José Cárdenas
La mexicana es una democracia frágil.
No hay política sin reacomodos. Pero los de nuestros partidos son un descaro. No los mueve la búsqueda de nuevas o mejores propuestas. Para nada. Sus movimientos internos obedecen al pleito por la silla presidencial.
Hoy, la energía política no transforma casi nada, pero sí le alcanza a los partidos para darse una buena restirada.
Fundado en 1999 por Dante Delgado, el partido Convergencia agotó su ciclo en 12 años. Ahora decide hacerse cirugía plástica. Presentarse en 2012 como Movimiento Ciudadano, del brazo de la Morena, el Movimiento de Renovación Nacional, centro rector de la alianza a favor de la candidatura de Andrés Manuel López Obrador.
¿Qué es más deshonesto, la entrega total a la Morena, incluido el secuestro del águila juarista, mascota de la presidencia legítima, o seguir parasitando desde una independencia imposible?
Los realineamientos se deciden arriba, pero se operan abajo, como actos “espontáneos” de simpatizantes.
Jesús Ortega, el ex presidente del PRD, organiza la adhesión de los “Demócratas de Izquierda” a favor del jefe de Gobierno de la Ciudad de México, Marcelo Ebrard. Cierran filas ante el próximo divorcio necesario entre ebrardistas y tribus (des)controladas por AMLO.
En el PAN los reacomodos danzan a ritmo de vals. Dos abiertos precandidatos en el gabinete federal, Alonso Lujambio y Ernesto Cordero, usan doble cachucha. No ven, o no quieren ver, ni ellos ni sus grupos de apoyo, que ser secretarios de Estado y precandidatos no les significa ganancia alguna en las encuestas. Importantes panistas se incomodan por esto. Ponen de ejemplo a Santiago Creel.
Definidas sus candidaturas este fin de semana, Luisa María Calderón (PAN), Fausto Vallejo Figueroa (PRI) y Silvano Aureoles (PRD, PT, Movimiento Ciudadano) contienden en Michoacán. El pronóstico: elección cerrada con un tercio de la votación para cada uno.
Aureoles sabe que la fuerza de El Peje no basta para ganar, pero puede hacer perder a cualquier candidato de izquierda que carezca de la bendición “tropical”.
El engallado presidente del PRI, Humberto Moreira, ofrece irse a vivir a Morelia hasta las elecciones del 13 de noviembre, “cuando gane Fausto”, asegura.
La mexicana es una democracia frágil. Derrama desplantes, acomodos, reacomodos y oportunismos. Cualquier cosa menos compromisos a la altura de la demanda social y de los problemas del país. Además, es una democracia muy cara. El costo electoral, en los últimos 11 años, ha sido de 117 mil 464 millones de pesos, incluido el financiamiento a los partidos y los gastos del IFE, el TEPJF y la FEPADE.
En vez de elecciones cada vez más concurridas vamos hacia una democracia cada vez más desnutrida por el cáncer de la desconfianza.
Así, la política resulta una divina comedia.
MONJE LOCO. El beso de Javier Sicilia causó efectos en el senador Manlio Fabio Beltrones, comentan con picardía diputados priistas en San Lázaro. Así explican la insistencia del sonorense para acelerar la reforma política. Ni ellos ni su líder, Francisco Rojas, están convencidos de las candidaturas ciudadanas y otros subtemas, como la representación proporcional, que le pueden meter ruido al chicharrón del puntero Enrique Peña Nieto. Ya se sabe, ya se supo.
La mexicana es una democracia frágil.
No hay política sin reacomodos. Pero los de nuestros partidos son un descaro. No los mueve la búsqueda de nuevas o mejores propuestas. Para nada. Sus movimientos internos obedecen al pleito por la silla presidencial.
Hoy, la energía política no transforma casi nada, pero sí le alcanza a los partidos para darse una buena restirada.
Fundado en 1999 por Dante Delgado, el partido Convergencia agotó su ciclo en 12 años. Ahora decide hacerse cirugía plástica. Presentarse en 2012 como Movimiento Ciudadano, del brazo de la Morena, el Movimiento de Renovación Nacional, centro rector de la alianza a favor de la candidatura de Andrés Manuel López Obrador.
¿Qué es más deshonesto, la entrega total a la Morena, incluido el secuestro del águila juarista, mascota de la presidencia legítima, o seguir parasitando desde una independencia imposible?
Los realineamientos se deciden arriba, pero se operan abajo, como actos “espontáneos” de simpatizantes.
Jesús Ortega, el ex presidente del PRD, organiza la adhesión de los “Demócratas de Izquierda” a favor del jefe de Gobierno de la Ciudad de México, Marcelo Ebrard. Cierran filas ante el próximo divorcio necesario entre ebrardistas y tribus (des)controladas por AMLO.
En el PAN los reacomodos danzan a ritmo de vals. Dos abiertos precandidatos en el gabinete federal, Alonso Lujambio y Ernesto Cordero, usan doble cachucha. No ven, o no quieren ver, ni ellos ni sus grupos de apoyo, que ser secretarios de Estado y precandidatos no les significa ganancia alguna en las encuestas. Importantes panistas se incomodan por esto. Ponen de ejemplo a Santiago Creel.
Definidas sus candidaturas este fin de semana, Luisa María Calderón (PAN), Fausto Vallejo Figueroa (PRI) y Silvano Aureoles (PRD, PT, Movimiento Ciudadano) contienden en Michoacán. El pronóstico: elección cerrada con un tercio de la votación para cada uno.
Aureoles sabe que la fuerza de El Peje no basta para ganar, pero puede hacer perder a cualquier candidato de izquierda que carezca de la bendición “tropical”.
El engallado presidente del PRI, Humberto Moreira, ofrece irse a vivir a Morelia hasta las elecciones del 13 de noviembre, “cuando gane Fausto”, asegura.
La mexicana es una democracia frágil. Derrama desplantes, acomodos, reacomodos y oportunismos. Cualquier cosa menos compromisos a la altura de la demanda social y de los problemas del país. Además, es una democracia muy cara. El costo electoral, en los últimos 11 años, ha sido de 117 mil 464 millones de pesos, incluido el financiamiento a los partidos y los gastos del IFE, el TEPJF y la FEPADE.
En vez de elecciones cada vez más concurridas vamos hacia una democracia cada vez más desnutrida por el cáncer de la desconfianza.
Así, la política resulta una divina comedia.
MONJE LOCO. El beso de Javier Sicilia causó efectos en el senador Manlio Fabio Beltrones, comentan con picardía diputados priistas en San Lázaro. Así explican la insistencia del sonorense para acelerar la reforma política. Ni ellos ni su líder, Francisco Rojas, están convencidos de las candidaturas ciudadanas y otros subtemas, como la representación proporcional, que le pueden meter ruido al chicharrón del puntero Enrique Peña Nieto. Ya se sabe, ya se supo.
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