Miguel Ángel Granados Chapa
El descabezamiento de la Procuraduría General de la República es la viva imagen de su deterioro. Se ha anunciado la depuración de la dependencia mediante el reemplazo de 21 delegados en otras tantas entidades de la República. Pero por lo menos tres más fueron removidos en las semanas recientes. De igual manera, hace un mes que renunció la subprocuradora Dilicya Samantha García Espinosa de los Monteros, que ejerció su cargo sólo 3 meses, luego de su nombramiento por la procuradora Marisela Morales.
Antes de que ella misma cumpliera un mes en su cargo, y en su ausencia como señal de desdén, el almirante Wilfrido Robledo dimitió de la cabeza de la Policía Federal Ministerial, nombre legal y verdadero de lo que se insiste en llamar, como si eso la dotara de prestigio, Agencia Federal de Investigación, AFI.
Es grande la tentación de comparar a la procuraduría federal con los establos de Augias, el rey que en la mitología griega era poseedor de grandes hatos de ganado a los que albergaba en instalaciones que hedían cada día más porque el estiércol de las vacas no era removido nunca. Hasta que apareció Hércules que, en cumplimiento de su quinta hazaña dejó esas instalaciones flamantes, en un solo día. Claro que no realizó la operación a mano, tarea imposible, sino que se las ingenió para desviar dos ríos hacia los establos, cuyos caudales dejó fluir de manera que la corriente realizara la limpieza que aumentó la fama universal del forzudo e inteligente héroe.
Para nuestro infortunio, no hay un Hércules a la mano que logre depurar al personal de la PGR de modo cabal, para imprimir eficacia al órgano del Ejecutivo federal encargado de la persecución de los delitos. Una y otra vez, ante la evidencia de corrupción y negligencia, por citar sólo dos de los lastres que afectan a esa institución, se anuncian purgas que “ahora sí” higienizarán las oficinas de todo nivel del Ministerio Público Federal. Pero son anuncios las más de las veces carentes de contenido o que surten efectos sólo provisionalmente.
Cada procurador se asombra o enfurece, supongo, cuando conoce el estado en que recibe la dependencia a su cargo. Y por ello resuelve lavarla. En este mismo sexenio, el primero de los tres titulares designados por el presidente Calderón emprendió una espectacular Operación limpieza. Entre 2008 y 2009 fueron removidos veinticinco funcionarios del más alto nivel, entre ellos el subprocurador Noé Ramírez Mandujano, que está en prisión sujeto a proceso por los nexos con el crimen organizado que se le atribuyen. Su vacante fue ocupada por la actual procuradora, que ascendió al rango inmediato superior no obstante que su desempeño al frente de la SIEDO (la subprocuraduría a cargo de investigar a la delincuencia organizada) fue notoriamente insuficiente y fallido. Quizá por eso se la designó, pues al parecer en esta administración el objetivo no es lavar la casa, sino achicarla y dejarla en condiciones precarísimas, que le impidan realizar sus funciones constitucionales.
De varios modos parece que de eso se trata. Esta misma semana la revista Proceso muestra como su material principal el grado de penetración que agentes de la DEA realizan en perjuicio de la PGR, aunque con su avenimiento. Dadas las magras condiciones en que sobrevive la Policía Federal Ministerial, que en un breve lapso se llamó policía federal de investigación, la DEA toma a su cargo un número creciente de indagaciones, capturas e interrogatorios. Cuando se marchó en abril pasado Robledo, denunció en un documento interno el deplorable estado de la Policía a que dirigió unos cuantos meses. Además de su diagnóstico, es público que esa corporación es ya una oficina marginal en el ámbito policiaco, arrinconada por la Policía Federal.
El auge organizativo de este cuerpo representa una victoria del secretario Genaro García Luna. Eran conocidas sus diferencias y aun querellas con el procurador Eduardo Medina Mora, en un conflicto que se resolvió con el reemplazo del procurador y su envió a la corte de Saint James, a orillas del Támesis. Desde el principio de esta administración, y valido de su ascendiente sobre Calderón, García Luna se encaminó hacia su ideal organizativo, la Policía Única. Consiguió que su jefe confiara el mando de las dos policías federales, la AFI y la PFP a una sola persona, Ardelio Vargas, después diputado priísta y hoy secretario de Seguridad en Puebla, dentro del gobierno aliancista (panista-panalista en realidad) de Rafael Moreno Valle.
Aunque no prosperó la unificación de las policías, García Luna ganó para la suya la facultad de investigación y la de capturar a quienes lo ordene la justicia, funciones hasta ahora reservadas al Ministerio Público a través de su órgano policíaco. Hoy éste languidece, descabezado no sólo por negligencia, sino como parte de una estrategia cuyos perfiles se dibujan cada día con mayor nitidez.
¿Cómo serán sustituidos los veintitantos delegados a los que se ha despedido en los días recientes? Algunos de ellos fueron nombrados por el procurador Arturo Chávez Chávez apenas unas semanas antes de ser cesado.
Al parecer fueron designaciones desatinadas. Nada garantiza que las que ahora se emprendan serán de signo contrario. Tradicionalmente, el reclutamiento del personal de alto nivel de la PGR se realizó con base en recomendaciones, no necesariamente desinteresadas, o para satisfacer compromisos políticos. No hay una vía de incorporación y ascenso basada en méritos medibles. Debe haberla..
