Raymundo Riva Palacio / Estrictamente Personal
Manuel Camacho, el aún coordinador de Diálogo, la organización paraguas de los partidos de izquierda, se vuelve a calentar la cabeza con su amigo Juan Ramón de la Fuente. Ya empezó el cabildeo para persuadir al jefe de gobierno Marcelo Ebrard -de quien fue tutor por largos años-, y al líder de la izquierda social Andrés Manuel López Obrador, para que lo lancen como su candidato a sucederlo. El es el único, parece ser la racional, que puede contener el efecto Peña Nieto en 2012.
El sector reformista del PRD está confundido por lo que podría ser considerado una traición de Ebrard en el momento de que se defina la candidatura para el gobierno capitalino. Invirtieron su capital en él, se enfrentaron a López Obrador y las tribus que lo respaldan, y ahora les da la espalda. Hay que apurarse en definir el candidato del sector reformista, parece ser la consigna, pues si no en septiembre, López Obrador comenzará a impulsar al suyo. El factor De la Fuente sólo añade ruido.
Las aspiraciones políticas de De la Fuente son una melodía vieja. Hace poco más de 12 años, tuvo su primera calentura electoral al creer que el entonces presidente Ernesto Zedillo lo elegiría a él como su sucesor. De la Fuente era el psiquiatra de la esposa de Zedillo, quien le solía hacer todo tipo de bromas. Una cruel, para las ínfulas del ex rector de la UNAM, a donde lo envió su ex jefe tras sacarlo como secretario de Salud, era que “no curaba ni una gripe”. La segunda calentura fue hace menos de seis años.
De la Fuente, que tuvo una conversión hacia la izquierda exquisita y se le metió al entonces candidato presidencial Andrés Manuel López Obrador, trabajó para que llegara a la Presidencia y lo nombrara secretario de Gobernación. Para que no se descarrilara, quiso mediar entre el candidato y Televisa, que para cuando se calentaba la campaña estaban enfrentados, y en una reunión secreta en el piso 7 de la Rectoría, llevó a López Obrador para hacer las pases con el vicepresidente para asuntos políticos de la empresa, Bernardo Gómez, pero no sólo no se arregló el problema, sino que a manotazos sobre la mesa, Gómez lo empeoró.
En el Zócalo de la Ciudad de México aparecieron grandes cartelones con imágenes de periodistas, varios de ellos de Televisa, con llamados implícitos al linchamiento. Los propagandistas más burdos y primitivos del lópezpobradorismo escupían infundios en blogs. El resultado de la elección provocó un conflicto postelectoral, y Camacho volvió a las andadas para empezar a cabildear, junto con el dueño de un periódico que lo fondeó generosamente a él mismo y a De la Fuente, impulsar al entonces rector como presidente interino. Creían en el colapso constitucional al tiempo que preparaban el rescate nacional con un héroe venido de la academia.
El ex rector pasó a un segundo plano político mientras acumulaba dinero de instituciones y universidades en forma de asesorías. Solía subrayar, cuando se le preguntaban sus planes políticos, que administraría los tiempos. En las últimas semanas, de la mano de Camacho, aceleró los tiempos, no para la silla presidencial, fuera de su alcance, pero sí para el Distrito Federal. Camacho lo impulsa y ha comenzado a hablar de que la izquierda encuentre una fórmula que pueda hacer frente al eventual candidato presidencial del priísta Enrique Peña Nieto.
Camacho no lo ha mencionado públicamente por nombre, pero lo promueve intensamente. De la Fuente se deja querer, y también estimula a que lo quieran. Gran comunicador, su imagen es impoluta ante los ojos de muchos y su prestigio en los medios es amplia. La enorme vanidad que transpira no es algo que permea entre la población, que sin embargo aún no lo ve con posibilidades reales de una contienda electoral. Pero eso es coyuntural. Si De la Fuente dice quiero, como otros antes lo han hecho, las preferencias electorales comenzarán a moverse a su favor, como consecuencia de una tendencia normal en el electorado mexicano.
Camacho no es el único promotor de De la Fuente. Si discurso es similar al del investigador de la UNAM, Bolívar Hernández, uno de los operadores de campo del ex rector, que cabildean su candidatura, entre quienes se encuentran el científico René Drucker, y la ex subsecretaria de Comunicaciones, otrora cercana al presidente Calderón, Purificación Carpinteyro. De la Fuente dice que lo han buscado de distintas tribus de la izquierda, lo que es tan cierto como que Hernández y Drucker han estado construyendo apoyos dentro del PRD capitalino.
El efecto Peña Nieto tiene preocupados a los perredistas. Consecuencia del desgaste natural de tres lustros en el poder y la consecuencia de la polarización tras las elecciones presidenciales de 2006, las pérdidas electorales de la izquierda en la capital mexicana, su enorme reserva de simpatizantes, se ha visto mermada. En 2006 el PRI perdió en todas las cinco mil secciones electorales del Distrito Federal; en 2009, recuperó el 20%. La caída de apoyo a la izquierda en la capital casi llega a 30% en los últimos cinco años, y la debacle de su candidato al Gobierno del Estado de México en las recientes elecciones y en las federales en 2009, donde perdieron en todos sus bastiones, son un indicador que el aparato del PRD está averiado.
La izquierda aún no sabe quién será su candidato presidencial, pero los dos aspirantes le hacen guiños a De la Fuente. No hay nada concreto aún, pero Camacho sigue construyendo esa opción. El ex rector es cuidadoso. Seguramente no quiere volver a ser el político de 2000 y 2006, con el que todos juegan porque saben que siempre es una pieza desechable.
