Jenaro Villamil
A principios de año, una brutal represión policiaca contra Ben Kilani, en Túnez, detonó la movilización más importante en este país que condujo a la caída del régimen de Ben Ali. Dos blogueros tunecinos se convirtieron en referencia del movimiento: Slim Amamou y Lina Ben Mehni.
El “contagio tunecino” se extendió hacia Yemen, Argelia y, sobre todo, a Egipto, donde Facebook jugó un papel fundamental como red social que convocó a las multitudinarias protestas contra el régimen de Hosni Mubarak. En Facebook surgió el Movimiento 6 de Abril egipcio.
Fue la primavera árabe que sorprendió geopolítica y mediáticamente a todo el mundo. El avance de las movilizaciones y protestas contra regímenes dictatoriales se extendió hacia Libia, Siria y otros países autoritarios del Magreb que han querido apagar a golpe de represión y de nuevas medidas de censura el descontento que se expresa en las redes sociales.
La primavera árabe contagió a otras partes del mundo, especialmente, a Grecia y España. En el primer caso, las duras medidas recesivas movilizaron a la juventud griega para protestar contra el régimen y contra las reglas impuestas por la Eurocomunidad.
Y lo mismo ha sucedido desde este verano en España. Los Indignados irrumpieron en el escenario español agudizando la crisis del bipartidismo disfuncional que ya ha gobernado desde la transición de finales de los setenta, con el PP y el PSOE como agentes principales.
Los Indignados de Plaza del Sol, en Madrid, de Saint Jaumé en Barcelona y de decenas de ciudades españolas han sido golpeados, reprimidos y desalojados de los sitios donde han acampado, pero no han podido ni desaparecerlos ni desalojarlos de las redes sociales, que también se han convertido en el instrumento aglutinador y deliberativo.
Los Indignados heredan mucho del movimiento republicano y anarquista de los años treinta, pero también tomaron la estafeta del Magreb árabe para entrar por la península ibérica hasta el continente europeo.
En pleno verano de 2010, en medio de la segunda crisis bursátil y financiera más grave a escala global desde 2008, en Londres y en Santiago de Chile han irrumpido dos movilizaciones y protestas, diferentes en su origen, pero no muy distantes en el perfil generacional de los jóvenes que se han manifestado en las calles y en los instrumentos comunicacionales, que se han convertido en las herramientas principales de convocatoria y de organización.
La movilización de los suburbios de Londres recuerda mucho la chispa que desató la ola de protestas contra el régimen de Túnez. La brutalidad policiaca en contra de un joven residente del barrio de Tottenham, Mark Duggan, originó las revueltas del fin de semana que han demostrado la fuerza de un descontento social y juvenil larvado en la capital británica.
En Facebook se abrió el sábado en la noche una página para recordar a Duggan. Pronto sumó 17 mil seguidores. Y en Twitter y Blackberry, dos instrumentos tecno-comunicacionales extendidos en la juventud británica, se convocaron a las protestas que derivaron en decenas de detenciones y disturbios en contra de la policía británica.
Del otro lado del Atlántico, en Chile emergió un movimiento estudiantil que se ha convertido en el principal desafío para el gobierno del empresario Santiago Piñera en menos de una semana.
Más de 100 mil jóvenes y padres de familia se unieron a las movilizaciones y al paro nacional educativo convocado esta semana para protestar en contra de la represión y de las detenciones de más de 800 personas el pasado 4 de agosto.
La demanda de este movimiento es eminentemente democrática y educativa. La propia Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) condenó al gobierno de Piñera por el “uso desproporcionado de la fuerza”, en un país que ya no quiere volver a vivir los excesos de la dictadura de Pinochet, y menos las falsas promesas de la transición.
Y en Chile, también las redes sociales y los blogueros jugaron un papel fundamental. Dafne Concha, presidenta de los alumnos secundarios, lo expresó claramente al sintetizar así el sentimiento juvenil:
“Tenemos el derecho a manifestarnos, a la libre expresión y organización, los que fueron violados constitucionalmente”.
Demandas tan puntuales y tan antiguas como los propios derechos democráticos. Lo novedoso en estos casos es la irrupción de un instrumento de deliberación, protesta y convocatoria a las movilizaciones que están demostrando que la sociedad de la información ya tiene sus nuevas y complejas herramientas: las redes sociales.
