Deuda: pagan los de siempre
Erario: diputados y pobres
Carlos Fernández-Vega / México SA
Como dirían los clásicos, Obama es el presidente, pero los que mandan están enfrente. El presidente estadunidense dobló las corvas ante los mezquinos intereses de los republicanos, y lo que ellos representan, al aceptar la misma receta de siempre: que paguen los jodidos (recortar programas sociales y no subir impuestos a los ricos) por una crisis en la que nada tuvieron que ver. Muy a la mexicana la solución. ¿Dónde quedó aquello de que ha llegado el cambio a este país, porque ahora tiene que ser diferente, según anunció el propio Barack la noche de su triunfo electoral, el 4 de noviembre de 2008?
Estados Unidos no entrará en suspensión de pagos, no declarará la moratoria y se endeudará más, de tal suerte que los cuatro escuálidos alfileres que milagrosamente sostienen a la economía de ese país y, de paso, a la internacional, podrán quedarse tranquilas: se mantendrán al borde del colapso, pero ahora sin la presión adicional de una crisis de la deuda en el vecino del norte. Todo, pues, sigue igual.
El otrora llamado motor del mundo, la economía gringa, apenas si se mueve, echa chispas por doquier, crece –por llamarlo de alguna manera– a tasas verdaderamente raquíticas (0.8 por ciento en el primer semestre de 2011), con ganas de empeorar, y el consumo interno languidece, mientras los indicadores de desempleo abierto avanzan sólidamente. Pero Obama asegura que con el acuerdo político alcanzado el pasado domingo, impuesto por los republicanos, se evitó un problema devastador, como si los factores descritos no lo fueran.
Lamentablemente el inquilino de la Casa Blanca ha confirmado –también muy a la mexicana– que aquello del cambio por él anunciado no trascendió el discurso ni el eslogan de campaña. No es la primera vez, desde luego, pero mientras millones de estadunidenses se han quedado sin empleo, sin ingreso, sin vivienda y sin esperanza a corto plazo, Obama acepta la directriz de los republicanos y, con ello, le pega aún más duro a quienes, sin provocarla, han pagado, y seguirán pagando, por la crisis. En la tienda de enfrente, los mercados financieros están de plácemes por el acuerdo político dominical. Cómo no estarlo, porque una vez más demuestran que no hay poder que los toque, y que pueden cometer cualquier cantidad de tropelías a sabiendas de que siempre habrá perdón gubernamental, inagotables recursos públicos y millones de jodidos a su servicio, que para eso están los políticos (aquí, allá y acullá), mientras en el éter queda otra de las frases de Barack, tras su triunfo electoral: han acabado los tiempos de la protección de intereses mezquinos.
Como bien lo reseñó David Brooks, corresponsal de La Jornada en Estados Unidos, “el propio presidente Obama demostró, desde hace semanas, su disposición a ceder ante demandas republicanas de reducciones incluso en programas sociales para los más necesitados, como el Medicare y el Seguro Social, y no insistir en un incremento sustancial de los impuestos de los más ricos para abordar el déficit (esto a pesar de que 72 por ciento de los estadunidenses favorece justo lo opuesto: más impuestos sobre los más ricos para abordar el déficit, según una encuesta reciente del Washington Post/ABC News). Con ello, Obama ha provocado ira entre sus propias bases. Críticos señalan que las concesiones de Obama y el liderazgo demócrata están a la ‘derecha’ hasta de algunos republicanos moderados, tanto así que uno de los encargados de política económica del presidente Ronald Reagan, Bruce Bartlett, expresó su sorpresa y concluyó que, en los hechos, Obama es, en esencia, ‘un conservador moderado’.
“Paul Krugman (Premio Nobel de Economía) escribió en su columna de The New York Times que lo que está ocurriendo es ‘una crisis donde la derecha está haciendo demandas locas, mientras el presidente y los demócratas en el Congreso se doblan hacia atrás para acomodarlos, ofreciendo planes que son todo recorte de gastos y nada de impuestos, planes que están muy a la derecha de la opinión pública’”, es decir, la de aquellos a quienes el ahora inquilino de la Casa Blanca les prometió nunca olvidar a quién le pertenece esta victoria, (porque) le pertenece a ustedes, al pueblo de este país.
En fin, el gobierno estadunidense no se declarará en mora, y su deuda, la de mayor monto en el planeta, seguirá sostenidamente al alza, al igual que la riqueza y la impunidad del verdadero grupo de poder en ese país, mientras los beneficios sociales lo harán de una forma inversamente proporcional. Es el cambio, pues, en el vecino del norte. Un cambio de utilería, a la mexicana.
