Martha Anaya / Crónica de Política
Con su habitual sarcasmo, Ricardo Monreal presentó una propuesta ante la Comisión Permanente del Congreso de la Unión: que el Hoyo de Reforma permanezca en su estado actual.
Si acaso, promovió, unos cuantos barandales en la boca del pozo por cuestiones de seguridad y un arco peatonal sobre la circunferencia de 15 metros de diámetro para tener una vista central del boquete de 50 metros de profundidad:
“Un barandal, hasta con un herrero de mi tierra, de Fresnillo, Zacatecas; yo podrá conseguir un descuento y lo haríamos rápido…”, diría para animarlos.
La idea, explicaría, es que pase como un monumento histórico nacional, como la expresión de la ingeniería y la arquitectura más acabada de lo que representa, para el país, la actual administración federal.
¿Qué pondrían dentro de este hoyo que albergaría la famosa Estela de Luz con que se conmemoraría el Bicentenario de la Independencia?
La respuesta la tenía el propio senador petista:
“Se podrían colocar, en lo más profundo de su lecho, las reformas que han mermado la confianza ciudadana, como la electoral; aquellas pospuestas por motivos de alianzas políticas: la educativa, la laboral. Aquella reformas que busca vulnerar derechos sociales de los trabajadores, como la de pensiones, o aquella reforma energética que pretende perforar y privatizar el petróleo, el agua y los demás recursos naturales”.
La lista podría seguir. Se podrían lanzar ahí incluso los recientes diálogos de los legisladores con el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, los golpes de pecho pidiendo perdón, los “síes” a las demandas de las víctimas, las esperanzas, los besos y los abrazos entre unos y otros.
¿Qué hazañas conmemoraría el Hoyo de Reforma?
Bueno, “conmemoraría la fosa común en que se ha convertido el país con más de 50 mil muertos y cinco mil desaparecidos. Además, en los muros podríamos poner los nombres de los fallecidos y los homicidios colectivos seriales, como una muestra de lo que el país no debería ser nunca y cuando pasemos por Reforma nos acordáramos de lo que no se debe de hacer”.
Monreal intentaba convencer a sus compañeros senadores y diputados integrantes de la Comisión Permanente.
Les pedía olvidarse de pedir cuentas a los titulares de Hacienda y Educación (Ernesto Cordero y Alonso Lujambio) sobre lo que acontece con la famosa Estela de Luz y ocuparse ya del hoyo que se abre en Paseo de la Reforma y Lieja.
“¿Para qué gastamos mil millones? –cuestionaba– ¿Qué vamos a conmemorar si ya pasó septiembre? ¿O esperaremos 99 años para rendir homenaje a la ineficacia, la corrupción, la complicidad y la ineptitud de un gobierno que traicionó a un pueblo sediento de paz y justicia?
Piénsenlo…–insistía–, no nos cuestan nada unos barandales modestos, con protección, para observar el hoyo de Reforma…”
Los priistas y los perredistas sonreían divertidos. A los panistas se les retorcía…, ¡toditito!
Y al final de cuentas no se aceptó la propuesta de Ricardo Monreal. Perdió su idea de dejar el Hoyo de Reforma como un monumento “a imagen y semejanza” del gobierno de Felipe Calderón.
Con su habitual sarcasmo, Ricardo Monreal presentó una propuesta ante la Comisión Permanente del Congreso de la Unión: que el Hoyo de Reforma permanezca en su estado actual.
Si acaso, promovió, unos cuantos barandales en la boca del pozo por cuestiones de seguridad y un arco peatonal sobre la circunferencia de 15 metros de diámetro para tener una vista central del boquete de 50 metros de profundidad:
“Un barandal, hasta con un herrero de mi tierra, de Fresnillo, Zacatecas; yo podrá conseguir un descuento y lo haríamos rápido…”, diría para animarlos.
La idea, explicaría, es que pase como un monumento histórico nacional, como la expresión de la ingeniería y la arquitectura más acabada de lo que representa, para el país, la actual administración federal.
¿Qué pondrían dentro de este hoyo que albergaría la famosa Estela de Luz con que se conmemoraría el Bicentenario de la Independencia?
La respuesta la tenía el propio senador petista:
“Se podrían colocar, en lo más profundo de su lecho, las reformas que han mermado la confianza ciudadana, como la electoral; aquellas pospuestas por motivos de alianzas políticas: la educativa, la laboral. Aquella reformas que busca vulnerar derechos sociales de los trabajadores, como la de pensiones, o aquella reforma energética que pretende perforar y privatizar el petróleo, el agua y los demás recursos naturales”.
La lista podría seguir. Se podrían lanzar ahí incluso los recientes diálogos de los legisladores con el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, los golpes de pecho pidiendo perdón, los “síes” a las demandas de las víctimas, las esperanzas, los besos y los abrazos entre unos y otros.
¿Qué hazañas conmemoraría el Hoyo de Reforma?
Bueno, “conmemoraría la fosa común en que se ha convertido el país con más de 50 mil muertos y cinco mil desaparecidos. Además, en los muros podríamos poner los nombres de los fallecidos y los homicidios colectivos seriales, como una muestra de lo que el país no debería ser nunca y cuando pasemos por Reforma nos acordáramos de lo que no se debe de hacer”.
Monreal intentaba convencer a sus compañeros senadores y diputados integrantes de la Comisión Permanente.
Les pedía olvidarse de pedir cuentas a los titulares de Hacienda y Educación (Ernesto Cordero y Alonso Lujambio) sobre lo que acontece con la famosa Estela de Luz y ocuparse ya del hoyo que se abre en Paseo de la Reforma y Lieja.
“¿Para qué gastamos mil millones? –cuestionaba– ¿Qué vamos a conmemorar si ya pasó septiembre? ¿O esperaremos 99 años para rendir homenaje a la ineficacia, la corrupción, la complicidad y la ineptitud de un gobierno que traicionó a un pueblo sediento de paz y justicia?
Piénsenlo…–insistía–, no nos cuestan nada unos barandales modestos, con protección, para observar el hoyo de Reforma…”
Los priistas y los perredistas sonreían divertidos. A los panistas se les retorcía…, ¡toditito!
Y al final de cuentas no se aceptó la propuesta de Ricardo Monreal. Perdió su idea de dejar el Hoyo de Reforma como un monumento “a imagen y semejanza” del gobierno de Felipe Calderón.
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