A principios de año, una brutal represión policiaca contra Ben Kilani, en Túnez, detonó la movilización más importante en este país que condujo a la caída del régimen de Ben Ali. Dos blogueros tunecinos se convirtieron en referencia del movimiento: Slim Amamou y Lina Ben Mehni.
El “contagio tunecino” se extendió hacia Yemen, Argelia y, sobre todo, a Egipto, donde Facebook jugó un papel fundamental como red social que convocó a las multitudinarias protestas contra el régimen de Hosni Mubarak. En Facebook surgió el Movimiento 6 de Abril egipcio.
Fue la primavera árabe que sorprendió geopolítica y mediáticamente a todo el mundo. El avance de las movilizaciones y protestas contra regímenes dictatoriales se extendió hacia Libia, Siria y otros países autoritarios del Magreb que han querido apagar a golpe de represión y de nuevas medidas de censura el descontento que se expresa en las redes sociales.
La primavera árabe contagió a otras partes del mundo, especialmente, a Grecia y España. En el primer caso, las duras medidas recesivas movilizaron a la juventud griega para protestar contra el régimen y contra las reglas impuestas por la Eurocomunidad.
Y lo mismo ha sucedido desde este verano en España. Los Indignados irrumpieron en el escenario español agudizando la crisis del bipartidismo disfuncional que ya ha gobernado desde la transición de finales de los setenta, con el PP y el PSOE como agentes principales.
Los Indignados de Plaza del Sol, en Madrid, de Saint Jaumé en Barcelona y de decenas de ciudades españolas han sido golpeados, reprimidos y desalojados de los sitios donde han acampado, pero no han podido ni desaparecerlos ni desalojarlos de las redes sociales, que también se han convertido en el instrumento aglutinador y deliberativo.
Los Indignados heredan mucho del movimiento republicano y anarquista de los años treinta, pero también tomaron la estafeta del Magreb árabe para entrar por la península ibérica hasta el continente europeo.
En pleno verano de 2010, en medio de la segunda crisis bursátil y financiera más grave a escala global desde 2008, en Londres y en Santiago de Chile han irrumpido dos movilizaciones y protestas, diferentes en su origen, pero no muy distantes en el perfil generacional de los jóvenes que se han manifestado en las calles y en los instrumentos comunicacionales, que se han convertido en las herramientas principales de convocatoria y de organización.
La movilización de los suburbios de Londres recuerda mucho la chispa que desató la ola de protestas contra el régimen de Túnez. La brutalidad policiaca en contra de un joven residente del barrio de Tottenham, Mark Duggan, originó las revueltas del fin de semana que han demostrado la fuerza de un descontento social y juvenil larvado en la capital británica.
En Facebook se abrió el sábado en la noche una página para recordar a Duggan. Pronto sumó 17 mil seguidores. Y en Twitter y Blackberry, dos instrumentos tecno-comunicacionales extendidos en la juventud británica, se convocaron a las protestas que derivaron en decenas de detenciones y disturbios en contra de la policía británica.
Del otro lado del Atlántico, en Chile emergió un movimiento estudiantil que se ha convertido en el principal desafío para el gobierno del empresario Santiago Piñera en menos de una semana.
Más de 100 mil jóvenes y padres de familia se unieron a las movilizaciones y al paro nacional educativo convocado esta semana para protestar en contra de la represión y de las detenciones de más de 800 personas el pasado 4 de agosto.
La demanda de este movimiento es eminentemente democrática y educativa. La propia Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) condenó al gobierno de Piñera por el “uso desproporcionado de la fuerza”, en un país que ya no quiere volver a vivir los excesos de la dictadura de Pinochet, y menos las falsas promesas de la transición.
Y en Chile, también las redes sociales y los blogueros jugaron un papel fundamental. Dafne Concha, presidenta de los alumnos secundarios, lo expresó claramente al sintetizar así el sentimiento juvenil:
“Tenemos el derecho a manifestarnos, a la libre expresión y organización, los que fueron violados constitucionalmente”.
Demandas tan puntuales y tan antiguas como los propios derechos democráticos. Lo novedoso en estos casos es la irrupción de un instrumento de deliberación, protesta y convocatoria a las movilizaciones que están demostrando que la sociedad de la información ya tiene sus nuevas y complejas herramientas: las redes sociales.
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