Jorge Fernández Menéndez
¿A quién le importa si Marcelo Ebrard es de izquierda o de centro? Es más ¿quién puede definir hoy dónde se ubican la izquierda, el centro, la derecha en el escenario político? En lo personal, siempre he creído que, por ejemplo, Andrés Manuel López Obrador es un restaurador conservador: su discurso podrá ser muy nacionalista, su oposición al gobierno muy ruda, sus denuncias contra “la mafia que nos robó el poder” insistentes, pero eso no lo hace de izquierda, mucho menos que simpatice con el régimen cubano o el de Hugo Chávez, tan autoritarios como el tabasqueño.
Se podrá decir que el ser o no izquierda se define por la actitud ante el capital privado. En parte es verdad y Ebrard reconoce que quiere una economía abierta, pero siguiendo con nuestra comparación, no es que López Obrador no haya hecho negocios con la iniciativa privada: denuncia a la “mafia” como un grupo de poder económico, pero trabajó y mucho con otros grupos. Recuerdo en su registro como candidato presidencial para el 2006 cómo la primera fila de invitados estaba ocupada por los empresarios constructores que hicieron tan buenos negocios con el GDF en aquellos años.
¿La actitud ante el dinero definirá las posiciones en la geometría política? Resulta indudable que René Bejarano y Dolores Padierna se han convertido, siempre lo fueron, en operadores privilegiados del ex jefe de gobierno y son ellos los que más insisten en que Ebrard no es de izquierda como su jefe López Obrador. Lo cierto es que han pasado ya seis años y Bejarano no nos explica a dónde fue a parar el dinero con el que extorsionaba a Carlos Ahumada. ¿Es de izquierda extorsionar empresarios?, ¿el fin justifica los medios?
Visto el debate reciente se podrá argumentar que es el pasado lo que determina el ser o no de izquierda. Esa consideración siempre fue imposible de sostener, pero si vamos a eso, resulta que López Obrador, como la mayoría de los dirigentes del PRD, tienen origen en fuerzas que no eran en absoluto de izquierda. Ebrard fue un importante dirigente durante el salinismo en el DF, eso es inocultable, pero casi al mismo tiempo López Obrador era el presidente del PRI en Tabasco con López Portillo y se encargaba, personalmente, de escribir el himno de ese partido en su estado natal. No se fue del PRI por divergencias ideológicas, sino porque le quitaron la presidencia del partido y le impidieron ser presidente municipal de Macuspana.
Creo que fue Ludolfo Paramio, un conocido teórico español, uno de los que buceó en qué era la identidad de izquierda después “del diluvio” como él le llamaba a la caída del Muro de Berlín. Y Paramio decía, con otras palabras, que el ser o no de izquierda en la actualidad se definía, en buena medida, por la posición ante las libertades individuales, los derechos, las obligaciones sociales y la democracia.
Y básicamente por la tolerancia. Y en ese sentido, no cabe duda que el gobierno de Ebrard en el DF, e incluso su trayectoria anterior, ha sido mucho más liberal y tolerante que la de López Obrador. Durante su administración el ex candidato presidencial nunca realizó reformas que ampliaran derechos y libertades individuales, se cerró ante los críticos y los descalificó, no dio y no da hasta el día de hoy una entrevista con alguien que tenga un discurso crítico a su persona, calificó como pirruris a quienes protestaban por la inseguridad. Se podrá estar o no de acuerdo con las reformas impulsadas durante el gobierno de Ebrard, pero esas son en buena medida lo que marcan las diferencias entre el progresismo y el conservadurismo (que creo que es una distinción mucho más clara que la izquierda y la derecha).
En lo personal siempre he considerado a Ebrard, y lo conozco desde hace muchos años, como un liberal en términos personales progresista y bastante más tolerante que muchos de sus compañeros de partido. ¿Alcanza para calificarlo de izquierda? No lo sé, creo que no me importa y tampoco le importa demasiado a la gente. Si sé que me parece un hombre de Estado mucho mejor formado que López Obrador y que tiene una visión global de las cosas de la que no goza su rival interno en el PRD. En última instancia habrá que ver si el PRD y los que se denominan a sí mismos de izquierda quieren un candidato liberal y progresista competitivo entre la gente o un candidato que represente ese conservadurismo nacionalista, restaurador, que tantas veces se dice de izquierda sin serlo.
