Francisco Rodríguez / Índice Político
Warren Buffet, nos dicen Forbes y Fortune, es el segundo hombre más rico del mundo. Se le ubica apenas unos cuantos miles de millones de dólares atrás de “nuestro” Carlos Slim. Pero, mugroso dinero aparte, ambos mantienen una enorme diferencia. Y esta no es otra que el papel que ambos juegan frente a los poderes instituidos.
Así, mientras el estadounidense Buffet se somete a la Casa Blanca, a Capitol Hill y a los Mr. y Mrs. Justice, el mexicano Slim está hoy enfrentado a Los Pinos –de dónde alguna vez (1988-1994) emanó el fundamental origen político de su riqueza–, y en buena medida mantiene capturados o hasta secuestrados a legisladores, ministros de la Corte y, claro, a los integrantes de los órganos reguladores del ámbito de sus empresas.
Esa diferencia está dada en un factor principalísimo: las respectivas fortaleza y debilidad de las instituciones públicas.
Impensable que Buffet se enfrentara a Barack Obama, a quien incluso asesora y a quien pide que le aumenten impuestos para ayudar a sacar al gobierno de sus muchos problemas financieros. Tanto o más cuan inimaginable resultaría hoy que Slim se amistara con Felipe Calderón y, como lo hizo el segundo hombre más rico del planeta, le pidiera algo semejante.
Como sea, en Estados Unidos hay aún respeto al águila calva del Seal of the President. Nuestra águila del escudo nacional –a veces convertida en ave de rapiña– es menospreciada por los cresos mexicanos que la tratan caricaturescamente: como el gato Silvestre al canario Piolín.
Viene esto a cuento, precisamente, por la reiterada demanda de Buffet y del grupo denominado Patriotic Millionaires for Fiscal Strength, o Millonarios Patriotas por la Fortaleza Fiscal, para que el gobierno de Obama incremente los impuestos lo mismo que a aquellos que perciban más de un millón de dólares al año.
Una iniciativa similar, usted ya lo sabe, a la que apenas 16 millonarios franceses han hecho al gobierno de Sarkozy.
Ambas seguramente inspiradas por aquella otra que, hace un par de años, hicieran los ricos de Alemania, ofreciendo al gobierno de la señora Merkel el 10 por ciento de sus riquezas para que su país pudiese enfrentar la crisis desatada en septiembre de 2008 desde Wall Street.
Nada de eso sucederá en México. Aquí es archisabido que los archimillonarios ya casi ni pagan impuestos… aunque como usted y yo estén obligados a hacerlo.
Evadir al fisco –con la complicidad del propio fisco– es para nuestros millonarios un divertimento.
¡Vaya, hasta sus acciones caritativas guión publicitarias, cual el Teletón, les implica ganar más dinero, pues dejan de enterar parte de sus ingresos al fisco so pretexto de su generosidad!
El caso del verdadero paraíso fiscal que es la Bolsa Mexicana de Valores se cuece aparte.
¿Ya se nos olvidó la indignación generalizada que provocó aquella operación al seno de la BMV con la cual Roberto Hernández vendió Banamex al consorcio estadounidense Citi? Doce mil millones de dólares por los cuales no entregó ni un níquel a las arcas del Sistema de Administración Tributaria… aunque por ahí haya versiones de que el bolsillo de su “cuate” Vicente Fox sí se haya visto hinchado por un centenar de milloncejos.
Sí, quienes cotizan en la Bolsa y trafican con acciones no pagan impuestos, aunque sí lo hagan en Estados Unidos cuando lo hacen en el Stock neoyorquino o en el mercado de futuros de Chicago. Aquí, ¡horror!, sería un sacrilegio. Una medida que fácil calificarían cual comunistoide.
Cada ocasión que aquí se habla de reforma fiscal, los cresos y sus corifeos miran hacia abajo y exclaman todo tipo de proclamas en contra de la economía informal. Hay que obligar a los millones de desempleados que tienen un puesto en el tianguis para apenas sobrevivir a pagar impuestos. ¿Ellos? No, ellos los ricos no.
La debilidad de nuestras instituciones públicas, a las que cualquiera puede encabezar “haiga sido como haiga sido”, nos mantiene alejados de esa proclama ideal que sería –o tempora, o mores– ¡millonarios del mundo, uníos! Para pagar más impuestos, claro. ¿No cree usted?
Índice Flamígero: Y Carlos Slim sigue invirtiendo en el extranjero. La SEC dio a conocer, apenas, que el tycoon mexicano incrementó sus participaciones accionarias en The New York Times y en la cadena de almacenes Saks Fifth Avenue. ¿Sabe usted por qué? Alega que ¡en México no tiene garantías! Y eso que de aquí ha salido todo, ¿o no?
