Miguel Ángel Granados Chapa
Confieso que he vencido un rubor al escribir estas líneas. Un espacio tan valioso como las páginas de Proceso debería ser empleado para abordar temas de trascendencia, los que preocupan a los lectores de esta revista, es decir, a los ciudadanos que desean participar en la vida pública y lo hacen a partir de informaciones y análisis que merecen su confianza. Pero el examen de la picaresca política nacional a través de un espécimen que la sintetiza y representa es también una labor de interés público. Aspiraría a que después de conocer la vida de un pícaro los electores se abstuvieran de llevar a las cámaras o a la función pública a alguien más con las mismas características.
Me refiero a Francisco Xavier Berganza Escorza, un inocuo senador de la República que ha tenido lugar en la información política en estos días porque anunció que abandona el grupo parlamentario de Convergencia y se ha sumado al de Nueva Alianza, que va pepenando lo que puede para integrar un grupo parlamentario. En 2006 el Panal tenía sólo un miembro, el profesor Rafael Ochoa, que era entonces secretario general del SNTE, pues se hallaba en gracia ante la dueña de ese partido, Elba Ester Gordillo. Ahora, con Berganza, tiene ya cuatro miembros, pero aun si llegara a cinco, mínimo para integrar una fracción disfrutadora de gajes, ya no podrá constituirla. Se ha resuelto que sólo mantengan ese carácter los que se formen al comienzo de cada legislatura. Es el modo en que los partidos se protegen a sí mismos de las defecciones, sean mercenarias, coyunturales o por convicción.
No fue enteramente sorpresivo el tránsito de Berganza al Panal. En las recientes elecciones municipales en Hidalgo, Nueva Alianza, y no Convergencia, lo postuló para ocupar la presidencia municipal, que naturalmente perdió. Con la desvergüenza que lo caracteriza, luego de ser candidato de un partido distinto al que lo condujo al Senado, finalmente abandonó a sus compañeros dantistas y se fue con su música a otra parte.
No sé qué tan cierto sea ese refrán todavía en su vida. Lo cierto es que ingresó en la vida pública como tonadillero, de esos que las empresas disqueras y de espectáculos promueven por docenas durante breves lapsos y luego los dejan en la nada, el lugar del que no debieron haber salido.
Nacido en Apan el 19 de marzo de 1967, estuvo “11 años dedicado a la música como cantante y compositor, con el nombre de Francisco Xavier”. Fue un espontáneo de ese arte, el que se lanzó a practicar sin estudios formales. Su ficha oficial en la Cámara de Diputados, a la que ingresó en 1997, indica en el rubro de estudios: “licenciatura inconclusa de periodismo en la escuela de periodismo y arte en radio y televisión”, y una fórmula equívoca: “diplomado en la carrera de música de la Universidad Anáhuac”.
Todo el mundo sabe que una cosa es una carrera universitaria y otra muy distinta un diplomado. Él mismo se dio cuenta de que era inconveniente expresar esa ambigüedad y suprimió ese dato al ingresar en la Cámara de Senadores. El diplomado que en ese caso dice haber cursado es uno en detección forense de la tortura, impartido en la UNAM por Amnistía Internacional. Pero no cesa de decir mentiras cuando establece que “tiene estudios de periodismo, arte, radio y televisión”.
Se dedicó a negocios varios a la par que grababa discos: “Copropietario de la agencia de viajes Visitando el Mundo, propietario del rancho El León, de engorda de ganado en Villa Victoria, estado de México”, en 1997, y en 2006 “empresario agroindustrial independiente, con base en Acaxochitlán, Hgo.”. También se ostentó en su ficha senatorial como “miembro del Colectivo de Artistas Plásticos del Estado de Hidalgo (desde 1998)”. Y se ufanó de haber sido “embajador musical de México, representante del país en foros de diversas capitales del mundo (1986-1996)”.
