Apro
La crisis de la deuda soberana en la eurozona y el pobre desempeño de la economía estadunidense –el empleo no se recupera y la amenaza de recesión no desaparece– propiciaron este jueves tal incertidumbre y nerviosismo, que los mercados financieros de todo el mundo se vieron arrasados como no se veía hace meses.
La Bolsa Mexicana de Valores (BMV), acostumbrada a bailar al son que le tocan los mercados accionarios de Estados Unidos, sufrió su peor caída desde febrero de 2009. El principal indicador bursátil mexicano, el Índice de Precios y Cotizaciones (IPC), concluyó esta jornada negra mundial con una pérdida de 1,161.74 puntos, o sea 3.37%, muy cerca del peor registro anterior, de 3.95%, del 17 de febrero de 2009.
Con ello, el IPC se ubicó en los 33 mil 322.63 puntos, el nivel más bajo desde septiembre de 2010.
Y le fue “bien”, pues el desplome de Wall Street fue mucho mayor: el promedio industrial Dow Jones cayó 4.31% y el índice Nasdaq, de las empresas tecnológicas, perdió 5.08%. En el primer caso, el Dow no había tenido un desplome así desde el 22 de octubre de 2008, mientras que el tecnológico no lo registraba desde el 10 de febrero de 2009.
El de este día, como se dice cuando hay desplomes de esa magnitud, fue un verdadero “jueves negro”. Inició en Europa, pero sólo por la diferencia de horarios, pues tanto la eurozona como Estados Unidos conjugaron sus debilidades para dar al traste con los mercados financieros de todo el mundo.
Los dolores de cabeza no acaban en Europa. Tras el polémico y costoso rescate de la economía griega, sobrevinieron ataques de los mercados a las economías de Italia y España. Italia ya no puede con su deuda, que alcanza el 120% de su Producto Interno Bruto, mientras que España es presa de una crisis económica, política y social sin precedentes, producto de un desempleo histórico que alcanza los cinco millones de personas y un dramático plan de ajuste fiscal que está castigando severamente el bienestar de los españoles.
Ahora es España e Italia, pero antes fueron Irlanda, Portugal y Grecia. Y en todos los países del euro –salvo Alemania, que sigue siendo el más solvente– la amenaza de insolvencia y recesión sigue latente. Los datos de producción van a la baja y en todos los países, por efecto de las sobretasas que exigen los inversionistas, hay dificultad lo mismo para pagar la deuda pública que para colocar nuevos papeles.
Así, el temor en Europa a caer de nuevo en recesión, que se conjugó con una apertura a la baja en todos los mercados accionarios de Estados Unidos, propició que huyeran los inversionistas en prácticamente todas las plazas bursátiles, en busca de liquidez y mejores refugios.
El desplome de las bolsas fue generalizado: El principal índice español, el Ibex 35, cayó casi 3.9%. En Milán, la bolsa se desplomó como no lo hacía desde abril de 2009, con 5.16%. En París, la caída bursátil fue de 3.9%, que dejó al indicador a niveles de julio de 2010. Igual Londres, con caída de 3.43%, para empatar registros de septiembre del año pasado. Y Francfort con -3.4%, que dejó al índice a niveles de octubre pasado.
En Estados Unidos, a los efectos del sombrío panorama europeo –que pega por la relación comercial, pero sobre todo por la exposición de instituciones financieras estadunidenses al problema de la deuda soberana de Europa– se sumó el nerviosismo y la incertidumbre por la evolución de la economía.
El acuerdo logrado por la Casa Blanca y el Congreso sobre el techo de endeudamiento –que ubica ya la deuda pública de EU por arriba de 100% de su producto interno bruto– no logró despejar las dudas acerca de si fue o no una solución de fondo para los problemas de finanzas públicas de Estados Unidos. De hecho, a pocos convenció el proyecto de recorte del gasto público a que se comprometió el gobierno de Barack Obama, en el sentido de que sea suficientemente fuerte, a largo plazo, para recomponer las finanzas públicas.
Por otra parte, el desplome bursátil en todo el mundo se vio acompañado por una persistente volatilidad en los mercados cambiarios.
El dólar se apreció frente al euro y el yen. Incluso frente al peso mexicano, que hoy rompió la barrera psicológica de los 12 pesos por dólar, al ubicarse el tipo de cambio en 12.10 –en algunas ventanillas bancarias hasta en 12.20–, cuando un día antes estaba en 11.90 pesos por dólar.
En ese contexto, ya conocido el desplome de los mercados financieros en el mundo, el secretario de Hacienda, Ernesto Cordero, culpó a “algunos países” que se sobreendeudaron y gastaron más de lo que tenían, de ser los responsables de poner “en un serio riesgo de incertidumbre financiera al resto del mundo y al resto de las economías”.
En un acto oficial en Palacio Nacional, Cordero inició su discurso con la noticia del día: “En este preciso instante hay una gran incertidumbre, una gran volatilidad en los mercados financieros. Las bolsas del mundo tienen un muy mal día. Los mercados cambiarios también muestran una gran incertidumbre, una gran volatilidad”.
Pero acusó: “Todo esto es consecuencia no de la mala suerte; no de que algo no previsto pasó. Todo esto es consecuencia de una mala política económica, de una mala conducción económica; de la irresponsabilidad de algunos países al llevar su política macroeconómica”.
