Jorge Diaz
Cuántas palabras más se tienen que leer en los discursos a Diputados, Senadores, gobernantes y autoridades para que hagan algo.
Cuántas voces inocentes se apagarán por el plomo cruzado antes de ser escuchadas.
Cuántas oportunidades más se tendrán que pedir para que los mexicanos no tengan que refugiarse en la delincuencia en busca de sustento.
Cuántas súplicas se tendrán que gritar al aire para que las organizaciones delincuenciales apliquen un código de honor y no se metan con la sociedad civil.
Cuántas presiones y de qué naturaleza se tendrán que hacer para que los estadounidenses detengan el tráfico de armas hacia nuestro país y se alejen de la doble moral, el discurso hipócrita.
Cuántas drogas son necesarias para que los gringos estén apaciguados, cuánto se quieren meter por la nariz, las venas, los pulmones.
Cuándo sabrán los ciudadanos que tienen el poder de sacar a patadas a los ineptos que no quieren escuchar.
Cuántos oídos sordos más vamos a tolerar.
¡Cuántos muertos, cuántos!
Cuántas palabras más se tienen que leer en los discursos a Diputados, Senadores, gobernantes y autoridades para que hagan algo.
Cuántas voces inocentes se apagarán por el plomo cruzado antes de ser escuchadas.
Cuántas oportunidades más se tendrán que pedir para que los mexicanos no tengan que refugiarse en la delincuencia en busca de sustento.
Cuántas súplicas se tendrán que gritar al aire para que las organizaciones delincuenciales apliquen un código de honor y no se metan con la sociedad civil.
Cuántas presiones y de qué naturaleza se tendrán que hacer para que los estadounidenses detengan el tráfico de armas hacia nuestro país y se alejen de la doble moral, el discurso hipócrita.
Cuántas drogas son necesarias para que los gringos estén apaciguados, cuánto se quieren meter por la nariz, las venas, los pulmones.
Cuándo sabrán los ciudadanos que tienen el poder de sacar a patadas a los ineptos que no quieren escuchar.
Cuántos oídos sordos más vamos a tolerar.
¡Cuántos muertos, cuántos!
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