Jesús Cantú
A lo largo del todo el sexenio, las declaraciones del expresidente Vicente Fox han colocado al presidente Felipe Calderón en posiciones incómodas, sea porque sugieren la falta de legitimidad de su elección, porque cuestionan sus decisiones y posturas, o porque restan posibilidades al PAN en los procesos electorales. Pero sus apariciones públicas también han confirmado sus obsesiones, limitaciones e ignorancia.
En su primera reaparición pública, el 12 de febrero de 2007 en la Sala de Conciertos del Centro Kennedy para las Artes, Fox se refirió a lo que llamó “mi propio problema con el alcalde de la Ciudad de México, Andrés Manuel López Obrador” (Proceso 1581), y reconoció haber intervenido en el proceso electoral al señalar: “…pero 18 meses después yo obtuve mi victoria. El día de la elección ganó el candidato de mi partido…”.
En esos primeros meses de gobierno, Calderón buscaba en particular formas de legitimarse, precisamente porque más de la tercera parte de la población mexicana cuestionaba la limpieza de las elecciones, y muchos lo hacían justamente en función de la intromisión presidencial de Fox en el proceso.
Al responder a una pregunta del corresponsal del periódico Reforma en Washington, Vicente Fox dejó claro, desde entonces, que no pensaba seguir lo que hasta entonces era una regla no escrita del sistema político mexicano: que los expresidentes se queden callados. Respondió que ese tipo de normas eran legado de un México no democrático.
La semana pasada, en la entrevista que difundió el diario puertorriqueño El Nuevo Día, al ser cuestionado por el reportero sobre esta regla, Fox abundó: “Independientemente de ser agradecido o no, lo importante para mí es ejercer mi libertad. Es verdad que hay muchos panistas que dicen: ‘que ya se calle ese pinche Fox, que todo el día dice pendejadas’; pero para mí es fundamental el tema de la libertad, y si no empiezo conmigo mismo, a decir las tonterías que se me ocurran, a decir lo que pienso, si dejo que me callen desde la Presidencia o desde mi propio partido, estoy perdiendo mi libertad”.
El 25 de septiembre del 2010, hace poco menos de un año, Salvador García Soto publicó una entrevista en el periódico El Universal donde Fox ya manifestaba que en 2012 los priistas volverían a Los Pinos, y remataba: “por lo pronto los dados dicen eso; los dados y los datos”.
También expresó aquella vez su oposición a la estrategia de Calderón en su guerra contra el narcotráfico. El mismo diario consigna:
“Duro, el expresidente cuestiona la guerra desatada por Felipe Calderón contra las drogas, que tiene ‘costos ocultos’, daña la imagen de México y ‘estamos pagando un costo fenomenal’. Y advierte: “no puedes combatir el crimen violando los derechos humanos y el proceso jurídico”. Dice que al narcotráfico no se le puede terminar, ‘se le administra’, y que ningún presidente en el mundo –ni Obama ni Zapatero– pretenden acabar con la droga. La prioridad para Calderón no debe ser esa, sino acabar con la violencia”.
El 8 de julio de 2010, unos días después de las elecciones en 12 entidades del país, le declaró a Excélsior que el PAN era culpable “de sus propias derrotas electorales”, y citó el caso de la gubernatura de Aguascalientes. Además, “sostuvo que las únicas victorias se deben a las alianzas formadas con otras instituciones políticas, porque el PRI sigue siendo la primera fuerza política del país”.
En la misma tónica, el 20 de junio de este año, en vísperas de las elecciones del Estado de México, declaró al periódico guanajuatense AM: “En el Estado de México marca un claro ganador: el candidato del PRI Eruviel Ávila, y el día de hoy, el aquí y el ahora, para la elección del 2012 marca un claro ganador también. Pero una cosa es que estemos a dos semanas de distancia del Estado de México, y otra es que estemos a 12 meses de distancia en el caso de la elección presidencial; ya es la última llamada para el 2012”.
Un mes después, en Puerto Rico, pareciera que Fox dio por hecho que el PAN no atendió la última llamada, pues le expresó al diario El Nuevo Día: “Creo que el cambio en el régimen ha sido de fondo, y no va a haber una regresión aun con el triunfo del PRI. Hoy los mexicanos entendemos y valoramos nuestra democracia. Si el PRI regresa al poder, como sinceramente creo que sucederá, será porque ha aprendido su lección. Hay una nueva generación de priistas cuyos miembros crecieron en un ambiente democrático.
Enrique Peña Nieto pertenece a esa generación. Asimismo, tenemos un poder judicial totalmente diferente al que teníamos, manipulado hasta antes del 2000 por el PRI. Hay un nuevo Poder Legislativo, con una fuerte presencia de los partidos de oposición, que no se va a dejar manipular”.