¿A quién le importa si Marcelo Ebrard es de izquierda o de centro? Es más ¿quién puede definir hoy dónde se ubican la izquierda, el centro, la derecha en el escenario político? En lo personal, siempre he creído que, por ejemplo, Andrés Manuel López Obrador es un restaurador conservador: su discurso podrá ser muy nacionalista, su oposición al gobierno muy ruda, sus denuncias contra “la mafia que nos robó el poder” insistentes, pero eso no lo hace de izquierda, mucho menos que simpatice con el régimen cubano o el de Hugo Chávez, tan autoritarios como el tabasqueño.
Se podrá decir que el ser o no izquierda se define por la actitud ante el capital privado. En parte es verdad y Ebrard reconoce que quiere una economía abierta, pero siguiendo con nuestra comparación, no es que López Obrador no haya hecho negocios con la iniciativa privada: denuncia a la “mafia” como un grupo de poder económico, pero trabajó y mucho con otros grupos. Recuerdo en su registro como candidato presidencial para el 2006 cómo la primera fila de invitados estaba ocupada por los empresarios constructores que hicieron tan buenos negocios con el GDF en aquellos años.
¿La actitud ante el dinero definirá las posiciones en la geometría política? Resulta indudable que René Bejarano y Dolores Padierna se han convertido, siempre lo fueron, en operadores privilegiados del ex jefe de gobierno y son ellos los que más insisten en que Ebrard no es de izquierda como su jefe López Obrador. Lo cierto es que han pasado ya seis años y Bejarano no nos explica a dónde fue a parar el dinero con el que extorsionaba a Carlos Ahumada. ¿Es de izquierda extorsionar empresarios?, ¿el fin justifica los medios?
Visto el debate reciente se podrá argumentar que es el pasado lo que determina el ser o no de izquierda. Esa consideración siempre fue imposible de sostener, pero si vamos a eso, resulta que López Obrador, como la mayoría de los dirigentes del PRD, tienen origen en fuerzas que no eran en absoluto de izquierda. Ebrard fue un importante dirigente durante el salinismo en el DF, eso es inocultable, pero casi al mismo tiempo López Obrador era el presidente del PRI en Tabasco con López Portillo y se encargaba, personalmente, de escribir el himno de ese partido en su estado natal. No se fue del PRI por divergencias ideológicas, sino porque le quitaron la presidencia del partido y le impidieron ser presidente municipal de Macuspana.
Creo que fue Ludolfo Paramio, un conocido teórico español, uno de los que buceó en qué era la identidad de izquierda después “del diluvio” como él le llamaba a la caída del Muro de Berlín. Y Paramio decía, con otras palabras, que el ser o no de izquierda en la actualidad se definía, en buena medida, por la posición ante las libertades individuales, los derechos, las obligaciones sociales y la democracia.
Y básicamente por la tolerancia. Y en ese sentido, no cabe duda que el gobierno de Ebrard en el DF, e incluso su trayectoria anterior, ha sido mucho más liberal y tolerante que la de López Obrador. Durante su administración el ex candidato presidencial nunca realizó reformas que ampliaran derechos y libertades individuales, se cerró ante los críticos y los descalificó, no dio y no da hasta el día de hoy una entrevista con alguien que tenga un discurso crítico a su persona, calificó como pirruris a quienes protestaban por la inseguridad. Se podrá estar o no de acuerdo con las reformas impulsadas durante el gobierno de Ebrard, pero esas son en buena medida lo que marcan las diferencias entre el progresismo y el conservadurismo (que creo que es una distinción mucho más clara que la izquierda y la derecha).
En lo personal siempre he considerado a Ebrard, y lo conozco desde hace muchos años, como un liberal en términos personales progresista y bastante más tolerante que muchos de sus compañeros de partido. ¿Alcanza para calificarlo de izquierda? No lo sé, creo que no me importa y tampoco le importa demasiado a la gente. Si sé que me parece un hombre de Estado mucho mejor formado que López Obrador y que tiene una visión global de las cosas de la que no goza su rival interno en el PRD. En última instancia habrá que ver si el PRD y los que se denominan a sí mismos de izquierda quieren un candidato liberal y progresista competitivo entre la gente o un candidato que represente ese conservadurismo nacionalista, restaurador, que tantas veces se dice de izquierda sin serlo.
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