Aprovechando la popularidad que la farándula le había dado, fue utilizado para una maniobra dentro del PRI que se expresó a través de impulsar en el PAN su candidatura a la diputación federal por Tulancingo en 1997. No de modo enteramente sorpresivo, porque eso precisamente pretendía esa maniobra, ganó la curul. Y aunque no se afilió a Acción Nacional, sus mismos impulsores lo convencieron de ser candidato externo de ese partido al gobierno de Hidalgo. Mediante trampas, al punto de que una primera convención que lo eligió candidato tuvo que ser anulada, logró esa candidatura. Obtuvo la segunda votación más alta en la elección de febrero de 1999, 150 mil votos que el PAN no soñó hasta entonces en obtener jamás. No los ganó a la buena. Un extraño pero eficaz arreglo entre el gobierno estatal, el líder nacional panista Felipe Calderón y el derrotado aspirante a la candidatura priista José Guadarrama hizo que la votación tricolor que éste había obtenido en la contienda interna se canalizara hacia Berganza. Producto de esa maniobra fue que el ingenuo candidato del PRD-PT (que antes pretendió sin éxito construir una alianza entre PAN y PRD) quedara en tercer lugar con poco menos de 90 mil votos. (Conozco bien el caso de ese candoroso aspirante, porque fui yo mismo.)
Aunque una de las razones esgrimidas por Calderón para no suscribir una alianza con el PRD fue la renuencia panista a las coaliciones, Berganza fue postulado por el PAN y el Partido Verde. Tras su derrota, Berganza volvió a su curul, pero sólo se mantuvo unos meses en la bancada blanquiazul. Defeccionó, se declaró independiente y poco después anunció su apoyo a Francisco Labastida, a cuya campaña perdedora se sumó en 2000. Arrojado así de la política, retornó a sus negocios particulares, pero las cosas no le funcionaron bien. De esa manera, dos años después necesitó un crédito de 700 mil pesos que le facilitó su amigo César Islas Hernández. Cuando más que vencido el término pactado para el pago Berganza se mostraba remiso a hacerlo, Islas Hernández le anunció que emprendería la cobranza por la vía judicial.
Según la orden de aprehensión que se libró en su contra en septiembre de 2004, el exdiputado quiso desembarazarse de esa molestia haciendo desaparecer a su acreedor. Organizó a tres de sus empleados para que secuestraran a Islas Hernández, lo forzaran a emitir un recibo por el importe del préstamo no cubierto y, de ser necesario, lo privaran de la vida. Los empleados se llevaron en efecto al acreedor, pero fueron identificados al hacerlo, por lo que fue impedido el desenlace mortal. Los autores materiales del secuestro denunciaron a su patrón, al que formalmente persiguió la justicia hidalguense. Pero se trataba de una simulación. En vez de aprehenderlo, y como extensión de la maniobra urdida en la contienda electoral del 99, el gobernador Manuel Ángel Núñez Soto hizo que se pagara con dinero público una deuda ajena, los 700 mil pesos, y que el acreedor se diera por satisfecho. No hubo desistimiento de su parte, porque él no había hecho la denuncia, y sin embargo, en los hechos, Berganza quedó a salvo de toda molestia, no obstante la gravedad de su conducta. En cambio, los trabajadores embaucados por Berganza fueron sentenciados a más de 20 años de cárcel cada uno.
Berganza volvió a tener dificultades con la justicia penal en 2006. Una joven mujer lo acusó de violación, realizada al típico estilo del macho mexicano: la subió por la fuerza a su automóvil y allí la atacó sexualmente. Denunciados los hechos, se expidió orden de aprehensión contra Berganza, quien ya para entonces había retornado a la política. Se había encompadrado con Dante Delgado y apareció como presidente de Convergencia en Hidalgo, y cuando se suscribió la Alianza por el Bien de Todos resultó, con su viejo amigo Guadarrama a la cabeza de la fórmula, candidato a senador. El fuerte efecto López Obrador propició la victoria de ambos. Tan intenso fue ese efecto, que el candidato priista derrotado (y por lo tanto elegido por minoría) fue el poderoso Jesús Murillo Karam.
A pesar de estar vigente la orden de aprehensión en su contra (pues sólo en agosto obtuvo amparo contra ella), Berganza no fue molestado durante la campaña (quizá porque apareció muy poco en la escena), y al ganar su escaño en julio pudo ser ungido por el fuero a partir de septiembre. Su presencia senatorial, como lo fue su papel como diputado, ha sido borrosa. A pesar de ello, él mismo y su siempre socio Guadarrama pretendieron que uno de los dos fuera candidato a gobernador, y previamente estorbaron la postulación de Xóchitl Gálvez a la cabeza de una coalición opositora. Duchos en maniobras sucias, las intentaron todas y con ello evidenciaron su complicidad con el gobierno local, que obstruyó en lo que pudo la participación de la ingeniera nacida en Tepatepec, hasta derrotarla, si no en la contienda interna como era el propósito, sí en una elección constitucional marcada por una abrumadora inequidad.
