Jorge Fernández Menéndez
En Michoacán se dará una lucha política que tiene muchos paralelos con la que se vivirá en distintos puntos del país en julio del año próximo, en los comicios presidenciales. Tres candidatos competitivos, corrientes internas fuertemente representadas por cada uno de ellos, una situación volátil en términos de seguridad, con grupos criminales que participan, y fuerte, en el proceso político (y que lo han infiltrado), pero que también se encuentran en un punto de inflexión en su propio combate con las fuerzas de seguridad. Todo eso lo encontramos en Michoacán, para las elecciones de noviembre, donde Silvano Aureoles es ya el candidato del PRD, Luisa María Calderón del PAN y Fausto Vallejo del PRI.
Los tres son competitivos y cualquiera de ellos puede ganar la elección y todos tienen costos que sobrellevar. Aureoles no parecía la principal opción del gobernador Leonel Godoy, pero eso no debería afectar al senador perredista. La imagen del gobierno de Godoy, entre la violencia, el michoacanazo, la situación de su medio hermano Julio César, prófugo de la justicia, y la evidente falta de control en el estado, no son la mejor carta de un candidato perredista. Aureoles querrá competir con un perfil muy independiente de Godoy y tendrá que hacerlo, además, con un difícil, complejo marco de autonomía respecto a Marcelo Ebrard y Andrés Manuel López Obrador, porque su campaña transcurrirá durante la lucha interna, cada vez más abierta y menos amistosa, entre los dos precandidatos perredistas. Y Michoacán, en ese proceso interno significa muchos votos, al mismo tiempo que constituye, junto con el DF y Guerrero, prácticamente las únicas posiciones reales de poder del perredismo. Mantenerse al margen de la lucha interna será casi tan complejo como ganar la elección y en buena medida determinará el desempeño de Aureoles.
En el PAN el triunfo muy amplio de Luisa María Calderón, la hermana del presidente Calderón, también definirá muchas cosas dentro del panismo. Luisa María le ganó dos a uno a Marko Cortés, el joven dirigente panista que contaba con el respaldo de Santiago Creel. El presidente Calderón no intervino en el proceso pero el peso del apellido, independientemente de la carrera propia que ha tenido la ahora candidata, no sólo vuelve competitivo al panismo en la entidad, sino que también tendrá repercusiones en el proceso interno del panismo en la búsqueda de la candidatura presidencial.
A estas alturas parece ser muy claro que en esa lucha no podrán seguir subsistiendo tantos precandidatos y que, al final, todo se terminará concentrando en sólo dos de ellos: en el ámbito del calderonismo propiamente dicho, estará entre Ernesto Cordero y Alonso Lujambio; fuera de él entre Josefina Vázquez Mota y Santiago Creel. Los movimientos en la superestructura de poder que se han dado en torno a Cordero (con gobernadores y alcaldes) y la decisión de ir por la candidatura en un plazo relativamente corto, lo mismo que el apoyo que le podrían dar otros precandidatos renunciantes, podrían inclinar la balanza a su favor, pero Lujambio sigue realizando su trabajo y no se bajará de la competencia si observa condiciones favorables. En el terreno opuesto, creo que Creel se puede equivocar polarizando las cosas en el propio proceso: sus declaraciones contra Cordero y contra Luisa María Calderón, pueden ir en contra de sus propios intereses y los de su partido: un PAN debilitado por 12 años de poder lo que menos necesita es dividirse en la búsqueda de una candidatura. Josefina se alejó de esas disputas (no intervino aparentemente para nada en el proceso interno de Michoacán, por ejemplo) y creo que al final la decisión estará entre ella y Cordero o Lujambio.
En el PRI, por lo menos en Michoacán, no están sufriendo por esa situación. Fausto Vallejo es un candidato consolidado, que dejó la alcaldía de Morelia con índices de aprobación muy altos y que no tuvo, en los hechos, mayor oposición interna. El priísmo se volcará a la campaña michoacana porque saben todo lo que pueden ganar recuperando un estado que ha estado durante años bajo control perredista y que es la tierra del presidente Calderón. El PRI colocará en cada distrito, en cada municipio, a cuadros locales y nacionales que buscarán controlar el proceso, porque saben que pueden apostar con posibilidades altas de triunfo. Si llegara a ganar Vallejo, no cambiarán las cosas en el proceso interno del PRI, pero ello consolidará a Humberto Moreira de cara al destape priísta y la campaña electoral federal.
