Calderón-Carstens-Cordero
México: triste historia del oro
Carlos Fernández-Vega / México SA
Con la misma ligereza e igual diagnóstico que durante la sacudida original (aquellos no lejanos tiempos del catarrito, con Agustín Carstens en la Secretaría de Hacienda) se muestra el inquilino de Los Pinos en el segundo tiempo de la misma crisis. La única diferencia, por llamarle así, es que, para enfrentar las eventualidades económico-financieras, el siempre atinado Felipe Calderón removió a un personaje gris (retribuido con el puesto más alto en el Banco de México) para designar a otro aún peor (con ganas de premiarlo con la candidatura blanquiazul).
La economía internacional se zarandea, el motor del mundo ni de lejos ronronea, la mexicana va para atrás (aún más), la europea a un tris del infarto múltiple, los mercados financieros y bursátiles se retuercen, y mucho más, pero al inquilino de Los Pinos no se le ocurre mejor idea que recurrir a su filósofo de cabecera, Miguel Ángel Cornejo, para asegurar que México llegará a ser un país ganador en la medida en que verdaderamente todos nos decidamos a superar los desafíos que tenemos, mientras su carismático secretario de Hacienda, Ernesto Cordero, no atina más que a gritar fuaaa.
Si fuera por volumen de discursos y frases de ocasión (cómo olvidar aquellas que garantizan la solidez económica del país, que presumen el navío de gran calado y destacan el año de la recuperación, sin olvidar los famosísimos 6 mil pesos y el bienestar ya llega a los bolsillos de los mexicanos, por ejemplo), México sería el primer mundo del primer mundo, pero estamos como estamos porque lamentablemente los resultados reales se derivan de las acciones de nuestros gobernantes, de la mano de la pasividad social.
El modelito económico internacional echa chispas por doquier, y ningún gobierno está dispuesto a tomar cartas en el asunto, de tal suerte que resulta imposible resolver el problema de fondo si no se atacan las causas. Y en este sentido, a pesar de las promesas (desde Obama a los líderes de la Unión Europea, pasando por los organismos financieros internacionales) nada se ha hecho: los líderes del mundo una vez más pasaron a cuchillo a sus ciudadanos y se limitaron a decir que lo peor ya pasó, frase que sus comparsas tercermundistas repitieron como pericos, mientras los causantes de la más reciente sacudida, los barones financieros y bursátiles permanecen intocados, siguen tan campantes y cometiendo todo tipo de tropelías, en el entendido de que los gobiernos están a su servicio y los dineros públicos a su disposición. No son pocos los que advierten sobre la inminencia de una nueva recesión (la misma, en realidad, pero más profunda), dado el claro declive de la economía estadunidense, la fragilidad de muchas economía europeas y la crisis de la deuda, una bomba de tiempo con mecha muy corta que no sólo explota en las colonias.
Pero en México, triste satélite del motor del mundo, las cosas son distintas, de acuerdo con el discurso oficial, según el cual la economía mexicana está preparada para hacer frente a las turbulencias e inestabilidad internacionales, pues es cada vez menos vulnerable a posibles impactos negativos provenientes del exterior (Cordero dixit; quién más). ¿En serio? Palabras más o menos, eso dijeron a coro Felipe Calderón y Agustín Carstens en 2008, para quienes la crisis que todos vieron venir, menos en Los Pinos, no pasaba de una gripa, según el primero, o de un catarrito, según el segundo, toda vez que las cosas ya no eran como antes (cuando a Estados Unidos le da pulmonía, a México, apenas un catarrito, dijo el actual gobernador del Banco de México).
Eso en el discurso, pero los resultados reales todos los conocen y padecen: en 2009, la economía mexicana ocupó el escalón número 143 de 201 posibles, entre las naciones más afectadas por la crisis y con peor comportamiento, de acuerdo con la evaluación del Banco Mundial. Por si fuera poco, pobreza creciente, desempleo al alza y desplome del nivel de bienestar de los mexicanos, magro de por sí. ¿Repetirán el numerito? Desde luego que sí, de tal suerte que agarraos, mexicanos silenciosos.
