en esos años nunca dio una declaración contra el crimen organizado que había penetrado Morelos y que en ese tiempo fue ajeno al sufrimiento del pueblo, hasta que el Cártel del Pacífico Sur secuestró, torturó y asesinó a su hijo y en cinco meses quiere erigirse en la aduana política, moral y de reconfiguración del Estado y culpa a las fuerzas de seguridad de la muerte de su hijo a manos de narcos.
Por tanto, Sicilia no anda en busca de quien le infligió el dolor por la muerte de su hijo, sino quién se la va a pagar. De ahí que haya enfocado sus baterías no contra el crimen organizado que asesinó a su hijo ni contra los cárteles que han asesinado civiles al por mayor ni contra los capos que están volteando a la sociedad contra el Estado, sino contra el Estado y las fuerzas de seguridad que hace cinco años decidieron combatir a las bandas que había horadado la soberanía nacional y provocado el 95% de los muertos.
Pero el trasfondo del radicalismo del subcomandante Sicilia no son las víctimas sino Chiapas. Significa una definición moral, política y estratégica que el Sicilia haya perdonado rápidamente a los asesinos de su hijo que pertenecían al Cártel del Pacífico Sur, que debían muchas muertes y que fueron capturados por las fuerzas de seguridad y no a las fuerzas armadas cuyos miembros han sido asesinados, emboscados y atacados por las bandas criminales dejando familias de soldados en la orfandad. Ahora Sicilia quiere un enjuiciamiento público del Ejército.
Significa también una definición que el subcomandante Sicilia sea tan tibio en su condena a los mafiosos que han asesinado civiles, porque al final de cuentas existe una coincidencia en las acciones de los cárteles del crimen organizado y los disidentes políticos: los dos quieren derrotar al Estado, no devolverle la tranquilidad a la república. Tampoco es gratuita la agresión sistemática del subcomandante Sicilia y sus sacerdotes zapatistas contra las fuerzas armadas porque en materia de seguridad quieren ajustar cuentas con ellas por la derrotaron del EZLN en Chiapas.
Hay una actitud egoísta nada cristiana en el subcomandante Sicilia: Su silencio, pasividad y desdén durante cinco años a la lucha contra los cárteles y su furia bipolar durante cinco meses pero no contra los cárteles sino contra las fuerzas de seguridad que han diezmado a las bandas criminales.
2.- Cuando el gobierno zedillista aceptó a un coadjutor para el obispo Samuel Ruiz en Chiapas como una forma de acotar su activismo zapatista, hubo oposición a que el adjunto fuera el sacerdote Raúl Vera. La razón: Su formación como dominico y el papel de los dominicos como herederos de Bartolomé de las Casas en los temas de indigenismo y de derechos humanos. Negociadores gubernamentales con los zapatistas señalaron que Vera no iba a equilibrar el activismo de Ruiz sino que iba a crear un doble frente religioso contra el Estado.
El temor era válido. Mientras la comisión mexicana negociaba con el EZLN los Acuerdos de San Andrés con la presencia del obispo Samuel Ruiz en la mesa pero no como factor de estabilidad, sino como elemento de presión contra el Gobierno y a favor de los zapatistas, el coadjutor Vera tomó el papel de Ruiz y con su báculo recorría las comunidades indígenas para crear consensos en contra del gobierno y del Estado. Demasiado tarde se percató el gobierno zedillista de la jugada de Samuel Ruiz al aceptar un coadjutor. El entonces secretario de Gobernación, Emilio Chuayffet, no escuchó la argumentación del jefe de la comisión negociadora gubernamental, Marco Antonio Bernal, que la formación de Vera como dominico iba a crear un bifronte eclesiástico en el obispado de San Cristóbal de las Casas.