El descabezamiento de la Procuraduría General de la República es la viva imagen de su deterioro. Se ha anunciado la depuración de la dependencia mediante el reemplazo de 21 delegados en otras tantas entidades de la República. Pero por lo menos tres más fueron removidos en las semanas recientes. De igual manera, hace un mes que renunció la subprocuradora Dilicya Samantha García Espinosa de los Monteros, que ejerció su cargo sólo 3 meses, luego de su nombramiento por la procuradora Marisela Morales.
Antes de que ella misma cumpliera un mes en su cargo, y en su ausencia como señal de desdén, el almirante Wilfrido Robledo dimitió de la cabeza de la Policía Federal Ministerial, nombre legal y verdadero de lo que se insiste en llamar, como si eso la dotara de prestigio, Agencia Federal de Investigación, AFI.
Es grande la tentación de comparar a la procuraduría federal con los establos de Augias, el rey que en la mitología griega era poseedor de grandes hatos de ganado a los que albergaba en instalaciones que hedían cada día más porque el estiércol de las vacas no era removido nunca. Hasta que apareció Hércules que, en cumplimiento de su quinta hazaña dejó esas instalaciones flamantes, en un solo día. Claro que no realizó la operación a mano, tarea imposible, sino que se las ingenió para desviar dos ríos hacia los establos, cuyos caudales dejó fluir de manera que la corriente realizara la limpieza que aumentó la fama universal del forzudo e inteligente héroe.
Para nuestro infortunio, no hay un Hércules a la mano que logre depurar al personal de la PGR de modo cabal, para imprimir eficacia al órgano del Ejecutivo federal encargado de la persecución de los delitos. Una y otra vez, ante la evidencia de corrupción y negligencia, por citar sólo dos de los lastres que afectan a esa institución, se anuncian purgas que “ahora sí” higienizarán las oficinas de todo nivel del Ministerio Público Federal. Pero son anuncios las más de las veces carentes de contenido o que surten efectos sólo provisionalmente.
Cada procurador se asombra o enfurece, supongo, cuando conoce el estado en que recibe la dependencia a su cargo. Y por ello resuelve lavarla. En este mismo sexenio, el primero de los tres titulares designados por el presidente Calderón emprendió una espectacular Operación limpieza. Entre 2008 y 2009 fueron removidos veinticinco funcionarios del más alto nivel, entre ellos el subprocurador Noé Ramírez Mandujano, que está en prisión sujeto a proceso por los nexos con el crimen organizado que se le atribuyen. Su vacante fue ocupada por la actual procuradora, que ascendió al rango inmediato superior no obstante que su desempeño al frente de la SIEDO (la subprocuraduría a cargo de investigar a la delincuencia organizada) fue notoriamente insuficiente y fallido. Quizá por eso se la designó, pues al parecer en esta administración el objetivo no es lavar la casa, sino achicarla y dejarla en condiciones precarísimas, que le impidan realizar sus funciones constitucionales.
De varios modos parece que de eso se trata. Esta misma semana la revista Proceso muestra como su material principal el grado de penetración que agentes de la DEA realizan en perjuicio de la PGR, aunque con su avenimiento. Dadas las magras condiciones en que sobrevive la Policía Federal Ministerial, que en un breve lapso se llamó policía federal de investigación, la DEA toma a su cargo un número creciente de indagaciones, capturas e interrogatorios. Cuando se marchó en abril pasado Robledo, denunció en un documento interno el deplorable estado de la Policía a que dirigió unos cuantos meses. Además de su diagnóstico, es público que esa corporación es ya una oficina marginal en el ámbito policiaco, arrinconada por la Policía Federal.
El auge organizativo de este cuerpo representa una victoria del secretario Genaro García Luna. Eran conocidas sus diferencias y aun querellas con el procurador Eduardo Medina Mora, en un conflicto que se resolvió con el reemplazo del procurador y su envió a la corte de Saint James, a orillas del Támesis. Desde el principio de esta administración, y valido de su ascendiente sobre Calderón, García Luna se encaminó hacia su ideal organizativo, la Policía Única. Consiguió que su jefe confiara el mando de las dos policías federales, la AFI y la PFP a una sola persona, Ardelio Vargas, después diputado priísta y hoy secretario de Seguridad en Puebla, dentro del gobierno aliancista (panista-panalista en realidad) de Rafael Moreno Valle.
Aunque no prosperó la unificación de las policías, García Luna ganó para la suya la facultad de investigación y la de capturar a quienes lo ordene la justicia, funciones hasta ahora reservadas al Ministerio Público a través de su órgano policíaco. Hoy éste languidece, descabezado no sólo por negligencia, sino como parte de una estrategia cuyos perfiles se dibujan cada día con mayor nitidez.
¿Cómo serán sustituidos los veintitantos delegados a los que se ha despedido en los días recientes? Algunos de ellos fueron nombrados por el procurador Arturo Chávez Chávez apenas unas semanas antes de ser cesado.
Al parecer fueron designaciones desatinadas. Nada garantiza que las que ahora se emprendan serán de signo contrario. Tradicionalmente, el reclutamiento del personal de alto nivel de la PGR se realizó con base en recomendaciones, no necesariamente desinteresadas, o para satisfacer compromisos políticos. No hay una vía de incorporación y ascenso basada en méritos medibles. Debe haberla..
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