Ahora Berganza se va plenamente de Convergencia a Nueva Alianza. Su sinuoso trayecto, la carrera de un pícaro, ha llegado a una nueva etapa. Esperemos otros capítulos, pues su inverecundia parece incesante.
Confieso que he vencido un rubor al escribir estas líneas. Un espacio tan valioso como las páginas de Proceso debería ser empleado para abordar temas de trascendencia, los que preocupan a los lectores de esta revista, es decir, a los ciudadanos que desean participar en la vida pública y lo hacen a partir de informaciones y análisis que merecen su confianza. Pero el examen de la picaresca política nacional a través de un espécimen que la sintetiza y representa es también una labor de interés público. Aspiraría a que después de conocer la vida de un pícaro los electores se abstuvieran de llevar a las cámaras o a la función pública a alguien más con las mismas características.
Me refiero a Francisco Xavier Berganza Escorza, un inocuo senador de la República que ha tenido lugar en la información política en estos días porque anunció que abandona el grupo parlamentario de Convergencia y se ha sumado al de Nueva Alianza, que va pepenando lo que puede para integrar un grupo parlamentario. En 2006 el Panal tenía sólo un miembro, el profesor Rafael Ochoa, que era entonces secretario general del SNTE, pues se hallaba en gracia ante la dueña de ese partido, Elba Ester Gordillo. Ahora, con Berganza, tiene ya cuatro miembros, pero aun si llegara a cinco, mínimo para integrar una fracción disfrutadora de gajes, ya no podrá constituirla. Se ha resuelto que sólo mantengan ese carácter los que se formen al comienzo de cada legislatura. Es el modo en que los partidos se protegen a sí mismos de las defecciones, sean mercenarias, coyunturales o por convicción.
No fue enteramente sorpresivo el tránsito de Berganza al Panal. En las recientes elecciones municipales en Hidalgo, Nueva Alianza, y no Convergencia, lo postuló para ocupar la presidencia municipal, que naturalmente perdió. Con la desvergüenza que lo caracteriza, luego de ser candidato de un partido distinto al que lo condujo al Senado, finalmente abandonó a sus compañeros dantistas y se fue con su música a otra parte.
No sé qué tan cierto sea ese refrán todavía en su vida. Lo cierto es que ingresó en la vida pública como tonadillero, de esos que las empresas disqueras y de espectáculos promueven por docenas durante breves lapsos y luego los dejan en la nada, el lugar del que no debieron haber salido.
Nacido en Apan el 19 de marzo de 1967, estuvo “11 años dedicado a la música como cantante y compositor, con el nombre de Francisco Xavier”. Fue un espontáneo de ese arte, el que se lanzó a practicar sin estudios formales. Su ficha oficial en la Cámara de Diputados, a la que ingresó en 1997, indica en el rubro de estudios: “licenciatura inconclusa de periodismo en la escuela de periodismo y arte en radio y televisión”, y una fórmula equívoca: “diplomado en la carrera de música de la Universidad Anáhuac”.
Todo el mundo sabe que una cosa es una carrera universitaria y otra muy distinta un diplomado. Él mismo se dio cuenta de que era inconveniente expresar esa ambigüedad y suprimió ese dato al ingresar en la Cámara de Senadores. El diplomado que en ese caso dice haber cursado es uno en detección forense de la tortura, impartido en la UNAM por Amnistía Internacional. Pero no cesa de decir mentiras cuando establece que “tiene estudios de periodismo, arte, radio y televisión”.
Se dedicó a negocios varios a la par que grababa discos: “Copropietario de la agencia de viajes Visitando el Mundo, propietario del rancho El León, de engorda de ganado en Villa Victoria, estado de México”, en 1997, y en 2006 “empresario agroindustrial independiente, con base en Acaxochitlán, Hgo.”. También se ostentó en su ficha senatorial como “miembro del Colectivo de Artistas Plásticos del Estado de Hidalgo (desde 1998)”. Y se ufanó de haber sido “embajador musical de México, representante del país en foros de diversas capitales del mundo (1986-1996)”.
