EU: fugaz acuerdo definitivo

Solución cortoplacista
Hambre infantil y gasto público

Carlos Fernández-Vega / México SA


Tan fugaz como el cambio prometido por Obama el día de su triunfo electoral, resulta el acuerdo definitivo al que llegaron, en materia de endeudamiento público, el inquilino de la Casa Blanca y la banda re- publicana. De entrada, no fue acuerdo, toda vez que fue impuesto por el verdadero grupo en el poder, pero mucho menos fue definitivo, pues el presunto pacto sólo alcanza, casualmente, para cubrir las obligaciones del gobierno estadunidense hasta poco después de las elecciones de noviembre de 2012.

Lo cierto es que Obama se dobló; los republicanos se impusieron y todos actuaron muy a la mexicana (tecnología política de exportación) con visión estrictamente cortoplacista para que el asunto de la deuda no les apestara el proceso electoral del próximo año, en el que el actual inquilino de la Casa Blanca se juega la relección y la otra pandilla el regreso al 1600 de la avenida Pensilvania, en la ciudad de Washington, mientras el resto del mundo sudaba la gota gorda ante la posibilidad de una moratoria en el otrora motor del mundo, hoy destartalado.

Rápido como saeta (tan sólo dos horas después de su aprobación por el Senado estadunidense), Barack Obama promulgó ayer el acuerdo definitivo que permite incrementar el techo de la deuda pública de aquel país, y puso fin a la posibilidad de que Estados Unidos entre en suspensión de pagos. Tal acuerdo autoriza elevar el volumen de endeudamiento gubernamental en 2.4 billones de dólares (trillones para los gringos), de tal suerte que por allá de diciembre de 2012, sino es que antes, de nueva cuenta las partes deberán sentarse para negociar otro acuerdo definitivo en materia de endeudamiento público, lo que conlleva severos recortes en los programas sociales y ni por aproximación aumento en los impuestos al gran capital. Eso sí, la grilla, las elecciones y el reparto del pastel político no están en riesgo.

La del gobierno estadunidense es la deuda más elevada del mundo: antes del acuerdo definitivo ascendía a 14.5 billones de dólares, algo así como 14 veces el producto interno bruto mexicano. Concluido el próximo proceso electoral en el vecino del norte, tal débito fácilmente rondará los 17 billones. Las naciones que integran la Unión Europea (cuyos gobiernos, al igual que el de Obama, han cargado la crisis a los más jodidos, sin que éstos, jamás, hayan participado en la toma de decisiones) reportan un débito conjunto ligeramente inferior al estadunidense, con la salvedad que son 27 los Estados comunitarios.

A pesar del pre infarto que Obama y los republicanos provocaron en la comunidad de naciones, al mantener en el filo de la navaja las negociaciones en torno al techo de la deuda estadunidense, el Fondo Monetario Internacional (FMI) –experto en resolver los problemas de deuda a golpe de misiles– se mantuvo sospechosamente silencioso en todo el proceso. Sólo hasta el final, ya con el acuerdo definitivo prácticamente en el bolsillo, la flamante directora-gerente del organismo, la francesa Cristina Lagarde, se pronunció en términos en extremo diplomáticos para que los gringos no se molestara, una actitud inversamente proporcional a la acostumbrado cuando en juego están los intereses de un país tercermundistas, como México comprenderá, o cuando pasó la aplanadora por Grecia.

Es la historia de siempre: Estados Unidos, el Reino Unido, Alemania y Francia son las naciones más endeudadas del planeta, pero casualmente son las que controlan los organismos financieros internacionales; es decir, aquellos que deciden qué país está mal y cuál no; a quién le arreglan sus finanzas mediante programas de choque, y con quién fingen absoluta demencia.

En este contexto, siempre considerando el manual del FMI, la voluminosa cuan creciente deuda de Estados Unidos obligaría una intervención del Fondo, rápida y con programas draconianos como acostumbra, para poner en orden las finanzas del otrora motor del mundo, que con acuerdo o sin él trae pariendo a la comunidad de naciones.

Lo anterior, claro está, en el plano imaginario, pues el gobierno de Estados Unidos seguirá endeudándose a manos llenas, mientras los demás representantes de la comunidad de naciones se mantendrán como fieles borreguitos del inquilino en turno de la Casa Blanca, porque para eso sobran jodidos en todos los países, quienes, les guste o no, pagan y seguirán pagando puntualmente por los excesos de sus gobernantes. El cambio, pues, no ha sido más otra tomadura de pelo; un cambio, para no cambiar absolutamente nada.

Eso sí, ya empinado –dicho sea con todo respeto, desde luego–, Obama tomó el micrófono y exhortó al Congreso estadunidense a trabajar para impulsar la economía nacional, pues, dijo, “no podemos equilibrar el presupuesto sobre las espaldas de las mismas personas que han sido castigadas por la recesión… Tenemos que hacer todo lo que esté en nuestro poder para impulsar esta economía y poner a Estados Unidos a trabajar. Eso es lo que tenemos previsto hacer, y aspiro trabajar con el Congreso para hacerlo realidad. Todos tenemos que colaborar. Es lo justo…

Un fracaso en las negociaciones habría devastado la economía y el plan aprobado es sólo el primer paso; este compromiso requiere que los dos partidos trabajen juntos en un plan más amplio para reducir el déficit, que es importante para la salud a largo plazo de nuestra economía. Espero que el Legislativo conforme una comisión bipartidista que logre un acercamiento balanceado; que los ricos paguen más impuestos es necesario para una mayor reducción del déficit” (es decir, justamente lo contrario a lo aprobado en el “acuerdo definitivo).

Pero no hay de qué preocuparse: Obama sigue prometiendo (de algo le sirvieron sus encuentros con Calderón); los republicanos mantienen la batuta en la mano; los organismos financieros internacionales sólo intervienen, y en qué forma, cuando se trata de naciones jodidas, con gobiernos ídem; los sumidos gobiernos del mundo gozan de tal condición, y miles de millones de jodidos seguirán pagando los platos rotos. Es la nueva realidad, producto de la gran crisis que nos obliga a cambiar (Obama dixit).

Las rebanadas del pastel

Prioridades, ante todo: mientras el gobierno calderonista alegremente gasta 120 millones de pesos en una panegírica telenovela rascuache (El equipo, de García Luna Productions), millones de niños mexicanos pasan hambre: en pobreza, 21.4 millones de niños y adolescentes; 53.8 por ciento de ellos, menores de 18 años: 5.1 millones padecen condiciones extremas de miseria; falta de acceso a la alimentación, la que más creció en este sector; 11.7 millones de pequeños y jóvenes sufren hambre (La Jornada, Angélica Enciso, con información del Coneval).

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