Ante este panorama, cómo olvidar algunos compromisos y frases de Obama. Por ejemplo, tras su triunfo electoral el 4 de noviembre de 2008: “Ha llegado el cambio a Estados Unidos… Esta vez tiene que ser diferente… Ricos y pobres, demócratas y republicanos, blancos, negros, hispanos, asiáticos, americanos nativos, gays y heterosexuales, discapacitados y no discapacitados… Esta ha tardado en llegar. Y por lo que hemos hecho… el cambio ha llegado a América… Hoy se marca un nuevo amanecer en el liderazgo de Estados Unidos.”
Y en su toma de posesión, el 20 de enero de 2009: “Nuestra economía está gravemente afectada, como consecuencia de la avaricia e irresponsabilidad de algunos, pero también por nuestro fracaso colectivo en tomar las decisiones difíciles y en preparar a la nación para una nueva era. Se han perdido hogares, puestos de trabajo, varias empresas debieron cerrar. Nuestro sistema de salud es demasiado costoso y nuestras escuelas dejan de lado a muchos de nuestros niños. Estos son indicadores de la crisis, basados en datos y estadísticas. Han acabado los tiempos del inmovilismo, de la protección de intereses mezquinos. Que los hijos de nuestros hijos digan que cuando fuimos sometidos a prueba nos negamos a abandonar el desafío, que no nos echamos atrás ni vacilamos… Una nación no puede ser próspera cuando sólo favorece a los más ricos”. Y lo hizo exactamente al revés.
Las rebanadas del pastel
A los diputados, el pavoroso informe sobre la pobreza en México (Coneval) les entró por un oído y les salió por el otro: 57.7 millones de pobres en el país parecen no ser suficientes para los inquilinos de San Lázaro, quienes no dejan la cuchara grande (todo con dinero de los mexicanos). Entre lo más reciente, 250 millones de pesos para gastos médicos mayores, seguro de vida, telefonía celular, botellas de agua, promocionales y tenencia vehicular. Y van por más. Pues bien, ese monto equivale al ingreso diario de 11 millones 364 mil mexicanos en pobreza.
Erario: diputados y pobres
Carlos Fernández-Vega / México SA
Como dirían los clásicos, Obama es el presidente, pero los que mandan están enfrente. El presidente estadunidense dobló las corvas ante los mezquinos intereses de los republicanos, y lo que ellos representan, al aceptar la misma receta de siempre: que paguen los jodidos (recortar programas sociales y no subir impuestos a los ricos) por una crisis en la que nada tuvieron que ver. Muy a la mexicana la solución. ¿Dónde quedó aquello de que ha llegado el cambio a este país, porque ahora tiene que ser diferente, según anunció el propio Barack la noche de su triunfo electoral, el 4 de noviembre de 2008?
Estados Unidos no entrará en suspensión de pagos, no declarará la moratoria y se endeudará más, de tal suerte que los cuatro escuálidos alfileres que milagrosamente sostienen a la economía de ese país y, de paso, a la internacional, podrán quedarse tranquilas: se mantendrán al borde del colapso, pero ahora sin la presión adicional de una crisis de la deuda en el vecino del norte. Todo, pues, sigue igual.
El otrora llamado motor del mundo, la economía gringa, apenas si se mueve, echa chispas por doquier, crece –por llamarlo de alguna manera– a tasas verdaderamente raquíticas (0.8 por ciento en el primer semestre de 2011), con ganas de empeorar, y el consumo interno languidece, mientras los indicadores de desempleo abierto avanzan sólidamente. Pero Obama asegura que con el acuerdo político alcanzado el pasado domingo, impuesto por los republicanos, se evitó un problema devastador, como si los factores descritos no lo fueran.
Lamentablemente el inquilino de la Casa Blanca ha confirmado –también muy a la mexicana– que aquello del cambio por él anunciado no trascendió el discurso ni el eslogan de campaña. No es la primera vez, desde luego, pero mientras millones de estadunidenses se han quedado sin empleo, sin ingreso, sin vivienda y sin esperanza a corto plazo, Obama acepta la directriz de los republicanos y, con ello, le pega aún más duro a quienes, sin provocarla, han pagado, y seguirán pagando, por la crisis. En la tienda de enfrente, los mercados financieros están de plácemes por el acuerdo político dominical. Cómo no estarlo, porque una vez más demuestran que no hay poder que los toque, y que pueden cometer cualquier cantidad de tropelías a sabiendas de que siempre habrá perdón gubernamental, inagotables recursos públicos y millones de jodidos a su servicio, que para eso están los políticos (aquí, allá y acullá), mientras en el éter queda otra de las frases de Barack, tras su triunfo electoral: han acabado los tiempos de la protección de intereses mezquinos.