Mientras el huracán económico-financiero sube de categoría y en Los Pinos diagnostican otro catarrito, el Banco de México incrementa sus adquisiciones de oro, dada la creciente debilidad del dólar estadunidense (moneda que constituye la columna vertebral de las tan cacareadas reservas internacionales del país). Compras de oro por aquí, compras de oro por allá, hasta ocupar la primera posición internacional en lo que adquisición de este metal se refiere: 98 toneladas a un precio de 5 mil 300 millones de dólares, de acuerdo con el Fondo Monetario Internacional.
Qué bueno, pero es tradicional que el gobierno mexicano siempre llegue tarde a la fiesta, lo haga muy temprano, o una combinación letal, como en el caso de la descrita compra de oro. ¿Por qué? Bueno, porque llegó tarde a la adquisición del metal áureo, es decir, cuando los precios alcanzan niveles históricos; lo adquiere justo cuando las tesorerías de otras naciones están hinchadas de ese producto. Y temprano, porque dos décadas atrás a la supuesta autoridad se le ocurrió la brillante idea de privatizar (concesionar, le llamó) las minas propiedad de la nación, comenzando por las de oro, y que por esa gracia hoy explotan enormes consorcios privados, especialmente canadienses. Entonces, el gobierno mexicano, con dinero de los mexicanos, acapara oro mexicano, extraído de minas mexicanas por trabajadores mexicanos, y lo compra a… empresas privadas, mayoritariamente extranjeras, y a precios históricos. Negocio redondo.
Así, mientras el Banco de México presume sus 98 toneladas de oro, adquiridas a precios históricos, para robustecer las reservas internacionales del país, tan sólo los consorcios canadienses se han quedado con aproximadamente 400 toneladas del metal áureo durante la estadía panista en Los Pinos (Fox y Calderón), producción que mayoritariamente exportan a su país de origen, Estados Unidos y Suiza.
¿Alguna duda sobre lo bien que los gobiernos neoliberales conducen (al precipicio) a la nación?
Las rebanadas del pastel
La crisis también pega a ciertos organismos internacionales, pero no necesariamente por causas económicas. Tal es el caso del inestable FMI: a Dominique Strauss-Kahn lo echaron por libidinoso y calenturiento, y a Cristina Lagarde, flamante directora gerente de esa institución, la pueden correr por malversación de fondos y abuso de autoridad durante su paso por el Ministerio francés de Finanzas. El Tribunal de Justicia de la república gala anunció que va tras ella.
México: triste historia del oro
Carlos Fernández-Vega / México SA
Con la misma ligereza e igual diagnóstico que durante la sacudida original (aquellos no lejanos tiempos del catarrito, con Agustín Carstens en la Secretaría de Hacienda) se muestra el inquilino de Los Pinos en el segundo tiempo de la misma crisis. La única diferencia, por llamarle así, es que, para enfrentar las eventualidades económico-financieras, el siempre atinado Felipe Calderón removió a un personaje gris (retribuido con el puesto más alto en el Banco de México) para designar a otro aún peor (con ganas de premiarlo con la candidatura blanquiazul).
La economía internacional se zarandea, el motor del mundo ni de lejos ronronea, la mexicana va para atrás (aún más), la europea a un tris del infarto múltiple, los mercados financieros y bursátiles se retuercen, y mucho más, pero al inquilino de Los Pinos no se le ocurre mejor idea que recurrir a su filósofo de cabecera, Miguel Ángel Cornejo, para asegurar que México llegará a ser un país ganador en la medida en que verdaderamente todos nos decidamos a superar los desafíos que tenemos, mientras su carismático secretario de Hacienda, Ernesto Cordero, no atina más que a gritar fuaaa.
Si fuera por volumen de discursos y frases de ocasión (cómo olvidar aquellas que garantizan la solidez económica del país, que presumen el navío de gran calado y destacan el año de la recuperación, sin olvidar los famosísimos 6 mil pesos y el bienestar ya llega a los bolsillos de los mexicanos, por ejemplo), México sería el primer mundo del primer mundo, pero estamos como estamos porque lamentablemente los resultados reales se derivan de las acciones de nuestros gobernantes, de la mano de la pasividad social.