En este sentido hay que incluir al también sacerdote dominico Miguel Concha en el grupo del subcomandante Sicilia; Concha funciona como sacerdote cuando le conviene y como defensor de derechos humanos cuando necesita de mayor libertad política. Sin embargo, el origen dominico de Concha y su papel en el pasado como asesor del EZLN y del subcomandante Marcos se basaba en el enfoque de la iglesia progresista católica contra el Estado y sus instituciones de seguridad, sobre todo el ejército que derrotó y aisló al EZLN en Chiapas impidiéndole marchar como guerrilla en 1994 sobre la ciudad de México.
Los dominicos son una orden religiosa seguidora de fray Bartolomé de las Casas, quien estuvo en Chiapas apenas dos años pero dejó una profunda huella en el indigenismo. En su oficina del obispado en San Cristóbal, Samuel Ruiz tenía una pintura donde aparecía saludando a Bartolomé de las Casas, en un acercamiento a 450 años de distancia. Los debates políticos en las negociaciones de los Acuerdos se fijaron dos posiciones: los zapatistas y sus asesores religiosos acusaban al Estado de aplastar a los indígenas, pero la iglesia católica también fue acusada de usar la fe para dominar ideológicamente a los indios.
La presencia de dos importantes sacerdotes dominicos en el movimiento del subcomandante Sicilia relaciona políticamente la batalla zapatista en Chiapas con la lucha contra los cárteles del crimen organizado, teniendo como común denominador en ambas hechos el papel clave y fundamental del ejército como defensor del Estado y de la soberanía nacional.
Además, opino que Javier Sicilia y su movimiento deben exigir directamente la rendición incondicional a Joaquín El Chapo Guzmán, Ismael El Mayo Zambada, Servando Gómez La Tuta, Juan José El Azul Esparragoza, Vicente Carrillo Fuentes y demandar la entrega de su arsenal de armas, para ser juzgados como responsables de la violencia criminal en el tráfico de drogas.
1.- Antes que cualquier declaración contra los jefes de los cárteles que se apoderaron de espacios de la soberanía del Estadio, el subcomandante Javier Sicilia y sus asesores y sacerdotes zapatistas quieren sentar a las fuerzas armadas en la discusión de la ley de seguridad nacional pero no para escuchar posicionamientos o necesidades sino para hacerles juicio público.
Pero se trata del subcomandante Sicilia que se desentendió durante cinco años del problema de la inseguridad, que en esos años nunca dio una declaración contra el crimen organizado que había penetrado Morelos y que en ese tiempo fue ajeno al sufrimiento del pueblo, hasta que el Cártel del Pacífico Sur secuestró, torturó y asesinó a su hijo y en cinco meses quiere erigirse en la aduana política, moral y de reconfiguración del Estado y culpa a las fuerzas de seguridad de la muerte de su hijo a manos de narcos.
Por tanto, Sicilia no anda en busca de quien le infligió el dolor por la muerte de su hijo, sino quién se la va a pagar. De ahí que haya enfocado sus baterías no contra el crimen organizado que asesinó a su hijo ni contra los cárteles que han asesinado civiles al por mayor ni contra los capos que están volteando a la sociedad contra el Estado, sino contra el Estado y las fuerzas de seguridad que hace cinco años decidieron combatir a las bandas que había horadado la soberanía nacional y provocado el 95% de los muertos.
Pero el trasfondo del radicalismo del subcomandante Sicilia no son las víctimas sino Chiapas. Significa una definición moral, política y estratégica que el Sicilia haya perdonado rápidamente a los asesinos de su hijo que pertenecían al Cártel del Pacífico Sur, que debían muchas muertes y que fueron capturados por las fuerzas de seguridad y no a las fuerzas armadas cuyos miembros han sido asesinados, emboscados y atacados por las bandas criminales dejando familias de soldados en la orfandad. Ahora Sicilia quiere un enjuiciamiento público del Ejército.