La crisis de la deuda soberana en la eurozona y el pobre desempeño de la economía estadunidense –el empleo no se recupera y la amenaza de recesión no desaparece– propiciaron este jueves tal incertidumbre y nerviosismo, que los mercados financieros de todo el mundo se vieron arrasados como no se veía hace meses.
La Bolsa Mexicana de Valores (BMV), acostumbrada a bailar al son que le tocan los mercados accionarios de Estados Unidos, sufrió su peor caída desde febrero de 2009. El principal indicador bursátil mexicano, el Índice de Precios y Cotizaciones (IPC), concluyó esta jornada negra mundial con una pérdida de 1,161.74 puntos, o sea 3.37%, muy cerca del peor registro anterior, de 3.95%, del 17 de febrero de 2009.
Con ello, el IPC se ubicó en los 33 mil 322.63 puntos, el nivel más bajo desde septiembre de 2010.
Y le fue “bien”, pues el desplome de Wall Street fue mucho mayor: el promedio industrial Dow Jones cayó 4.31% y el índice Nasdaq, de las empresas tecnológicas, perdió 5.08%. En el primer caso, el Dow no había tenido un desplome así desde el 22 de octubre de 2008, mientras que el tecnológico no lo registraba desde el 10 de febrero de 2009.
El de este día, como se dice cuando hay desplomes de esa magnitud, fue un verdadero “jueves negro”. Inició en Europa, pero sólo por la diferencia de horarios, pues tanto la eurozona como Estados Unidos conjugaron sus debilidades para dar al traste con los mercados financieros de todo el mundo.
Los dolores de cabeza no acaban en Europa. Tras el polémico y costoso rescate de la economía griega, sobrevinieron ataques de los mercados a las economías de Italia y España. Italia ya no puede con su deuda, que alcanza el 120% de su Producto Interno Bruto, mientras que España es presa de una crisis económica, política y social sin precedentes, producto de un desempleo histórico que alcanza los cinco millones de personas y un dramático plan de ajuste fiscal que está castigando severamente el bienestar de los españoles.
Ahora es España e Italia, pero antes fueron Irlanda, Portugal y Grecia. Y en todos los países del euro –salvo Alemania, que sigue siendo el más solvente– la amenaza de insolvencia y recesión sigue latente. Los datos de producción van a la baja y en todos los países, por efecto de las sobretasas que exigen los inversionistas, hay dificultad lo mismo para pagar la deuda pública que para colocar nuevos papeles.
Así, el temor en Europa a caer de nuevo en recesión, que se conjugó con una apertura a la baja en todos los mercados accionarios de Estados Unidos, propició que huyeran los inversionistas en prácticamente todas las plazas bursátiles, en busca de liquidez y mejores refugios.
El desplome de las bolsas fue generalizado: El principal índice español, el Ibex 35, cayó casi 3.9%. En Milán, la bolsa se desplomó como no lo hacía desde abril de 2009, con 5.16%. En París, la caída bursátil fue de 3.9%, que dejó al indicador a niveles de julio de 2010. Igual Londres, con caída de 3.43%, para empatar registros de septiembre del año pasado. Y Francfort con -3.4%, que dejó al índice a niveles de octubre pasado.
En Estados Unidos, a los efectos del sombrío panorama europeo –que pega por la relación comercial, pero sobre todo por la exposición de instituciones financieras estadunidenses al problema de la deuda soberana de Europa– se sumó el nerviosismo y la incertidumbre por la evolución de la economía.
El acuerdo logrado por la Casa Blanca y el Congreso sobre el techo de endeudamiento –que ubica ya la deuda pública de EU por arriba de 100% de su producto interno bruto– no logró despejar las dudas acerca de si fue o no una solución de fondo para los problemas de finanzas públicas de Estados Unidos. De hecho, a pocos convenció el proyecto de recorte del gasto público a que se comprometió el gobierno de Barack Obama, en el sentido de que sea suficientemente fuerte, a largo plazo, para recomponer las finanzas públicas.
Por otra parte, el desplome bursátil en todo el mundo se vio acompañado por una persistente volatilidad en los mercados cambiarios.
El dólar se apreció frente al euro y el yen. Incluso frente al peso mexicano, que hoy rompió la barrera psicológica de los 12 pesos por dólar, al ubicarse el tipo de cambio en 12.10 –en algunas ventanillas bancarias hasta en 12.20–, cuando un día antes estaba en 11.90 pesos por dólar.
En ese contexto, ya conocido el desplome de los mercados financieros en el mundo, el secretario de Hacienda, Ernesto Cordero, culpó a “algunos países” que se sobreendeudaron y gastaron más de lo que tenían, de ser los responsables de poner “en un serio riesgo de incertidumbre financiera al resto del mundo y al resto de las economías”.
En un acto oficial en Palacio Nacional, Cordero inició su discurso con la noticia del día: “En este preciso instante hay una gran incertidumbre, una gran volatilidad en los mercados financieros. Las bolsas del mundo tienen un muy mal día. Los mercados cambiarios también muestran una gran incertidumbre, una gran volatilidad”.
Pero acusó: “Todo esto es consecuencia no de la mala suerte; no de que algo no previsto pasó. Todo esto es consecuencia de una mala política económica, de una mala conducción económica; de la irresponsabilidad de algunos países al llevar su política macroeconómica”.
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