Manuel Camacho, el aún coordinador de Diálogo, la organización paraguas de los partidos de izquierda, se vuelve a calentar la cabeza con su amigo Juan Ramón de la Fuente. Ya empezó el cabildeo para persuadir al jefe de gobierno Marcelo Ebrard -de quien fue tutor por largos años-, y al líder de la izquierda social Andrés Manuel López Obrador, para que lo lancen como su candidato a sucederlo. El es el único, parece ser la racional, que puede contener el efecto Peña Nieto en 2012.
El sector reformista del PRD está confundido por lo que podría ser considerado una traición de Ebrard en el momento de que se defina la candidatura para el gobierno capitalino. Invirtieron su capital en él, se enfrentaron a López Obrador y las tribus que lo respaldan, y ahora les da la espalda. Hay que apurarse en definir el candidato del sector reformista, parece ser la consigna, pues si no en septiembre, López Obrador comenzará a impulsar al suyo. El factor De la Fuente sólo añade ruido.
Las aspiraciones políticas de De la Fuente son una melodía vieja. Hace poco más de 12 años, tuvo su primera calentura electoral al creer que el entonces presidente Ernesto Zedillo lo elegiría a él como su sucesor. De la Fuente era el psiquiatra de la esposa de Zedillo, quien le solía hacer todo tipo de bromas. Una cruel, para las ínfulas del ex rector de la UNAM, a donde lo envió su ex jefe tras sacarlo como secretario de Salud, era que “no curaba ni una gripe”. La segunda calentura fue hace menos de seis años.
De la Fuente, que tuvo una conversión hacia la izquierda exquisita y se le metió al entonces candidato presidencial Andrés Manuel López Obrador, trabajó para que llegara a la Presidencia y lo nombrara secretario de Gobernación. Para que no se descarrilara, quiso mediar entre el candidato y Televisa, que para cuando se calentaba la campaña estaban enfrentados, y en una reunión secreta en el piso 7 de la Rectoría, llevó a López Obrador para hacer las pases con el vicepresidente para asuntos políticos de la empresa, Bernardo Gómez, pero no sólo no se arregló el problema, sino que a manotazos sobre la mesa, Gómez lo empeoró.
En el Zócalo de la Ciudad de México aparecieron grandes cartelones con imágenes de periodistas, varios de ellos de Televisa, con llamados implícitos al linchamiento. Los propagandistas más burdos y primitivos del lópezpobradorismo escupían infundios en blogs. El resultado de la elección provocó un conflicto postelectoral, y Camacho volvió a las andadas para empezar a cabildear, junto con el dueño de un periódico que lo fondeó generosamente a él mismo y a De la Fuente, impulsar al entonces rector como presidente interino. Creían en el colapso constitucional al tiempo que preparaban el rescate nacional con un héroe venido de la academia.
El ex rector pasó a un segundo plano político mientras acumulaba dinero de instituciones y universidades en forma de asesorías. Solía subrayar, cuando se le preguntaban sus planes políticos, que administraría los tiempos. En las últimas semanas, de la mano de Camacho, aceleró los tiempos, no para la silla presidencial, fuera de su alcance, pero sí para el Distrito Federal. Camacho lo impulsa y ha comenzado a hablar de que la izquierda encuentre una fórmula que pueda hacer frente al eventual candidato presidencial del priísta Enrique Peña Nieto.
Camacho no lo ha mencionado públicamente por nombre, pero lo promueve intensamente. De la Fuente se deja querer, y también estimula a que lo quieran. Gran comunicador, su imagen es impoluta ante los ojos de muchos y su prestigio en los medios es amplia. La enorme vanidad que transpira no es algo que permea entre la población, que sin embargo aún no lo ve con posibilidades reales de una contienda electoral. Pero eso es coyuntural. Si De la Fuente dice quiero, como otros antes lo han hecho, las preferencias electorales comenzarán a moverse a su favor, como consecuencia de una tendencia normal en el electorado mexicano.
Camacho no es el único promotor de De la Fuente. Si discurso es similar al del investigador de la UNAM, Bolívar Hernández, uno de los operadores de campo del ex rector, que cabildean su candidatura, entre quienes se encuentran el científico René Drucker, y la ex subsecretaria de Comunicaciones, otrora cercana al presidente Calderón, Purificación Carpinteyro. De la Fuente dice que lo han buscado de distintas tribus de la izquierda, lo que es tan cierto como que Hernández y Drucker han estado construyendo apoyos dentro del PRD capitalino.
El efecto Peña Nieto tiene preocupados a los perredistas. Consecuencia del desgaste natural de tres lustros en el poder y la consecuencia de la polarización tras las elecciones presidenciales de 2006, las pérdidas electorales de la izquierda en la capital mexicana, su enorme reserva de simpatizantes, se ha visto mermada. En 2006 el PRI perdió en todas las cinco mil secciones electorales del Distrito Federal; en 2009, recuperó el 20%. La caída de apoyo a la izquierda en la capital casi llega a 30% en los últimos cinco años, y la debacle de su candidato al Gobierno del Estado de México en las recientes elecciones y en las federales en 2009, donde perdieron en todos sus bastiones, son un indicador que el aparato del PRD está averiado.
La izquierda aún no sabe quién será su candidato presidencial, pero los dos aspirantes le hacen guiños a De la Fuente. No hay nada concreto aún, pero Camacho sigue construyendo esa opción. El ex rector es cuidadoso. Seguramente no quiere volver a ser el político de 2000 y 2006, con el que todos juegan porque saben que siempre es una pieza desechable.
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