Pepe y Pepa Botella

Francisco Rodríguez / Índice Político

El nepotismo hace presa de todos los partidos políticos, confirmando así que éstos sólo sirven para el enriquecimiento, la adquisición y el mantenimiento de poder para las élites, lo que en la práctica se convierte en un pragmatismo sin ética, en un populismo que se evidencia en las dádivas a los pobres, en el consecuente clientelismo y, claro, en un patrimonialismo rampante, pues se considera la política como asunto privado, familiar, lo que a su vez hace florecer a la corrupción.

Los mecanismos tradicionalmente erigidos (partidos, procesos electorales, representación, etc.) y reconocidos como legítimos para “hacer política” están en crisis. Ya han perdido el reconocimiento de amplios sectores de la sociedad.

Eso quiere decir que la mayoría de la población no se reconoce en estos procesos. Un ejemplo serían las “exitosas” elecciones recientes en el Estado de México, donde el triunfador se alzó con la victoria con menos del 25% de los potenciales sufragantes de esa entidad.

Es por tal que la política se ha elitizado más, quedando limitada a las instituciones tradicionales, mientras que esas mismas instituciones tradicionales se cierran cada vez más, en un instinto de supervivencia y corporativismo.

Todo ello provoca una mayor pérdida de legitimidad. Y por ello hay gobernantes ya que no gobiernan.

El que la política sea un asunto de familia, mantiene nepotes en prácticamente todos los partidos políticos.

Ahí está el presidente del PRI que convirtió a su hermano en su sucesor al gobierno de Coahuila. Ahora la hermana del ocupante de Los Pinos que busca la gubernatura michoacana.

Pero también están ahí el hijo del fundador del Verde, dirigiéndolo sempiternamente. O la hija de la lideresa fundadora de Nueva Alianza, como segunda de a bordo de Nueva Alianza.

Ante este panorama, ¿cómo pensar en nuevas formas de hacer política, creando nuevas institucionalidades democráticas, alejadas de los vicios que conlleva el nepotismo?

Esta debiera ser una tarea para las organizaciones de la sociedad civil, puesto que la mayoría de los partidos están volcados exclusivamente a las disputas electorales, matizadas ahora por las pugnas de famiglia.

En nuestro caso, por ejemplo, la reforma política está presente en la agenda de los parlamentarios desde hace varios años –a partir de 1977, para ser precisos–, pero siempre orientada por intereses electorales y partidarios, o por grandes escándalos de corrupción. Es el llamado casuismo electoral: en general, modificaciones de corto plazo y de corta duración. Un ejemplo es el de la reelección legislativa. Otro, el de las prerrogativas en medios de comunicación y, por supuesto, pecuniarias.

Es por esto que la mayoría de la población concibe a la reforma política como una mera reforma del sistema electoral… que invariablemente favorece a los políticos pero no a los ciudadanos.

El tema de la reforma política está presente también en las discusiones académicas y en los medios de difusión. En el ámbito académico, más como un objeto de estudio o investigación, y en los medios, casi siempre, como la solución de todos los males del país o tratada de forma peyorativa. En los dos casos, se la considera como un instrumento para mejorar la gobernabilidad del Estado (mantener las elites en el poder) o aumentar su eficiencia (cómo atender mejor los intereses de las elites).

En el ámbito de la sociedad civil organizada, de las organizaciones y los movimientos que defienden el interés público – aquí entendido como los intereses de la mayoría de la población y la radicalización de la democracia –, la reforma política está insertada en un contexto más amplio, que necesariamente implica cambios en el sistema político, en la cultura política, en la sociedad y en el propio Estado.

Lo que, en síntesis, debemos entender por reforma política la reforma del propio proceso de decisión, por lo tanto, la reforma del poder y de la forma de ejercerlo.

Para que no haya más “orgullos de sus nepotismos”. Ni caballos de Calígula. Ni mucho menos Pepes o Pepas Botella.

Índice Flamígero: En Facebook describen a Luisa María Calderón como “excelente política moreliana humanista, dama de hierro con pantalones, también sencilla y simpática, sin titubeos, perteneciente al Partido Acción Nacional (PAN), fue Senadora de 2000 a 2006. Es hermana del Presidente de México (sic), Felipe Calderón Hinojosa, y es hija de Luis Calderón Vega, fundadordel PAN: Luisa María Calderón es psicóloga egresada del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (ITESO). Miembro del PAN desde 1976, proviene de una familia de militancia panista histórica, en 1983 fue electa Diputada al Congreso de Michoacán, y Diputada Federal a la LIV Legislatura de 1988 a 1991. En 2000 fue electa Senadora por lista plurinominal. Los Calderón Hinojosa, en campaña eterna. Los cinco hijos fueron instruidos acerca de los ideales del PAN. A los 13 años Felipe daba pláticas sobre el partido. En Morelia lo recuerdan con su cubeta de agua con cal para pintar las paredes donde iría el logotipo de Acción Nacional.”

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