El modelito económico internacional echa chispas por doquier, y ningún gobierno está dispuesto a tomar cartas en el asunto, de tal suerte que resulta imposible resolver el problema de fondo si no se atacan las causas. Y en este sentido, a pesar de las promesas (desde Obama a los líderes de la Unión Europea, pasando por los organismos financieros internacionales) nada se ha hecho: los líderes del mundo una vez más pasaron a cuchillo a sus ciudadanos y se limitaron a decir que lo peor ya pasó, frase que sus comparsas tercermundistas repitieron como pericos, mientras los causantes de la más reciente sacudida, los barones financieros y bursátiles permanecen intocados, siguen tan campantes y cometiendo todo tipo de tropelías, en el entendido de que los gobiernos están a su servicio y los dineros públicos a su disposición. No son pocos los que advierten sobre la inminencia de una nueva recesión (la misma, en realidad, pero más profunda), dado el claro declive de la economía estadunidense, la fragilidad de muchas economía europeas y la crisis de la deuda, una bomba de tiempo con mecha muy corta que no sólo explota en las colonias.
Pero en México, triste satélite del motor del mundo, las cosas son distintas, de acuerdo con el discurso oficial, según el cual la economía mexicana está preparada para hacer frente a las turbulencias e inestabilidad internacionales, pues es cada vez menos vulnerable a posibles impactos negativos provenientes del exterior (Cordero dixit; quién más). ¿En serio? Palabras más o menos, eso dijeron a coro Felipe Calderón y Agustín Carstens en 2008, para quienes la crisis que todos vieron venir, menos en Los Pinos, no pasaba de una gripa, según el primero, o de un catarrito, según el segundo, toda vez que las cosas ya no eran como antes (cuando a Estados Unidos le da pulmonía, a México, apenas un catarrito, dijo el actual gobernador del Banco de México).
Eso en el discurso, pero los resultados reales todos los conocen y padecen: en 2009, la economía mexicana ocupó el escalón número 143 de 201 posibles, entre las naciones más afectadas por la crisis y con peor comportamiento, de acuerdo con la evaluación del Banco Mundial. Por si fuera poco, pobreza creciente, desempleo al alza y desplome del nivel de bienestar de los mexicanos, magro de por sí. ¿Repetirán el numerito? Desde luego que sí, de tal suerte que agarraos, mexicanos silenciosos.
Mientras el huracán económico-financiero sube de categoría y en Los Pinos diagnostican otro catarrito, el Banco de México incrementa sus adquisiciones de oro, dada la creciente debilidad del dólar estadunidense (moneda que constituye la columna vertebral de las tan cacareadas reservas internacionales del país). Compras de oro por aquí, compras de oro por allá, hasta ocupar la primera posición internacional en lo que adquisición de este metal se refiere: 98 toneladas a un precio de 5 mil 300 millones de dólares, de acuerdo con el Fondo Monetario Internacional.
Qué bueno, pero es tradicional que el gobierno mexicano siempre llegue tarde a la fiesta, lo haga muy temprano, o una combinación letal, como en el caso de la descrita compra de oro. ¿Por qué? Bueno, porque llegó tarde a la adquisición del metal áureo, es decir, cuando los precios alcanzan niveles históricos; lo adquiere justo cuando las tesorerías de otras naciones están hinchadas de ese producto. Y temprano, porque dos décadas atrás a la supuesta autoridad se le ocurrió la brillante idea de privatizar (concesionar, le llamó) las minas propiedad de la nación, comenzando por las de oro, y que por esa gracia hoy explotan enormes consorcios privados, especialmente canadienses. Entonces, el gobierno mexicano, con dinero de los mexicanos, acapara oro mexicano, extraído de minas mexicanas por trabajadores mexicanos, y lo compra a… empresas privadas, mayoritariamente extranjeras, y a precios históricos. Negocio redondo.
Así, mientras el Banco de México presume sus 98 toneladas de oro, adquiridas a precios históricos, para robustecer las reservas internacionales del país, tan sólo los consorcios canadienses se han quedado con aproximadamente 400 toneladas del metal áureo durante la estadía panista en Los Pinos (Fox y Calderón), producción que mayoritariamente exportan a su país de origen, Estados Unidos y Suiza.
¿Alguna duda sobre lo bien que los gobiernos neoliberales conducen (al precipicio) a la nación?
Las rebanadas del pastel
La crisis también pega a ciertos organismos internacionales, pero no necesariamente por causas económicas. Tal es el caso del inestable FMI: a Dominique Strauss-Kahn lo echaron por libidinoso y calenturiento, y a Cristina Lagarde, flamante directora gerente de esa institución, la pueden correr por malversación de fondos y abuso de autoridad durante su paso por el Ministerio francés de Finanzas. El Tribunal de Justicia de la república gala anunció que va tras ella.
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