En Michoacán se dará una lucha política que tiene muchos paralelos con la que se vivirá en distintos puntos del país en julio del año próximo, en los comicios presidenciales. Tres candidatos competitivos, corrientes internas fuertemente representadas por cada uno de ellos, una situación volátil en términos de seguridad, con grupos criminales que participan, y fuerte, en el proceso político (y que lo han infiltrado), pero que también se encuentran en un punto de inflexión en su propio combate con las fuerzas de seguridad. Todo eso lo encontramos en Michoacán, para las elecciones de noviembre, donde Silvano Aureoles es ya el candidato del PRD, Luisa María Calderón del PAN y Fausto Vallejo del PRI.
Los tres son competitivos y cualquiera de ellos puede ganar la elección y todos tienen costos que sobrellevar. Aureoles no parecía la principal opción del gobernador Leonel Godoy, pero eso no debería afectar al senador perredista. La imagen del gobierno de Godoy, entre la violencia, el michoacanazo, la situación de su medio hermano Julio César, prófugo de la justicia, y la evidente falta de control en el estado, no son la mejor carta de un candidato perredista. Aureoles querrá competir con un perfil muy independiente de Godoy y tendrá que hacerlo, además, con un difícil, complejo marco de autonomía respecto a Marcelo Ebrard y Andrés Manuel López Obrador, porque su campaña transcurrirá durante la lucha interna, cada vez más abierta y menos amistosa, entre los dos precandidatos perredistas. Y Michoacán, en ese proceso interno significa muchos votos, al mismo tiempo que constituye, junto con el DF y Guerrero, prácticamente las únicas posiciones reales de poder del perredismo. Mantenerse al margen de la lucha interna será casi tan complejo como ganar la elección y en buena medida determinará el desempeño de Aureoles.
En el PAN el triunfo muy amplio de Luisa María Calderón, la hermana del presidente Calderón, también definirá muchas cosas dentro del panismo. Luisa María le ganó dos a uno a Marko Cortés, el joven dirigente panista que contaba con el respaldo de Santiago Creel. El presidente Calderón no intervino en el proceso pero el peso del apellido, independientemente de la carrera propia que ha tenido la ahora candidata, no sólo vuelve competitivo al panismo en la entidad, sino que también tendrá repercusiones en el proceso interno del panismo en la búsqueda de la candidatura presidencial.
A estas alturas parece ser muy claro que en esa lucha no podrán seguir subsistiendo tantos precandidatos y que, al final, todo se terminará concentrando en sólo dos de ellos: en el ámbito del calderonismo propiamente dicho, estará entre Ernesto Cordero y Alonso Lujambio; fuera de él entre Josefina Vázquez Mota y Santiago Creel. Los movimientos en la superestructura de poder que se han dado en torno a Cordero (con gobernadores y alcaldes) y la decisión de ir por la candidatura en un plazo relativamente corto, lo mismo que el apoyo que le podrían dar otros precandidatos renunciantes, podrían inclinar la balanza a su favor, pero Lujambio sigue realizando su trabajo y no se bajará de la competencia si observa condiciones favorables. En el terreno opuesto, creo que Creel se puede equivocar polarizando las cosas en el propio proceso: sus declaraciones contra Cordero y contra Luisa María Calderón, pueden ir en contra de sus propios intereses y los de su partido: un PAN debilitado por 12 años de poder lo que menos necesita es dividirse en la búsqueda de una candidatura. Josefina se alejó de esas disputas (no intervino aparentemente para nada en el proceso interno de Michoacán, por ejemplo) y creo que al final la decisión estará entre ella y Cordero o Lujambio.
En el PRI, por lo menos en Michoacán, no están sufriendo por esa situación. Fausto Vallejo es un candidato consolidado, que dejó la alcaldía de Morelia con índices de aprobación muy altos y que no tuvo, en los hechos, mayor oposición interna. El priísmo se volcará a la campaña michoacana porque saben todo lo que pueden ganar recuperando un estado que ha estado durante años bajo control perredista y que es la tierra del presidente Calderón. El PRI colocará en cada distrito, en cada municipio, a cuadros locales y nacionales que buscarán controlar el proceso, porque saben que pueden apostar con posibilidades altas de triunfo. Si llegara a ganar Vallejo, no cambiarán las cosas en el proceso interno del PRI, pero ello consolidará a Humberto Moreira de cara al destape priísta y la campaña electoral federal.
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