Significa también una definición que el subcomandante Sicilia sea tan tibio en su condena a los mafiosos que han asesinado civiles, porque al final de cuentas existe una coincidencia en las acciones de los cárteles del crimen organizado y los disidentes políticos: los dos quieren derrotar al Estado, no devolverle la tranquilidad a la república. Tampoco es gratuita la agresión sistemática del subcomandante Sicilia y sus sacerdotes zapatistas contra las fuerzas armadas porque en materia de seguridad quieren ajustar cuentas con ellas por la derrotaron del EZLN en Chiapas.
Hay una actitud egoísta nada cristiana en el subcomandante Sicilia: Su silencio, pasividad y desdén durante cinco años a la lucha contra los cárteles y su furia bipolar durante cinco meses pero no contra los cárteles sino contra las fuerzas de seguridad que han diezmado a las bandas criminales.
2.- Cuando el gobierno zedillista aceptó a un coadjutor para el obispo Samuel Ruiz en Chiapas como una forma de acotar su activismo zapatista, hubo oposición a que el adjunto fuera el sacerdote Raúl Vera. La razón: Su formación como dominico y el papel de los dominicos como herederos de Bartolomé de las Casas en los temas de indigenismo y de derechos humanos. Negociadores gubernamentales con los zapatistas señalaron que Vera no iba a equilibrar el activismo de Ruiz sino que iba a crear un doble frente religioso contra el Estado.
El temor era válido. Mientras la comisión mexicana negociaba con el EZLN los Acuerdos de San Andrés con la presencia del obispo Samuel Ruiz en la mesa pero no como factor de estabilidad, sino como elemento de presión contra el Gobierno y a favor de los zapatistas, el coadjutor Vera tomó el papel de Ruiz y con su báculo recorría las comunidades indígenas para crear consensos en contra del gobierno y del Estado. Demasiado tarde se percató el gobierno zedillista de la jugada de Samuel Ruiz al aceptar un coadjutor. El entonces secretario de Gobernación, Emilio Chuayffet, no escuchó la argumentación del jefe de la comisión negociadora gubernamental, Marco Antonio Bernal, que la formación de Vera como dominico iba a crear un bifronte eclesiástico en el obispado de San Cristóbal de las Casas.
En este sentido hay que incluir al también sacerdote dominico Miguel Concha en el grupo del subcomandante Sicilia; Concha funciona como sacerdote cuando le conviene y como defensor de derechos humanos cuando necesita de mayor libertad política. Sin embargo, el origen dominico de Concha y su papel en el pasado como asesor del EZLN y del subcomandante Marcos se basaba en el enfoque de la iglesia progresista católica contra el Estado y sus instituciones de seguridad, sobre todo el ejército que derrotó y aisló al EZLN en Chiapas impidiéndole marchar como guerrilla en 1994 sobre la ciudad de México.
Los dominicos son una orden religiosa seguidora de fray Bartolomé de las Casas, quien estuvo en Chiapas apenas dos años pero dejó una profunda huella en el indigenismo. En su oficina del obispado en San Cristóbal, Samuel Ruiz tenía una pintura donde aparecía saludando a Bartolomé de las Casas, en un acercamiento a 450 años de distancia. Los debates políticos en las negociaciones de los Acuerdos se fijaron dos posiciones: los zapatistas y sus asesores religiosos acusaban al Estado de aplastar a los indígenas, pero la iglesia católica también fue acusada de usar la fe para dominar ideológicamente a los indios.
La presencia de dos importantes sacerdotes dominicos en el movimiento del subcomandante Sicilia relaciona políticamente la batalla zapatista en Chiapas con la lucha contra los cárteles del crimen organizado, teniendo como común denominador en ambas hechos el papel clave y fundamental del ejército como defensor del Estado y de la soberanía nacional.
Además, opino que Javier Sicilia y su movimiento deben exigir directamente la rendición incondicional a Joaquín El Chapo Guzmán, Ismael El Mayo Zambada, Servando Gómez La Tuta, Juan José El Azul Esparragoza, Vicente Carrillo Fuentes y demandar la entrega de su arsenal de armas, para ser juzgados como responsables de la violencia criminal en el tráfico de drogas.
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