La rebelión de los ancianos

Lydia Cacho / Plan B

En los juzgados de lo familiar se les ve esperando turno. Un hombre de 61 años, otro de 58, tres de casi 70. Van algunos solos y otros acompañados de abogados, un poco tarde, pero se han enterado de que desde el 2008 el Gobierno del Distrito Federal eliminó las 21 causales de divorcio. Hoy día en la mayoría de estados de la República las personas que desean divorciarse deben demostrar que hay una causal necesaria.

Antes en el Distrito Federal las personas que deseaban divorciarse debían demostrar ante el juez la existencia de un auténtico problema, para ello las parejas recurrían a todo; algunos abogados incluso se atrevían a sugerir a las mujeres que volvieran a casa de su maltratador y se dejaran golpear sin defenderse para poder demostrarle al juez que los malos tratos efectivamente existían. Las buenas conciencias religiosas se opusieron a la aprobación de esta ley bautizándola como divorcio exprés. Pasado el escándalo en que se argumentaba que la gente ahora se casaría irresponsablemente, porque podría divorciarse en un mes.

Lo curioso es que los índices de divorcio que han subido de manera importante son los de personas adultas mayores, y según la entrevista que el juez 32 de lo familiar Guillermo Velázquez dio a “El Universal”, son los hombres que se acercan a la ancianidad quienes piden el divorcio. Llama la atención el incremento de clausuras del contrato matrimonial solicitada por señores que en promedio han estado casados durante 40 años. ¿Qué pasó? Será que siempre se quisieron divorciar pero no tenían cara para decirle al juez que simplemente ya no aman a su pareja y, lo que es más, ya no la soportan. En las explicaciones que dan los veteranos recién llegados a la soltería están algunas de honestidad flagrante: que ella ya no los atiende como antes, que la señora en cuestión sólo se ocupa de los hijos y de resolverles los problemas y a él nada, que siempre está enferma; que quieren vivir sus últimos años en libertad, incluso un septuagenario dijo que quería conocer el amor de verdad.

Hace años leí una novela llamada “La Rebelión de los Ancianos”, una suerte de reivindicación del derecho de las personas que llegadas a la vejez quieren dar un último paseo por la felicidad y la pasión, salirse de lo acostumbrado, de la soledad y el abandono de los hijos o de una viudez dolorosa y solitaria, de pensiones infames; pero nadie habló de ancianos divorciados.

La generación femenina con más de 60 años, es la más vulnerable al abandono. Según la investigadora de El Colegio de México (Colmex) Brígida García Guzmán, entrevistada por Cimacnoticias, hasta el año 2000 sólo el 18% de la población mayor de 60 años de edad tenía una pensión o jubilación. El porcentaje de mujeres que percibían una pensión o jubilación era mucho menor. En las edades de 60 a 64 años era de 3.1%; en el grupo de 65 a 74 años, de 4.3%. En nuestro país el 60% de la población carece de seguridad social, es decir 68 millones de personas cuando lleguen a festejar el día de los y las abuelas, no tendrán con qué comprar el pastel, o dividírselo.

En el juzgado una mujer de 65 años se limpia las lágrimas mientras espera con su sobrina, que la acompaña como su abogada, a que las reciba el juez para ver el acuerdo económico que propone el hombre. Mil pesos al mes, sugiere el anciano entregarle a la mujer que pasó 41 años a su lado. De haber sabido, dice la señora, nunca lo hubiera obedecido y me hubiera metido a trabajar en una oficina que me diera pensión, y no a vender Avon para cuidar a los seis chamacos.

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