Repelerse y necesitarse

¿AMLO o Ebrard?
Posesión, más que posición
Oaxaca, demagogia justiciera

Julio Hernández / Astillero


La izquierda electoral acelera la resolución de la interrogante de mayor trascendencia que ha tenido desde que cinco años atrás le fue cerrado el paso a la Presidencia de la República: ¿Ebrard o López Obrador?

No es, desde luego, un asunto a definir a partir de meras consideraciones personales de los contendientes, sino del talante y objetivos que esa izquierda electoral se trace para 2012 cuando, según los indicios ampliamente publicitados por quienes así resultan beneficiados, todo apuntaría a que el PRI estaría en mejores condiciones que cualquier otra fuerza política para hacerse de ese poder hoy ensangrentado y turbulento.

Parte de la trama oscura y morbosa que rodea este proceso de definiciones internas radica en que los segmentos en competencia se repelen y se necesitan con tanta pasión como pragmatismo, a tal grado que, aun cuando mutuamente se suministran dosis aniquilantes de descalificaciones e improperios, son incapaces de romper una con otra porque a fin de cuentas, y en el contexto específico del rejuego partidista en que ambas fuerzas competidoras se mueven, saben que prescindir unos de otros significaría facilitar y casi garantizar el triunfo de actores ajenos, en especial el priísmo, si el curso comicial se mantiene más o menos dentro de rangos pacíficos y tradicionales, o el panismo belicista si las cosas se descomponen aún más y las elecciones acaban siendo definidas por factores armados, tanto los delincuenciales supuestamente fuera de control como los gubernamentales orientados a garantizar el continuismo del régimen calderonista.

En tal escenario, AMLO se queja de traiciones del aparato perredista lo mismo que considera el acto de los Demócratas de Izquierda, en favor de MEC, como la más reciente manipulación de la clase dominante contra nosotros (entrevista con Rosa Elvira Vargas en Fortín de las Flores, Veracruz), pero asegura estar absolutamente decidido a sostener el pacto con el jefe de gobierno para encontrar al mejor posicionado. Ebrard, por su parte, usa la fuerza infiltrada de sus asociados chuchos, amalios y demás para que desde esos flancos se insista en la inviabilidad práctica de la insistencia lopezobradorista, acusando de antemano al tabasqueño de empecinarse en una segunda candidatura que no sólo no tendrá la fuerza de la primera oportunidad, sino que en 2012 podría significar un grave retroceso para la izquierda en general.

Entrampados en esa rijosidad de límites definidos por la mutua necesidad en términos de institucionalidad electoral, los adversarios se encaminan a la búsqueda de definir no solamente la mejor posición, sino la mejor posesión: AMLO posee un voto duro, activo, implacable, que muy difícilmente aceptaría que su guía declinara en favor de un Ebrard al que presuntamente sí dejarían pasar los mismos factores de poder real que impidieron en 2006 el arribo del tabasqueño a Palacio Nacional. Y MEC posee una mescolanza de intereses y arreglos con poderes reales, entre ellos el calderonismo en sí, más algún gobernador aliancista desperdigado, y los poseedores del control estructural de la franquicia llamada PRD, los Chuchos siempre dispuestos a la mejor transacción posible.

De la resolución de ese problema dependerán muchos años de la izquierda. Si ganaran el desánimo o su contrario, la tozudez, en las filas lopezobradoristas, y se acabara cediendo el paso en el PRD al marcelismo, el futuro inmediato se concentraría en la lucha de elites entre el priísmo peñanietista y el priísmo camachista de reflujo, con la izquierda institucional convertida en pálida pieza de acompañamiento esperanzada solamente en el reparto de regalías luego del corte de taquilla. Si no hay arreglo digno y viable entre esas fuerzas de izquierda (ésas son las que hay, con ellas hay que trabajar), la postulación de AMLO podría quedar como un segundo intento glorioso, merecedor de reconocimiento pero políticamente insuficiente. Ése es el drama de la izquierda electoral. Es decir, en el fondo, el resultado neto de sus años de indefiniciones, distorsiones y errores.

Astillas

Ayer el diputado Flavio Sosa hizo en la tribuna del congreso local una crítica a fondo de lo que sucede en la administración de Gabino Cué (http://j.mp/pKcZCV). Entre otras cosas, aseguró, la sociedad oaxaqueña, sobreviviente al régimen de terror y lastimada por el desfalco de la pasada administración gubernamental, demanda acciones claras para castigar a quienes hayan sido responsables de la corrupción reinante, el abuso del poder, la violación a los derechos humanos y al estado de derecho. Falta pasar de las denuncias mediáticas por corrupción al inicio y desahogo de los procesos, para poder aspirar a la justicia. Sin justicia es imposible aspirar a la democracia. Sin justicia, la democracia es demagogia. Sosa advirtió: Y de la esperanza al descontento hay un solo paso. Tras más de un año de los comicios históricos de 2010 y casi nueve meses del nuevo gobierno, hay factores diversos que ponen en riesgo los avances alcanzados. Externos, sí, como quienes arrojaron por la borda los remos y ahora cuestionan la falta de avance, pero también, es importante dejarlo claro, también factores internos... Que dice bla, bla, Blake que la presencia en México de agentes extranjeros, como los pertenecientes a la CIA y la FBI, está plenamente apegada a la Constitución, los tratados internacionales, las leyes y demás lindos productos que adornan la vitrina jurídica mexicana... En Veracruz está sucediendo lo que, por ejemplo, pasó en Nuevo León. Gobernadores fuertes, que contenían al narcotráfico por excelsitud política o por entendimientos complicitarios, dejaron como sucesores a personajes de menor talla política, meros guardaespaldas de negocios públicos y privados, que han sido rebasados de inmediato por las fuerzas delictivas ya sin arreglo firme. Rodrigo Medina, en Nuevo León, y ahora Javier Duarte en Veracruz, hacen pagar a sus ciudadanos los desajustes político-mercantiles desatados a partir de la transmisión del poder contaminado... ¡Hasta mañana!

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