El Chapo, peón gubernamental

Gregorio Ortega Molina / La Costumbre Del Poder

Las recientes declaraciones sobre el operativo Rápido y furioso, sus consecuencias, la relevancia de lo conocido y las personas que asumieron la responsabilidad de lo dicho, son muestra de la constancia estadounidense en su política de seguridad nacional, en su relación bilateral con México.

“Ahora está claro que nos enfrentamos a un enemigo implacable cuyo objetivo declarado es la dominación del mundo por todos los medios y a cualquier precio. No hay reglas en este juego. No se aplican aquí las normas de conducta humana hasta ahora aceptables. Si Estados Unidos pretende sobrevivir, hay que reconsiderar los arraigados conceptos norteamericanos del 'juego limpio'. Hemos de desarrollar unos servicios de espionaje y de contraespionaje eficaces, y hemos de aprender a subvertir, sabotear y destruir a nuestros enemigos con métodos más inteligentes, sofisticados y eficaces que los empleados contra nosotros. Puede ser necesario que el pueblo estadounidense deba conocer, entender y respaldar esta filosofía esencialmente repugnante”.

La larga cita corresponde al informe que el general Jimmy Doolittle hizo por instrucciones del presidente de Estados Unidos, Dwight Eisenhower, y a él entregó en 1954, como consecuencia de la intervención de la CIA en el golpe de Estado en Guatemala. Dicho informe fue desclasificado en 2001.

Nada ha variado. Carlos Canino, jefe en México de la Oficina para el Control del Alcohol, Tabaco y Armas de Fuego (ATF), en una mezcla de hipocresía y asombro aceptó: “armamos al cártel de Sinaloa. Es repugnante”. Lo dijo durante una declaración jurada ante el Congreso de Estados Unidos sobre el Rápido y furioso.

El Comité de Supervisión Gubernamental del Senado norteamericano hizo público el reporte, con más declaraciones y acusaciones sobre el tráfico vigilado por la ATF, que permitió la entrada de manera ilegal de miles de armas destinadas -ya no puede ocultarse que lo hicieron con esa intención- a los cárteles de la droga en México.

La información desprendida de la lectura de los documentos obtenidos por los investigadores del Congreso estadounidense, ratifica que armas vendidas a la vista de la ATF como parte del fallido operativo, fueron entregadas al menos a tres cárteles: al de Sinaloa, al de Teodoro García Simental, y al de La Familia Michoacana. El comité intenta así probar que la ATF, encargada de prevenir que las armas lleguen a las manos del crimen organizado, consiguió facilitar que los cárteles de la droga en México se hicieran de verdaderos arsenales.

En su tradicional comportamiento para confundir a su propia opinión pública, exhibir a un “gobierno amigo” y encubrir el fondo político, económico y de seguridad nacional en la 'lógica de Rápido y furioso', se confrontaron las opuestas responsabilidades por el operativo -ahora calificado como fallido, cuando en realidad cumplió con los objetivos de comprobar porosidad en la frontera en ambos sentidos, y la buena disposición de las autoridades mexicanas para la connivencia entre ambos gobiernos y los cárteles- en una audiencia durante la cual tres de los agentes de la ATF asignados en México, se negaron a respaldar las versiones ofrecidas por el ex jefe de esa agencia federal en Phoenix, William Newell, quien aseguró que tanto las autoridades de México como los agentes destacados en ese país, estuvieron al tanto de ese operativo desde noviembre del 2009.

En su testimonio, Newell insiste en que desde diciembre de 2010 y enero de 2011 invitó a los agregados de ATF en México y a funcionarios de la Procuraduría General de la República (PGR) para informarles del operativo.

Por su parte, Alejandro Poiré sostiene, afirma, insiste que el gobierno mexicano desconocía el trasiego de armas implícito en el operativo Rápido y furioso, instrumentado por Estados Unidos: “Por supuesto que si hubiéramos tenido noticias al respecto lo hubiésemos impedido y reclamado”; el vocero consideró que no hay elementos para aseverar que el arsenal haya llegado al cártel de Sinaloa, dirigido por El Chapo Guzmán.

En la misma conferencia de prensa, a insistencia de los reporteros para constatar si el gobierno sabía de las armas, Poiré reiteró que el gobierno de México no fue informado del contrabando permitido de armas, porque “si hubiéramos estado informados por supuesto que lo hubiéramos impedido y reclamado en su momento”. Agregó que en ningún momento la autoridad mexicana tuvo conocimiento de que como parte autorizada o no autorizada, o alterna de este operativo, pudiera existir ese trasiego ilegal de armas, pero el portavoz en temas de seguridad terminó por reconocer que el gobierno de México sí sabía de la existencia del operativo implementado por la ATF, pero sólo como una acción para combatir el tráfico de armas.

Queda claro entonces que si el operativo fue concebido, planeado y ejecutado desde Estados Unidos, las autoridades mexicanas tuvieron, al menos, información precisa y paso a paso de lo que ocurría, incluso de que dichas armas llegaron a manos de Joaquín El Chapo Guzmán.

De lo que todavía no se han decidido a informar, y de ninguna manera harán, son las razones por las cuales determinaron poner en manos de los sicarios del cártel de Sinaloa parte de ese arsenal, y cuáles fueron las condiciones pactadas entre las autoridades de ambas naciones y el barón de la droga, pues no le dieron ese poder bélico por su linda cara, sino porque les ha hecho servicios y, mientras lo consideren útil, continuará sirviéndoles como un buen peón de brega gubernamental.

De allí que se haya insistido en que en la mayoría de los despojos encontrados en las fosas clandestinas, no hubiese indicios de que fuesen ejecutados con armas de fuego, sino estrangulados, en unos casos, y en otros asesinados con violencia física extrema al ser muertos a tubazos o a mazazos, como indica la última de las versiones corrida por las autoridades.

Por eso dan la espalda a la propuesta de una Comisión de la Verdad, y porque como el personaje de Haruki Murakami, olvidaron preguntarse ¿La guerra nace de la ira o del miedo? Tal vez la ira y el miedo no sean más que dos facetas diferentes de un mismo espíritu… ¿No lo entiendes? En ningún lugar del mundo existe una lucha que acabe con las luchas. La guerra nace de la guerra misma. Se alimenta lamiendo la sangre vertida a causa de la violencia, la carne lacerada a causa de la violencia. La guerra es un ser vivo perfecto. Y tú eso tienes que saberlo.

Pero el presidente mexicano, Felipe Calderón, no lo supo cuando declaró la guerra, y hoy es tarde para que se entere.

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