Rubén Cortés
Es demasiado candoroso ver sólo abrazos en los abrazos de Javier Sicilia. Porque lo que hay detrás de esos abrazos es una manipulación de tipo político para desvirtuar la causa de las víctimas de la guerra contra el narcotráfico, al igual que Marcos terminó desvirtuando la causa indígena.
Para qué jugar con las palabras: el discurso siciliano resulta una bendición para el gobierno. Al sólo exigir perdón y convertir en víctimas a asesinos e inocentes, quita al gobierno responsabilidad en las más de 50 mil muertes registradas desde 2006.
Si todas las víctimas son inocentes, entonces no hay responsables. ¿A poco son igual de inocentes los nueve encuestadores desaparecidos en Apatzingan como quienes los desaparecieron? ¡Por favor!
Por eso los aplausos a Sicilia vienen del más alto nivel: sus abrazos han quitado toda la presión al gobierno por las muertes de inocentes en la guerra contra el crimen, que son 337 según cifras oficiales, y 500 de acuerdo con grupos civiles.
Desde la aparición de Sicilia “para dar voz a las víctimas”, paradójicamente la agenda que se empezó a discutir no tiene nada qué ver con la “voz de las víctimas”. Ahora de lo que se delibera es de las candidaturas ciudadanas y de la reforma política.
¿Y a quién le interesan las candidaturas ciudadanas? Al Presidente, que se lo propuso al Congreso y hasta quiere un candidato ciudadano para su propio partido.
¿Y a quien le interesa la reforma política? Al Presidente, que se la propuso al Congreso desde su Informe de Gobierno de 2009.
¿Y a qué partido ataca Sicilia? Al PRI, al que acusó el domingo pasado, en su artículo de Proceso, de haber corrompido a tres millones de ciudadanos para que le dieran su voto al hoy Gobernador electo, Eruviel Ávila.
Entonces no nos engañemos. Con Sicilia no hay más que dos sopas: o trabaja para el PAN, o le hace el juego al PAN. Para eso le han dado dos auditorios de lujo en sus saltos al estrellato político: Palacio Nacional y el Castillo de Chapultepec.
Queda claro de qué se trata el fenómeno Sicilia: una manipulación de tipo político para frenar el regreso del PRI a Los Pinos.
¿Cuáles son las elecciones que él llama “de la ignominia? Las de 2012, las mismas para las que el priista Enrique Peña lleva 34 puntos de ventaja en las encuestas.
De manera que es dudosamente lúcido ver sólo abrazos en los abrazos de Javier Sicilia. Y sí, es cierto que en sus confusos reclamos políticos no está llamando a quemar las urnas en las próximas elecciones presidenciales.
No. Él únicamente llama a deslegitimarlas, que es lo mismo.
Y es un ataque a la democracia y al Estado.
Es demasiado candoroso ver sólo abrazos en los abrazos de Javier Sicilia. Porque lo que hay detrás de esos abrazos es una manipulación de tipo político para desvirtuar la causa de las víctimas de la guerra contra el narcotráfico, al igual que Marcos terminó desvirtuando la causa indígena.
Para qué jugar con las palabras: el discurso siciliano resulta una bendición para el gobierno. Al sólo exigir perdón y convertir en víctimas a asesinos e inocentes, quita al gobierno responsabilidad en las más de 50 mil muertes registradas desde 2006.
Si todas las víctimas son inocentes, entonces no hay responsables. ¿A poco son igual de inocentes los nueve encuestadores desaparecidos en Apatzingan como quienes los desaparecieron? ¡Por favor!
Por eso los aplausos a Sicilia vienen del más alto nivel: sus abrazos han quitado toda la presión al gobierno por las muertes de inocentes en la guerra contra el crimen, que son 337 según cifras oficiales, y 500 de acuerdo con grupos civiles.
Desde la aparición de Sicilia “para dar voz a las víctimas”, paradójicamente la agenda que se empezó a discutir no tiene nada qué ver con la “voz de las víctimas”. Ahora de lo que se delibera es de las candidaturas ciudadanas y de la reforma política.
¿Y a quién le interesan las candidaturas ciudadanas? Al Presidente, que se lo propuso al Congreso y hasta quiere un candidato ciudadano para su propio partido.
¿Y a quien le interesa la reforma política? Al Presidente, que se la propuso al Congreso desde su Informe de Gobierno de 2009.
¿Y a qué partido ataca Sicilia? Al PRI, al que acusó el domingo pasado, en su artículo de Proceso, de haber corrompido a tres millones de ciudadanos para que le dieran su voto al hoy Gobernador electo, Eruviel Ávila.
Entonces no nos engañemos. Con Sicilia no hay más que dos sopas: o trabaja para el PAN, o le hace el juego al PAN. Para eso le han dado dos auditorios de lujo en sus saltos al estrellato político: Palacio Nacional y el Castillo de Chapultepec.
Queda claro de qué se trata el fenómeno Sicilia: una manipulación de tipo político para frenar el regreso del PRI a Los Pinos.
¿Cuáles son las elecciones que él llama “de la ignominia? Las de 2012, las mismas para las que el priista Enrique Peña lleva 34 puntos de ventaja en las encuestas.
De manera que es dudosamente lúcido ver sólo abrazos en los abrazos de Javier Sicilia. Y sí, es cierto que en sus confusos reclamos políticos no está llamando a quemar las urnas en las próximas elecciones presidenciales.
No. Él únicamente llama a deslegitimarlas, que es lo mismo.
Y es un ataque a la democracia y al Estado.
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