Como bien lo reseñó David Brooks, corresponsal de La Jornada en Estados Unidos, “el propio presidente Obama demostró, desde hace semanas, su disposición a ceder ante demandas republicanas de reducciones incluso en programas sociales para los más necesitados, como el Medicare y el Seguro Social, y no insistir en un incremento sustancial de los impuestos de los más ricos para abordar el déficit (esto a pesar de que 72 por ciento de los estadunidenses favorece justo lo opuesto: más impuestos sobre los más ricos para abordar el déficit, según una encuesta reciente del Washington Post/ABC News). Con ello, Obama ha provocado ira entre sus propias bases. Críticos señalan que las concesiones de Obama y el liderazgo demócrata están a la ‘derecha’ hasta de algunos republicanos moderados, tanto así que uno de los encargados de política económica del presidente Ronald Reagan, Bruce Bartlett, expresó su sorpresa y concluyó que, en los hechos, Obama es, en esencia, ‘un conservador moderado’.
“Paul Krugman (Premio Nobel de Economía) escribió en su columna de The New York Times que lo que está ocurriendo es ‘una crisis donde la derecha está haciendo demandas locas, mientras el presidente y los demócratas en el Congreso se doblan hacia atrás para acomodarlos, ofreciendo planes que son todo recorte de gastos y nada de impuestos, planes que están muy a la derecha de la opinión pública’”, es decir, la de aquellos a quienes el ahora inquilino de la Casa Blanca les prometió nunca olvidar a quién le pertenece esta victoria, (porque) le pertenece a ustedes, al pueblo de este país.
En fin, el gobierno estadunidense no se declarará en mora, y su deuda, la de mayor monto en el planeta, seguirá sostenidamente al alza, al igual que la riqueza y la impunidad del verdadero grupo de poder en ese país, mientras los beneficios sociales lo harán de una forma inversamente proporcional. Es el cambio, pues, en el vecino del norte. Un cambio de utilería, a la mexicana.
Ante este panorama, cómo olvidar algunos compromisos y frases de Obama. Por ejemplo, tras su triunfo electoral el 4 de noviembre de 2008: “Ha llegado el cambio a Estados Unidos… Esta vez tiene que ser diferente… Ricos y pobres, demócratas y republicanos, blancos, negros, hispanos, asiáticos, americanos nativos, gays y heterosexuales, discapacitados y no discapacitados… Esta ha tardado en llegar. Y por lo que hemos hecho… el cambio ha llegado a América… Hoy se marca un nuevo amanecer en el liderazgo de Estados Unidos.”
Y en su toma de posesión, el 20 de enero de 2009: “Nuestra economía está gravemente afectada, como consecuencia de la avaricia e irresponsabilidad de algunos, pero también por nuestro fracaso colectivo en tomar las decisiones difíciles y en preparar a la nación para una nueva era. Se han perdido hogares, puestos de trabajo, varias empresas debieron cerrar. Nuestro sistema de salud es demasiado costoso y nuestras escuelas dejan de lado a muchos de nuestros niños. Estos son indicadores de la crisis, basados en datos y estadísticas. Han acabado los tiempos del inmovilismo, de la protección de intereses mezquinos. Que los hijos de nuestros hijos digan que cuando fuimos sometidos a prueba nos negamos a abandonar el desafío, que no nos echamos atrás ni vacilamos… Una nación no puede ser próspera cuando sólo favorece a los más ricos”. Y lo hizo exactamente al revés.
Las rebanadas del pastel
A los diputados, el pavoroso informe sobre la pobreza en México (Coneval) les entró por un oído y les salió por el otro: 57.7 millones de pobres en el país parecen no ser suficientes para los inquilinos de San Lázaro, quienes no dejan la cuchara grande (todo con dinero de los mexicanos). Entre lo más reciente, 250 millones de pesos para gastos médicos mayores, seguro de vida, telefonía celular, botellas de agua, promocionales y tenencia vehicular. Y van por más. Pues bien, ese monto equivale al ingreso diario de 11 millones 364 mil mexicanos en pobreza.
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