Warren Buffet, nos dicen Forbes y Fortune, es el segundo hombre más rico del mundo. Se le ubica apenas unos cuantos miles de millones de dólares atrás de “nuestro” Carlos Slim. Pero, mugroso dinero aparte, ambos mantienen una enorme diferencia. Y esta no es otra que el papel que ambos juegan frente a los poderes instituidos.
Así, mientras el estadounidense Buffet se somete a la Casa Blanca, a Capitol Hill y a los Mr. y Mrs. Justice, el mexicano Slim está hoy enfrentado a Los Pinos –de dónde alguna vez (1988-1994) emanó el fundamental origen político de su riqueza–, y en buena medida mantiene capturados o hasta secuestrados a legisladores, ministros de la Corte y, claro, a los integrantes de los órganos reguladores del ámbito de sus empresas.
Esa diferencia está dada en un factor principalísimo: las respectivas fortaleza y debilidad de las instituciones públicas.
Impensable que Buffet se enfrentara a Barack Obama, a quien incluso asesora y a quien pide que le aumenten impuestos para ayudar a sacar al gobierno de sus muchos problemas financieros. Tanto o más cuan inimaginable resultaría hoy que Slim se amistara con Felipe Calderón y, como lo hizo el segundo hombre más rico del planeta, le pidiera algo semejante.
Como sea, en Estados Unidos hay aún respeto al águila calva del Seal of the President. Nuestra águila del escudo nacional –a veces convertida en ave de rapiña– es menospreciada por los cresos mexicanos que la tratan caricaturescamente: como el gato Silvestre al canario Piolín.
Viene esto a cuento, precisamente, por la reiterada demanda de Buffet y del grupo denominado Patriotic Millionaires for Fiscal Strength, o Millonarios Patriotas por la Fortaleza Fiscal, para que el gobierno de Obama incremente los impuestos lo mismo que a aquellos que perciban más de un millón de dólares al año.
Una iniciativa similar, usted ya lo sabe, a la que apenas 16 millonarios franceses han hecho al gobierno de Sarkozy.
Ambas seguramente inspiradas por aquella otra que, hace un par de años, hicieran los ricos de Alemania, ofreciendo al gobierno de la señora Merkel el 10 por ciento de sus riquezas para que su país pudiese enfrentar la crisis desatada en septiembre de 2008 desde Wall Street.
Nada de eso sucederá en México. Aquí es archisabido que los archimillonarios ya casi ni pagan impuestos… aunque como usted y yo estén obligados a hacerlo.
Evadir al fisco –con la complicidad del propio fisco– es para nuestros millonarios un divertimento.
¡Vaya, hasta sus acciones caritativas guión publicitarias, cual el Teletón, les implica ganar más dinero, pues dejan de enterar parte de sus ingresos al fisco so pretexto de su generosidad!
El caso del verdadero paraíso fiscal que es la Bolsa Mexicana de Valores se cuece aparte.
¿Ya se nos olvidó la indignación generalizada que provocó aquella operación al seno de la BMV con la cual Roberto Hernández vendió Banamex al consorcio estadounidense Citi? Doce mil millones de dólares por los cuales no entregó ni un níquel a las arcas del Sistema de Administración Tributaria… aunque por ahí haya versiones de que el bolsillo de su “cuate” Vicente Fox sí se haya visto hinchado por un centenar de milloncejos.
Sí, quienes cotizan en la Bolsa y trafican con acciones no pagan impuestos, aunque sí lo hagan en Estados Unidos cuando lo hacen en el Stock neoyorquino o en el mercado de futuros de Chicago. Aquí, ¡horror!, sería un sacrilegio. Una medida que fácil calificarían cual comunistoide.
Cada ocasión que aquí se habla de reforma fiscal, los cresos y sus corifeos miran hacia abajo y exclaman todo tipo de proclamas en contra de la economía informal. Hay que obligar a los millones de desempleados que tienen un puesto en el tianguis para apenas sobrevivir a pagar impuestos. ¿Ellos? No, ellos los ricos no.
La debilidad de nuestras instituciones públicas, a las que cualquiera puede encabezar “haiga sido como haiga sido”, nos mantiene alejados de esa proclama ideal que sería –o tempora, o mores– ¡millonarios del mundo, uníos! Para pagar más impuestos, claro. ¿No cree usted?
Índice Flamígero: Y Carlos Slim sigue invirtiendo en el extranjero. La SEC dio a conocer, apenas, que el tycoon mexicano incrementó sus participaciones accionarias en The New York Times y en la cadena de almacenes Saks Fifth Avenue. ¿Sabe usted por qué? Alega que ¡en México no tiene garantías! Y eso que de aquí ha salido todo, ¿o no?
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