Martha Anaya / Crónica de Política
No es de extrañar que ahora los participantes del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad se sientan hoy “traicionados”, como ha declarado Javier Sicilia.
Y no extraña porque de ese encuentro entre los legisladores y los miembros del Movimiento, cada quien escuchó y entendió lo que quiso o lo que se propuso dar a entender.
Sin acuerdos por escrito (a veces ni con ellos), por más que diputados y senadores de los distintos partidos obsequiaran una lluvia de “síes” a las demandas ciudadanas, lo cierto es que éstas se interpretaron de maneras diferentes por sus actores.
El primero en poner los puntos sobre las íes apenas terminó el encuentro fue el coordinador de los diputados priistas Francisco Rojas. Todavía no abandonaba el alcázar del Castillo de Chapultepec cuando advertía –y así se puede constatar en la transmisión del Canal del Congreso—que aquellos “síes” a las distintas peticiones “no significa que ya aceptamos”.
Desde su perspectiva, aquellos “síes” implicaban únicamente a que los temas puestos sobre la mesa “estamos dispuestos a discutirlos”.
Del lado del Movimiento, Julián Le Baron –quien tiene los pies bien puestos sobre la tierra—tomó con cautela los “síes” de los congresistas y sostuvo, más allá del significado de las palabras, que “la elocuencia está en las acciones”.
La joven de Creel, Chihuahua, Suriana Armendáriz, saldría de aquel encuentro con todas las dudas sobres los famosos “síes” de los legisladores a sus peticiones y sólo se acogió a lo último que queda: la esperanza.
Pero otros representantes del Movimiento o se fueron con la finta, o tomaron aquellos “síes” con cándida ingenuidad, o quisieron jugar otro tipo de juego: el político.
El ex ombudsman capitalino Emilio Álvarez Icaza, por ejemplo, salió con la apoteótica idea –luego de escuchar los “síes” aquí y allá– de que había elementos para pensar que la gente recuperó al Congreso de la Unión.
Pero no hubo de transcurrir mucho tiempo –apenas cinco días—para desvelar el verdadero significado de aquellos enfáticos “síes”. Y el motivo lo ofreció la principal demanda que planteó Javier Sicilia durante el diálogo en Chapultepec: dar marcha atrás, tirar a la basura la minuta sobre la nueva Ley de Seguridad así como los otros documentos al respecto con que se estaba trabajando en la Cámara de Diputados.
La razón, esgrimió entonces el poeta, es que esta Ley, tal como está concebida, nos encamina al militarismo y al autoritarismo. Pidió una Ley que protegiera a los ciudadanos, que tuviera como centro al ser humano y no a las instituciones del Estado.
Como sabemos, la dichosa ley se votó y aprobó en lo general el martes pasado en Comisiones, si bien buena parte de sus artículos fueron reservados por distintos partidos.
La reacción del Movimiento por la Paz no se hizo esperar. Sicilia calificó el hecho como una “traición”.
Y entonces volvieron a la palestra los significados de los “síes” y hasta de los silencios.
Tanto el senador Manlio Fabio Beltrones como el diputado Jorge Carlos Ramírez Marín alegaron que la postura de Sicilia “no era que hubiera otra ley sino que esta ley sino que esta ley tuviera un fondo humanista”, “que no fuera estrictamente de seguridad, sino que fuera una ley de seguridad humana”.
Sicilia respondió: la petición es que se echara para atrás esa Ley y que se sustituyera por una Ley humanista.
Vuelta pues a lo que cada quien registró, entendió o recompuso en el camino.
No es de extrañar que ahora los participantes del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad se sientan hoy “traicionados”, como ha declarado Javier Sicilia.
Y no extraña porque de ese encuentro entre los legisladores y los miembros del Movimiento, cada quien escuchó y entendió lo que quiso o lo que se propuso dar a entender.
Sin acuerdos por escrito (a veces ni con ellos), por más que diputados y senadores de los distintos partidos obsequiaran una lluvia de “síes” a las demandas ciudadanas, lo cierto es que éstas se interpretaron de maneras diferentes por sus actores.
El primero en poner los puntos sobre las íes apenas terminó el encuentro fue el coordinador de los diputados priistas Francisco Rojas. Todavía no abandonaba el alcázar del Castillo de Chapultepec cuando advertía –y así se puede constatar en la transmisión del Canal del Congreso—que aquellos “síes” a las distintas peticiones “no significa que ya aceptamos”.
Desde su perspectiva, aquellos “síes” implicaban únicamente a que los temas puestos sobre la mesa “estamos dispuestos a discutirlos”.
Del lado del Movimiento, Julián Le Baron –quien tiene los pies bien puestos sobre la tierra—tomó con cautela los “síes” de los congresistas y sostuvo, más allá del significado de las palabras, que “la elocuencia está en las acciones”.
La joven de Creel, Chihuahua, Suriana Armendáriz, saldría de aquel encuentro con todas las dudas sobres los famosos “síes” de los legisladores a sus peticiones y sólo se acogió a lo último que queda: la esperanza.
Pero otros representantes del Movimiento o se fueron con la finta, o tomaron aquellos “síes” con cándida ingenuidad, o quisieron jugar otro tipo de juego: el político.
El ex ombudsman capitalino Emilio Álvarez Icaza, por ejemplo, salió con la apoteótica idea –luego de escuchar los “síes” aquí y allá– de que había elementos para pensar que la gente recuperó al Congreso de la Unión.
Pero no hubo de transcurrir mucho tiempo –apenas cinco días—para desvelar el verdadero significado de aquellos enfáticos “síes”. Y el motivo lo ofreció la principal demanda que planteó Javier Sicilia durante el diálogo en Chapultepec: dar marcha atrás, tirar a la basura la minuta sobre la nueva Ley de Seguridad así como los otros documentos al respecto con que se estaba trabajando en la Cámara de Diputados.
La razón, esgrimió entonces el poeta, es que esta Ley, tal como está concebida, nos encamina al militarismo y al autoritarismo. Pidió una Ley que protegiera a los ciudadanos, que tuviera como centro al ser humano y no a las instituciones del Estado.
Como sabemos, la dichosa ley se votó y aprobó en lo general el martes pasado en Comisiones, si bien buena parte de sus artículos fueron reservados por distintos partidos.
La reacción del Movimiento por la Paz no se hizo esperar. Sicilia calificó el hecho como una “traición”.
Y entonces volvieron a la palestra los significados de los “síes” y hasta de los silencios.
Tanto el senador Manlio Fabio Beltrones como el diputado Jorge Carlos Ramírez Marín alegaron que la postura de Sicilia “no era que hubiera otra ley sino que esta ley sino que esta ley tuviera un fondo humanista”, “que no fuera estrictamente de seguridad, sino que fuera una ley de seguridad humana”.
Sicilia respondió: la petición es que se echara para atrás esa Ley y que se sustituyera por una Ley humanista.
Vuelta pues a lo que cada quien registró, entendió o recompuso en el camino.
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