La ruptura

Raymundo Riva Palacio / Estrictamente Personal

A buen entendedor político, pocas palabras directas.

Una: En el arranque del acto de lanzamiento del movimiento ciudadano de izquierda para llevar a Marcelo Ebrard a la candidatura presidencial del PRD, el domingo pasado, se difundió un video realizado por los principales asesores del jefe de gobierno del Distrito Federal y el ex líder del partido Jesús Ortega, que presenta testimonios de una sociedad abierta, incluyente, tolerante, sin fracturas raciales ni confrontaciones económicas.

Dos: El martes en Xochimilco los periodistas preguntaron a Ebrard cuál era su diferencia con López Obrador. “En políticas públicas”, dijo. “La ciudad de México tiene la inversión privada más alta en su historia. Hemos hecho crecer el sistema de bienestar social a un ritmo más acelerado que nunca”.

Palabras suaves, contenidos fuertes. Ebrard dijo el domingo que ni sus actos ni sus palabras los dividiría y llegaría la izquierda a una candidatura de unidad en la elección presidencial. “No se trata de un partido (nuevo), no se trata de un destape, y no se trata de un movimiento contra nadie”, lanzó como mensaje dirigido a López Obrador, quien días después cuidó las formas. “Está muy bien lo que hace Marcelo”, dijo el miércoles. “Está en su derecho. No nos va a dividir la mafia en el poder“.

Es cierto. “La mafia en el poder” no los va a dividir, sino ellos mismos, a través de sus estructuras y sus acciones, quienes van en ruta de colisión. Ya inició la pugna por la candidatura presidencial de la izquierda, y pese a lo cosméticamente terso del discurso, abrieron hostilidades que no se sabe cómo los dejará parados a finales de otoño, cuando se decida la nominación.

El video presentado el domingo pasado ataca la esencia del discurso de López Obrador al mostrar sus limitaciones. El tabasqueño ha sustentado su alegato político en ingredientes subjetivos raciales y socioeconómicos, que desmonta el video en unos segundos. Ni los rubios son exógenos a la nación mexicana, ni son símbolos estereotipados de ricos, sugiere. Tampoco los morenos -producto del mestizaje- son pobres por definición, ni se encuentran en una lucha permanente contra los blancos. La heterogénea sociedad mexicana, establece el video, es más compleja que el maniqueísmo planteado por López Obrador.

Pero el tabasqueño no es un hipócrita. El discurso que mantiene desde hace más de una década polariza y divide. Es un talento nato que utiliza pese a los riesgos y sus consecuencias, y cuyo éxito electoral depende de las coyunturas sociales y políticas. Al no parecerse el 2011 al 2005, cuando malas decisiones políticas del entonces presidente Vicente Fox construyeron condiciones favorables para el fortalecimiento electoral de López Obrador, el video exhibe la radicalización de López Obrador.

López Obrador ha sido consistente y congruente con sus planteamientos, que Ebrard aprovechó para mostrar el contraste de proyectos y la debilidad del discurso de “Por el Bien de Todos, Primero los Pobres”. La declaración del miércoles dibuja la frontera entre ambos. Políticas públicas claras, sugiere Ebrard, permiten un desarrollo incluyente e integral sin antagonizar con ningún sector, con lo cual se coloca en las antípodas de López Obrador.

Para el tabasqueño no hay matices. Los ricos han expropiado el país, afirma. Si bien su reiterada frase contiene realidades objetivas, la generalización elimina a todo aquél empresario que se aleje del capitalismo salvaje y busque -como también existe en México- un capitalismo con cara más humana. Ese discurso le ayuda a consolidar el núcleo duro de la izquierda, pero ahuyenta a las clases medias y altas. Ebrard, que no tiene apoyo en voto duro de la izquierda, busca compensar ese déficit con el respaldo de la sociedad que repudia a López Obrador.

Si bien a la prensa le pasó desapercibido la toma de posiciones en diferentes trincheras, a los estrategas y simpatizantes de López Obrador no. Inopinadamente, el Sindicato Mexicano de Electricistas anunció que no se iría del Zócalo de la ciudad de México y mantiene su presión constante contra Ebrard. Igualmente se lanzaron en las redes sociales contra el jefe de gobierno por su pasado priísta, que fue retomado por los periodistas que lo interrogaron sobre el tema.

Ebrard dijo que era un debate agotado, y pidió que se midiera a las personas por su gestión, no por etiquetas. El tema fue desatado por los propagandistas de López Obrador, que juegan con las sombras. Ebrard sí fue formado en el PRI, como López Obrador. Ebrard se fue del partido en 1997, un año antes de la salida del mismo de López Obrador. Aunque el tabasqueño tiene una trayectoria de izquierda más vieja que Ebrard, desde el gobierno salinista que tanto repudia López Obrador, fue Ebrard -junto con el regente Manuel Camacho-, quien le otorgó financiamiento para sus recurrentes marchas de petroleros de Villahermosa a México.

Es decir, el árbol donde se formaron y crecieron es el mismo. En un principio tomaron rutas diferentes y luego volvieron a unirse en una alianza estratégica. Hoy, en busca de la nominación de la izquierda, van en trenes diferentes rumbo al choque. Esta ruptura no es negativa sino positiva, si se entiende esta dinámica como parte el proceso por la candidatura presidencial. La ruptura táctica, como es la actual, no necesariamente significa un rompimiento estratégico, que es lo que provocaría la unción de dos candidatos de izquierda por la misma posición.

Cierto es que los indicadores actuales apuntan a que habrá una división en la izquierda y que ambos figurarán en la boleta presidencial. También es cierto que eso sería la derrota inevitable de los dos y de la izquierda, como un todo, en la elección de 2012. Pero si López Obrador, que es sobre quien hay dudas respecto a la verdad de su dicho, mantiene la promesa de que aquél mejor posicionado de los dos será el candidato -en la eventualidad que él no fuera-, y levanta la mano a Ebrard, la izquierda saldrá fortalecida y en condiciones de competir por la Presidencia. Si es lo inverso, no hay duda que Ebrard concederá la derrota.

En cualquier caso, hay que darle la bienvenida a esta ruptura, y esperar de los dos la madurez para que una vez decidida la candidatura, se recomponga la alianza para proyectarla al futuro.

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