Particularmente esta respuesta es muy reveladora: primero, ya da por hecho el triunfo del priista Enrique Peña Nieto en la elección del 1 de julio de 2012; segundo, para efectos prácticos él da por agotada la transición a la democracia, pues considera que “el cambio en el régimen ha sido de fondo”; y tercero, asume que sí hay una transformación en el PRI y que Peña Nieto sí pertenece a una nueva generación de priistas.
Con respecto a lo anterior, es incuestionable que hoy las encuestas de preferencia electoral le dan una clara ventaja al aspirante tricolor, que ronda los 30 puntos de diferencia, cuando se incluyen candidatos y partidos, pero se reduce a 18 puntos cuando sólo se manifiestan las preferencias partidistas; en ambos casos, el porcentaje de los que no declaran preferencia electoral supera el 20% de los encuestados. Por otra parte, la declaración de Fox ignora que, de acuerdo con las encuestas de Consulta Mitofsky, en un año (mayo 2010-junio 2011) la preferencia electoral por Peña Nieto ha disminuido poco más de siete puntos, mientras que la correspondiente a
Andrés Manuel ha subido casi seis, y la manifestada por la panista Josefina Vázquez Mota, casi cuatro puntos.
Así, la tendencia indica que, conforme se acerque la jornada electoral y se inicien primero las precampañas y luego las campañas, Peña Nieto continuará perdiendo preferencias electorales y los opositores ganarán. Esto no implica, por supuesto, que se revertirá el resultado, pero sí que todavía falta mucho camino por andar, y algunos de los contendientes son muy poco conocidos, como es el caso de Vázquez Mota, a la que únicamente la conoce el 53% de los encuestados, o el de Alonso Lujambio (27.7) y Ernesto Cordero (22.3), por lo cual todavía pueden sumar simpatizantes.
Pero lo verdaderamente asombroso son las otras opiniones mencionadas de Fox, pues hoy ya no se requieren más explicaciones para entender por qué todo quedó en una alternancia sin transición. No podía haber transición, cuando quien debería ser el principal impulsor considera que ésta ya se dio, y menos todavía cuando muestra el total desconocimiento de sus interlocutores políticos, pues peca de ingenuidad (por decir lo menos) al considerar que Peña Nieto pertenece a una generación de priistas democráticos después de ver cómo gobernó en el Estado de México y tras conocer sus intenciones de introducir la cláusula de gobernabilidad, para asegurarse la mayoría en el Congreso de la Unión, por sólo citar dos ejemplos. Pero seguramente Fox seguirá rebelándose y provocándole incomodidad a Calderón, pues jamás desaprovecha un micrófono.
A lo largo del todo el sexenio, las declaraciones del expresidente Vicente Fox han colocado al presidente Felipe Calderón en posiciones incómodas, sea porque sugieren la falta de legitimidad de su elección, porque cuestionan sus decisiones y posturas, o porque restan posibilidades al PAN en los procesos electorales. Pero sus apariciones públicas también han confirmado sus obsesiones, limitaciones e ignorancia.
En su primera reaparición pública, el 12 de febrero de 2007 en la Sala de Conciertos del Centro Kennedy para las Artes, Fox se refirió a lo que llamó “mi propio problema con el alcalde de la Ciudad de México, Andrés Manuel López Obrador” (Proceso 1581), y reconoció haber intervenido en el proceso electoral al señalar: “…pero 18 meses después yo obtuve mi victoria. El día de la elección ganó el candidato de mi partido…”.
En esos primeros meses de gobierno, Calderón buscaba en particular formas de legitimarse, precisamente porque más de la tercera parte de la población mexicana cuestionaba la limpieza de las elecciones, y muchos lo hacían justamente en función de la intromisión presidencial de Fox en el proceso.
Al responder a una pregunta del corresponsal del periódico Reforma en Washington, Vicente Fox dejó claro, desde entonces, que no pensaba seguir lo que hasta entonces era una regla no escrita del sistema político mexicano: que los expresidentes se queden callados. Respondió que ese tipo de normas eran legado de un México no democrático.
La semana pasada, en la entrevista que difundió el diario puertorriqueño El Nuevo Día, al ser cuestionado por el reportero sobre esta regla, Fox abundó: “Independientemente de ser agradecido o no, lo importante para mí es ejercer mi libertad. Es verdad que hay muchos panistas que dicen: ‘que ya se calle ese pinche Fox, que todo el día dice pendejadas’; pero para mí es fundamental el tema de la libertad, y si no empiezo conmigo mismo, a decir las tonterías que se me ocurran, a decir lo que pienso, si dejo que me callen desde la Presidencia o desde mi propio partido, estoy perdiendo mi libertad”.
El 25 de septiembre del 2010, hace poco menos de un año, Salvador García Soto publicó una entrevista en el periódico El Universal donde Fox ya manifestaba que en 2012 los priistas volverían a Los Pinos, y remataba: “por lo pronto los dados dicen eso; los dados y los datos”.
