Martha Anaya / Crónica de Política
Una nueva posibilidad está explorándose entre los grupos de izquierda con vistas a la elección presidencial del 2012:
Arrancar de común acuerdo con dos campañas paralelas. Dos candidatos: Andrés Manuel López Obrador y Marcelo Ebrard. El primero bajo las siglas del Partido del Trabajo y Convergencia, y el segundo bajo las siglas del Partido de la Revolución Democrática.
Cada uno para atraer los votos de distintos sectores. Andrés Manuel, el de los pobres. Marcelo el de los jóvenes y el de la clase media.
Bajo esta idea, cada uno de los candidatos recorrería distintas zonas del país para lograr su cometido, evitando sobreponerse, para cubrir lo más posible del territorio mexicano.
Con dos campañas complementarias desde la izquierda, arguyen, lograrían abarcar mucho más que sus contrincantes.
Ya avanzadas las campañas –según este escenario–, tras un primer debate entre candidatos y de acuerdo a como a los muestren y sitúen las encuestas y los distintos estudios de perspectivas, proceder a la declinación de quien vaya más abajo por el que puntee entre las izquierdas.
Y entonces sí, situarse en la recta final de la competencia con un solo candidato de las izquierdas para enfrentar al candidato presidencial del PRI (es a quien le ven mayores posibilidades). Esto, según las disposiciones del Cofipe, tendría que ocurrir cuando menos un mes antes de la fecha de la elección; es decir, a más tardar el 1 de junio.
Bajo esta estrategia, las izquierdas buscarían entonces arrancar el “voto útil” que podría inclinarse por el PAN en otras circunstancias distintas a las actuales en las que el blanquiazul luce derrotado de antemano y así darle la pelea al PRI en un final de parejera.
Tal escenario –“línea de ataque”, le llamaban unos– se comentaba entre los marcelistas el domingo pasado mientras aguardaban el arribo del Jefe de Gobierno del Distrito Federal al acto en que se presentó el movimiento Demócratas de Izquierda, cuyo claro propósito es impulsar la candidatura de Ebrard.
Según sus impulsores, esta estrategia ofrecería a Marcelo una mayor oportunidad para tratar de emparejar, e incluso ganarle, a López Obrador el terreno andado; daría a las izquierdas la oportunidad de cubrir más territorio en la búsqueda del voto que sus contrincantes; y evitar la dispersión o pérdida del voto entre quienes apoyan a uno u otro de sus posibles candidatos.
La evidencia del posicionamiento de cada uno ya en campaña, piensan, llevaría a una “sana declinación” de quien tuviera menos oportunidades y se sumarían al final con el grupo a la cabeza para lograr una mayor votación en su cancha.
Esta posibilidad –dos campañas, dos candidatos y declinación al final– puede sonar ingenua o idílica, pero en ella andan buceando ahora los estrategas de las izquierdas.
Una nueva posibilidad está explorándose entre los grupos de izquierda con vistas a la elección presidencial del 2012:
Arrancar de común acuerdo con dos campañas paralelas. Dos candidatos: Andrés Manuel López Obrador y Marcelo Ebrard. El primero bajo las siglas del Partido del Trabajo y Convergencia, y el segundo bajo las siglas del Partido de la Revolución Democrática.
Cada uno para atraer los votos de distintos sectores. Andrés Manuel, el de los pobres. Marcelo el de los jóvenes y el de la clase media.
Bajo esta idea, cada uno de los candidatos recorrería distintas zonas del país para lograr su cometido, evitando sobreponerse, para cubrir lo más posible del territorio mexicano.
Con dos campañas complementarias desde la izquierda, arguyen, lograrían abarcar mucho más que sus contrincantes.
Ya avanzadas las campañas –según este escenario–, tras un primer debate entre candidatos y de acuerdo a como a los muestren y sitúen las encuestas y los distintos estudios de perspectivas, proceder a la declinación de quien vaya más abajo por el que puntee entre las izquierdas.
Y entonces sí, situarse en la recta final de la competencia con un solo candidato de las izquierdas para enfrentar al candidato presidencial del PRI (es a quien le ven mayores posibilidades). Esto, según las disposiciones del Cofipe, tendría que ocurrir cuando menos un mes antes de la fecha de la elección; es decir, a más tardar el 1 de junio.
Bajo esta estrategia, las izquierdas buscarían entonces arrancar el “voto útil” que podría inclinarse por el PAN en otras circunstancias distintas a las actuales en las que el blanquiazul luce derrotado de antemano y así darle la pelea al PRI en un final de parejera.
Tal escenario –“línea de ataque”, le llamaban unos– se comentaba entre los marcelistas el domingo pasado mientras aguardaban el arribo del Jefe de Gobierno del Distrito Federal al acto en que se presentó el movimiento Demócratas de Izquierda, cuyo claro propósito es impulsar la candidatura de Ebrard.
Según sus impulsores, esta estrategia ofrecería a Marcelo una mayor oportunidad para tratar de emparejar, e incluso ganarle, a López Obrador el terreno andado; daría a las izquierdas la oportunidad de cubrir más territorio en la búsqueda del voto que sus contrincantes; y evitar la dispersión o pérdida del voto entre quienes apoyan a uno u otro de sus posibles candidatos.
La evidencia del posicionamiento de cada uno ya en campaña, piensan, llevaría a una “sana declinación” de quien tuviera menos oportunidades y se sumarían al final con el grupo a la cabeza para lograr una mayor votación en su cancha.
Esta posibilidad –dos campañas, dos candidatos y declinación al final– puede sonar ingenua o idílica, pero en ella andan buceando ahora los estrategas de las izquierdas.
Comentarios