José Carreño Figueras
Con la conclusión de un acuerdo casi de última hora, el gobierno del presidente Barack Obama logró evitar una moratoria en el pago de la deuda pública estadounidense y protegió de momento a programas de asistencia de recortes postulados por los republicanos.
Pero los primeros análisis consignan que fue, en el mejor de los casos, una victoria pírrica. Una de esas que sabe a derrota y en el caso de Obama bien podría ser el anuncio de que no será reelecto en 2012.
Cierto. Fue posible evitar que los Estados Unidos cayeran, por primera vez en su historia, en un “default” de sus obligaciones y tal vez en una crisis político-económica mayor. Pero políticamente…
El acuerdo no satisfizo a nadie, al menos según se leen las reacciones a derecha e izquierda. Para la izquierda, que en 2008 votó por Obama con un entusiasmo extraordinario, el acuerdo que puso fin a la posibilidad de una moratoria fue poco menos que una traición, fue lo que el diputado demócrata Emmanuel Cleaver calificó como “un sandwich de Satanás” que da ventajas a los republicanos.
Para la derecha, especialmente los activistas de los “partidos del Té”, no fue lo suficientemente lejos. Y de hecho, aunque jamás serán votantes de Obama. Ahora tampoco están cien por ciento garantizados como apoyo sólido a los republicanos y de hecho puede afirmarse que ya hay fisuras visibles en una bancada tan disciplinada y alineada que hizo recordar a las mayorías en los tiempos gloriosos del Partido Revolucionario Institucional en México o del Partido Comunista en la Unión Soviética.
Obama no pudo lograr el incremento en ingresos impositivos que buscaba y los republicanos por su parte, cedieron temporalmente en cuanto a la autoridad para elevar el techo de la deuda. Pero de hacer caso a los expertos estadounidenses, el principal perdedor fue Obama, que queda como un presidente débil, el que fue obligado a “pestañear” en una competencia de miradas fijas.
No es la primera vez. Para tratar de obtener ventajas para su propuesta de reforma migratoria, el gobierno Obama se convirtió de hecho en el mayor perseguidor de indocumentados en la historia, con el consecuente deterioro en su respaldo entre los latinos.
Ahora, tendrá suerte si los hispanos votan en el mismo porcentaje que en 2008, pero mucha más si votan en iguales números.
Para muchos estadounidenses el debate y su resultado es una señal mas de que tienen un gobierno disfuncional, uno que presta mas atención a los juegos políticos que a las necesidades de sus electores. Tanto Obama como el Congreso perdieron popularidad y si el mandatario está ya por debajo de los 50 puntos de aprobación, lo que pone su reelección en duda, el Congreso se encuentra a su vez en un punto bajo histórico.
El tamaño del problema puede verse en la creciente radicalización de la retórica en el inicio de la temporada electoral republicana, donde los aspirantes principales tratan de congraciarse, por afinidad o por conveniencia política, con un ala derecha que a su vez parece empeñada en regresar a un pasado idealizado que nunca existió.
Los demócratas, a su vez, tratan de conservar una coalición que llevó al poder a Obama en 2008 pero que por ahora parece difícil, muy difícil, de mantener. Obama puede haber sido un buen presidente, contemporizador, negociador, moderado, pero no ha sido un general que encabezara a sus tropas o como pareció durante su campaña, un líder que galvanizara al país.
Los demócratas esperaban a un John Kennedy renacido, audaz y visionario, pero parecen haber obtenido un Jimmy Carter reeditado, cauteloso …
Con la conclusión de un acuerdo casi de última hora, el gobierno del presidente Barack Obama logró evitar una moratoria en el pago de la deuda pública estadounidense y protegió de momento a programas de asistencia de recortes postulados por los republicanos.
Pero los primeros análisis consignan que fue, en el mejor de los casos, una victoria pírrica. Una de esas que sabe a derrota y en el caso de Obama bien podría ser el anuncio de que no será reelecto en 2012.
Cierto. Fue posible evitar que los Estados Unidos cayeran, por primera vez en su historia, en un “default” de sus obligaciones y tal vez en una crisis político-económica mayor. Pero políticamente…
El acuerdo no satisfizo a nadie, al menos según se leen las reacciones a derecha e izquierda. Para la izquierda, que en 2008 votó por Obama con un entusiasmo extraordinario, el acuerdo que puso fin a la posibilidad de una moratoria fue poco menos que una traición, fue lo que el diputado demócrata Emmanuel Cleaver calificó como “un sandwich de Satanás” que da ventajas a los republicanos.
Para la derecha, especialmente los activistas de los “partidos del Té”, no fue lo suficientemente lejos. Y de hecho, aunque jamás serán votantes de Obama. Ahora tampoco están cien por ciento garantizados como apoyo sólido a los republicanos y de hecho puede afirmarse que ya hay fisuras visibles en una bancada tan disciplinada y alineada que hizo recordar a las mayorías en los tiempos gloriosos del Partido Revolucionario Institucional en México o del Partido Comunista en la Unión Soviética.
Obama no pudo lograr el incremento en ingresos impositivos que buscaba y los republicanos por su parte, cedieron temporalmente en cuanto a la autoridad para elevar el techo de la deuda. Pero de hacer caso a los expertos estadounidenses, el principal perdedor fue Obama, que queda como un presidente débil, el que fue obligado a “pestañear” en una competencia de miradas fijas.
No es la primera vez. Para tratar de obtener ventajas para su propuesta de reforma migratoria, el gobierno Obama se convirtió de hecho en el mayor perseguidor de indocumentados en la historia, con el consecuente deterioro en su respaldo entre los latinos.
Ahora, tendrá suerte si los hispanos votan en el mismo porcentaje que en 2008, pero mucha más si votan en iguales números.
Para muchos estadounidenses el debate y su resultado es una señal mas de que tienen un gobierno disfuncional, uno que presta mas atención a los juegos políticos que a las necesidades de sus electores. Tanto Obama como el Congreso perdieron popularidad y si el mandatario está ya por debajo de los 50 puntos de aprobación, lo que pone su reelección en duda, el Congreso se encuentra a su vez en un punto bajo histórico.
El tamaño del problema puede verse en la creciente radicalización de la retórica en el inicio de la temporada electoral republicana, donde los aspirantes principales tratan de congraciarse, por afinidad o por conveniencia política, con un ala derecha que a su vez parece empeñada en regresar a un pasado idealizado que nunca existió.
Los demócratas, a su vez, tratan de conservar una coalición que llevó al poder a Obama en 2008 pero que por ahora parece difícil, muy difícil, de mantener. Obama puede haber sido un buen presidente, contemporizador, negociador, moderado, pero no ha sido un general que encabezara a sus tropas o como pareció durante su campaña, un líder que galvanizara al país.
Los demócratas esperaban a un John Kennedy renacido, audaz y visionario, pero parecen haber obtenido un Jimmy Carter reeditado, cauteloso …
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