También expresó aquella vez su oposición a la estrategia de Calderón en su guerra contra el narcotráfico. El mismo diario consigna:
“Duro, el expresidente cuestiona la guerra desatada por Felipe Calderón contra las drogas, que tiene ‘costos ocultos’, daña la imagen de México y ‘estamos pagando un costo fenomenal’. Y advierte: “no puedes combatir el crimen violando los derechos humanos y el proceso jurídico”. Dice que al narcotráfico no se le puede terminar, ‘se le administra’, y que ningún presidente en el mundo –ni Obama ni Zapatero– pretenden acabar con la droga. La prioridad para Calderón no debe ser esa, sino acabar con la violencia”.
El 8 de julio de 2010, unos días después de las elecciones en 12 entidades del país, le declaró a Excélsior que el PAN era culpable “de sus propias derrotas electorales”, y citó el caso de la gubernatura de Aguascalientes. Además, “sostuvo que las únicas victorias se deben a las alianzas formadas con otras instituciones políticas, porque el PRI sigue siendo la primera fuerza política del país”.
En la misma tónica, el 20 de junio de este año, en vísperas de las elecciones del Estado de México, declaró al periódico guanajuatense AM: “En el Estado de México marca un claro ganador: el candidato del PRI Eruviel Ávila, y el día de hoy, el aquí y el ahora, para la elección del 2012 marca un claro ganador también. Pero una cosa es que estemos a dos semanas de distancia del Estado de México, y otra es que estemos a 12 meses de distancia en el caso de la elección presidencial; ya es la última llamada para el 2012”.
Un mes después, en Puerto Rico, pareciera que Fox dio por hecho que el PAN no atendió la última llamada, pues le expresó al diario El Nuevo Día: “Creo que el cambio en el régimen ha sido de fondo, y no va a haber una regresión aun con el triunfo del PRI. Hoy los mexicanos entendemos y valoramos nuestra democracia. Si el PRI regresa al poder, como sinceramente creo que sucederá, será porque ha aprendido su lección. Hay una nueva generación de priistas cuyos miembros crecieron en un ambiente democrático.
Enrique Peña Nieto pertenece a esa generación. Asimismo, tenemos un poder judicial totalmente diferente al que teníamos, manipulado hasta antes del 2000 por el PRI. Hay un nuevo Poder Legislativo, con una fuerte presencia de los partidos de oposición, que no se va a dejar manipular”.
Particularmente esta respuesta es muy reveladora: primero, ya da por hecho el triunfo del priista Enrique Peña Nieto en la elección del 1 de julio de 2012; segundo, para efectos prácticos él da por agotada la transición a la democracia, pues considera que “el cambio en el régimen ha sido de fondo”; y tercero, asume que sí hay una transformación en el PRI y que Peña Nieto sí pertenece a una nueva generación de priistas.
Con respecto a lo anterior, es incuestionable que hoy las encuestas de preferencia electoral le dan una clara ventaja al aspirante tricolor, que ronda los 30 puntos de diferencia, cuando se incluyen candidatos y partidos, pero se reduce a 18 puntos cuando sólo se manifiestan las preferencias partidistas; en ambos casos, el porcentaje de los que no declaran preferencia electoral supera el 20% de los encuestados. Por otra parte, la declaración de Fox ignora que, de acuerdo con las encuestas de Consulta Mitofsky, en un año (mayo 2010-junio 2011) la preferencia electoral por Peña Nieto ha disminuido poco más de siete puntos, mientras que la correspondiente a
Andrés Manuel ha subido casi seis, y la manifestada por la panista Josefina Vázquez Mota, casi cuatro puntos.
Así, la tendencia indica que, conforme se acerque la jornada electoral y se inicien primero las precampañas y luego las campañas, Peña Nieto continuará perdiendo preferencias electorales y los opositores ganarán. Esto no implica, por supuesto, que se revertirá el resultado, pero sí que todavía falta mucho camino por andar, y algunos de los contendientes son muy poco conocidos, como es el caso de Vázquez Mota, a la que únicamente la conoce el 53% de los encuestados, o el de Alonso Lujambio (27.7) y Ernesto Cordero (22.3), por lo cual todavía pueden sumar simpatizantes.
Pero lo verdaderamente asombroso son las otras opiniones mencionadas de Fox, pues hoy ya no se requieren más explicaciones para entender por qué todo quedó en una alternancia sin transición. No podía haber transición, cuando quien debería ser el principal impulsor considera que ésta ya se dio, y menos todavía cuando muestra el total desconocimiento de sus interlocutores políticos, pues peca de ingenuidad (por decir lo menos) al considerar que Peña Nieto pertenece a una generación de priistas democráticos después de ver cómo gobernó en el Estado de México y tras conocer sus intenciones de introducir la cláusula de gobernabilidad, para asegurarse la mayoría en el Congreso de la Unión, por sólo citar dos ejemplos. Pero seguramente Fox seguirá rebelándose y provocándole incomodidad a Calderón, pues jamás desaprovecha un micrófono.
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