San Lázaro, el reloj y la cobija

José Cárdenas

Viene una década de frío. El mercado gringo se encogerá más. Para los socios de EU habrá catarros y pulmonías.


Pensé que México le ofrecería al señor Barack Obama su invento más refinado. El último recurso político antes de declarar la quiebra de las finanzas del país más poderoso de la Tierra. Nuestro “relojazo” legislativo.

Faltó así de poquito.

Finalmente no fue necesario prestar el artefacto. Llegó antes el acuerdo con John Boehner y los duros republicanos, ratificado por mayoría del Senado, y con la complacencia de los tiquismisquis del Tea Party.

Ahora los conservadores le amarran las manos al Presidente de EU. Le impiden contratar más deuda. Le siembran de espinas el camino a la reelección.

Emoción, rabia, dramatismo, lágrimas y abrazos se multiplican en los corredores del poder, en Washington. Entre los demócratas, pocos festejan tanto realismo. Se mantienen por ahora los gastos sociales del presupuesto 2011, como el Medicare, pero los gobiernos se comprometen (más allá de la administración actual) a recortar el gasto en dos millones 400 mil millones de dólares en los próximos diez años.

El premio Nobel de Economía Paul Krugman escribe en The New York Times: “El Presidente se rinde”, y advierte: “Lo peor es reducir el gasto del gobierno cuando una economía está deprimida. Es algo que no ha funcionado en ningún lado. El acuerdo hará recorrer a EU un buen trecho hacia el estatus de una república bananera” (¿se habrá inspirado en Javier Sicilia?).

Mientras Boehner aplaude el acuerdo como “un gran triunfo” (lo es para la derecha política y financiera más ortodoxa), el líder demócrata, Harry Reid, dibuja con nitidez el ánimo de los estadunidenses: “La gente a la derecha está disgustada, la gente a la izquierda también está disgustada y en el centro la gente está perturbada”.

Así suelen ser las decisiones de política económica en estos tiempos. Se opta entre lo malo y lo menos malo. No es hora de vacas gordas.

Viene una década de frío. El mercado gringo se encogerá más. Para los socios de EU habrá catarros y pulmonías.

El reloj de San Lázaro se queda en casa. Seguirá guardado un rato más. Quizá sea necesario utilizarlo dentro de un par de meses, cuando el secretario de Hacienda, Ernesto Cordero, proponga el Presupuesto federal 2012.

Nuestro reloj legislativo es el único que detiene el tiempo. Ante cualquier atorón grave, se desconecta y ya. Los diputados salen del sistema solar y se refugian en un hoyo negro. En el infinito y más allá.

¿Si ya no hace falta exportar el reloj de San Lázaro, orgullo de nuestra picardía política, habrá que mandarles cobijas?

MONJE LOCO. ¿Y ahora Ernesto Cordero asumirá la impopular tarea de dar la mala noticia de un ajuste a la baja en la perspectiva del crecimiento de la economía mexicana para 2012 (de 5 puntos a 4.5 o menos), como consecuencia del reajuste financiero y la consiguiente desaceleración de Estados Unidos? Nadie sabe, nadie supo.

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