Ebrard o las trampas de la mercadotecnia

Jenaro Villamil

¡Qué aburrida sería la vida entre amigos y familiares sin los chismes! Ese arte peculiar de vivir al pendiente de la vida de los otros y hasta fabular o inventar sobre los vericuetos emocionales ajenos. Esta costumbre que entre iguales es común, cuando se traslada a la vida pública, y más a los políticos, encubre grandes riesgos.

El primero es abrir las compuertas de la privacidad a los ojos escrutadores de quien sea. El periodismo se vuelve un oficio de paparazzis y el político una celebrité adicta a su reflejo personal como en el mito de Narciso… que murió ahogado en su propia imagen.

El segundo riesgo es vaciar el contenido mismo de la función pública para subordinarlo a los dictados de la mercadotecnia o a la sociedad del espectáculo. ¿Dónde acaba la farándula y empieza la política? ¿Cómo reclamar respeto a la intimidad si el responsable público de velar por ella exhibe la suya como si fuera material de infoentretenimiento? ¿Dónde termina la esencia y comienza la impostura?

Estas son preguntas frecuentes desde que el marketing trasladó los trucos y mecanismos del arte publicitario a la contienda política. Suplantó la comunicación política y borró las fronteras entre la popularidad, la empatía y la eficacia electoral. “Te verás más cercano si apareces en las fotos con tus hijos”, “ganarás a un sector de la clase media (esa entelequia de los mercadólogos) si hablas de tu nuevo romance”, “eliminarás los rumores sobre tu vida privada que tanto afectan a tus encuestas”. Estas y otras frases son comunes entre imagólogos de war room o “cuarto de guerra”. ¿Si le funcionó a John F. Kennedy por qué a ti no? Suelen comentar.

La trampa es evidente: se construyen “empatías” y “carismas” de laboratorio; la privacidad no es una revelación sino un publirreportaje; la biografía se transforma en una serie de infomerciales; y la popularidad se fabrica al gusto del cliente y sus necesidades de target.

Lo más simpático es que, como en los actos de mala prestidigitación, el truco se ve, el secreto pierde encanto, el guión oculto se observa, el romance tiene el sello del fotoshop.

Durante todo el sexenio la izquierda y una buena parte del sector del PRI y del PAN han criticado a Enrique Peña Nieto que pasó del anonimato nacional absoluto a ser el político de moda a fuerza de exceso de marketing y carencia de comunicación política. El reality show del mandatario mexiquense se programa y se monitorea desde oficinas telegénicas.

Lo peor es que Peña Nieto dejó de ser un caso aislado para convertirse en el modelo, la “marca” exitosa que debe copiarse. “Ya ven, si quieren subir en las encuestas (esta droga de los políticos modernos), deben hacerle como el galán de Toluca”. “Una buena imagen vale más que el dispendio presupuestal”.

Marcelo Ebrard, el jefe de Gobierno del Distrito Federal, tan resistente en otras épocas a ventilar su vida íntima ahora copia el modelo peñista y aparece posando con su nueva pareja, Rosalinda Bueso, en la portada de la revista Quién. “En exclusiva las primeras fotos y entrevistas”, presume el medio en su portada. “Marcelo Ebrard y su nuevo romance”, se lee en el titular de la entrevista desplegada en ocho páginas.

Como en el nado sincronizado, la portada aparece dos días después del “destape light” de Ebrard con los integrantes de Nueva Izquierda, el otro nuevo romance del mandatario.

Quién está en su negocio y ha logrado un impacto innegable. La pregunta es si esto beneficia a Marcelo Ebrard en su legítima aspiración para el 2012. Tan equívoco fue el mensaje que este martes 2 de agosto tuvo que defender su militancia en el PRD y sus “ideas de izquierda” en un evento delegacional.

¿Necesita esto un político profesional que ha demostrado eficacia y habilidad en el gobierno capitalino? ¿Dónde queda, entonces, la crítica a la frivolidad y banalidad de los otros, si el marketing los uniforma en las mismas fórmulas y recetas publicitarias?

La entrevista, amable y mesurada, tan cómoda como un diván involuntario dice en entrelíneas algunos elementos que el propio Ebrard había descartado, como su presunta alianza con Elba Esther Gordillo. El 25 de julio afirmó que no veía un proyecto político común con la dirigente del SNTE porque “yo soy un hombre que milita en la izquierda y claramente ella está en otra posición política”. Ahora en Quién afirma: “yo creo que el sindicato de maestros (SNTE) jugó un rol bastante importante en la pasada elección nacional. Yo siempre he tenido una buena relación con el sindicato y también con la Coordinadora (CNTE). Toda la vida.”

El editorial de Quién aclara que “la prensa del corazón es la encargada de buscar a aquellos que, probablemente, resulten los aspirantes oficiales a la Presidencia y les pregunte quiénes son sus parejas y cómo son sus relaciones. No en lo íntimo, sí en lo… ¿cómo le podríamos llamar? Procedimental, quizás”.

Y entre lo “procedimental” y lo “real” se puede ir la congruencia de un político.

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