Aprovechando la popularidad que la farándula le había dado, fue utilizado para una maniobra dentro del PRI que se expresó a través de impulsar en el PAN su candidatura a la diputación federal por Tulancingo en 1997. No de modo enteramente sorpresivo, porque eso precisamente pretendía esa maniobra, ganó la curul. Y aunque no se afilió a Acción Nacional, sus mismos impulsores lo convencieron de ser candidato externo de ese partido al gobierno de Hidalgo. Mediante trampas, al punto de que una primera convención que lo eligió candidato tuvo que ser anulada, logró esa candidatura. Obtuvo la segunda votación más alta en la elección de febrero de 1999, 150 mil votos que el PAN no soñó hasta entonces en obtener jamás. No los ganó a la buena. Un extraño pero eficaz arreglo entre el gobierno estatal, el líder nacional panista Felipe Calderón y el derrotado aspirante a la candidatura priista José Guadarrama hizo que la votación tricolor que éste había obtenido en la contienda interna se canalizara hacia Berganza. Producto de esa maniobra fue que el ingenuo candidato del PRD-PT (que antes pretendió sin éxito construir una alianza entre PAN y PRD) quedara en tercer lugar con poco menos de 90 mil votos. (Conozco bien el caso de ese candoroso aspirante, porque fui yo mismo.)
Aunque una de las razones esgrimidas por Calderón para no suscribir una alianza con el PRD fue la renuencia panista a las coaliciones, Berganza fue postulado por el PAN y el Partido Verde. Tras su derrota, Berganza volvió a su curul, pero sólo se mantuvo unos meses en la bancada blanquiazul. Defeccionó, se declaró independiente y poco después anunció su apoyo a Francisco Labastida, a cuya campaña perdedora se sumó en 2000. Arrojado así de la política, retornó a sus negocios particulares, pero las cosas no le funcionaron bien. De esa manera, dos años después necesitó un crédito de 700 mil pesos que le facilitó su amigo César Islas Hernández. Cuando más que vencido el término pactado para el pago Berganza se mostraba remiso a hacerlo, Islas Hernández le anunció que emprendería la cobranza por la vía judicial.
Según la orden de aprehensión que se libró en su contra en septiembre de 2004, el exdiputado quiso desembarazarse de esa molestia haciendo desaparecer a su acreedor. Organizó a tres de sus empleados para que secuestraran a Islas Hernández, lo forzaran a emitir un recibo por el importe del préstamo no cubierto y, de ser necesario, lo privaran de la vida. Los empleados se llevaron en efecto al acreedor, pero fueron identificados al hacerlo, por lo que fue impedido el desenlace mortal. Los autores materiales del secuestro denunciaron a su patrón, al que formalmente persiguió la justicia hidalguense. Pero se trataba de una simulación. En vez de aprehenderlo, y como extensión de la maniobra urdida en la contienda electoral del 99, el gobernador Manuel Ángel Núñez Soto hizo que se pagara con dinero público una deuda ajena, los 700 mil pesos, y que el acreedor se diera por satisfecho. No hubo desistimiento de su parte, porque él no había hecho la denuncia, y sin embargo, en los hechos, Berganza quedó a salvo de toda molestia, no obstante la gravedad de su conducta. En cambio, los trabajadores embaucados por Berganza fueron sentenciados a más de 20 años de cárcel cada uno.
Berganza volvió a tener dificultades con la justicia penal en 2006. Una joven mujer lo acusó de violación, realizada al típico estilo del macho mexicano: la subió por la fuerza a su automóvil y allí la atacó sexualmente. Denunciados los hechos, se expidió orden de aprehensión contra Berganza, quien ya para entonces había retornado a la política. Se había encompadrado con Dante Delgado y apareció como presidente de Convergencia en Hidalgo, y cuando se suscribió la Alianza por el Bien de Todos resultó, con su viejo amigo Guadarrama a la cabeza de la fórmula, candidato a senador. El fuerte efecto López Obrador propició la victoria de ambos. Tan intenso fue ese efecto, que el candidato priista derrotado (y por lo tanto elegido por minoría) fue el poderoso Jesús Murillo Karam.
A pesar de estar vigente la orden de aprehensión en su contra (pues sólo en agosto obtuvo amparo contra ella), Berganza no fue molestado durante la campaña (quizá porque apareció muy poco en la escena), y al ganar su escaño en julio pudo ser ungido por el fuero a partir de septiembre. Su presencia senatorial, como lo fue su papel como diputado, ha sido borrosa. A pesar de ello, él mismo y su siempre socio Guadarrama pretendieron que uno de los dos fuera candidato a gobernador, y previamente estorbaron la postulación de Xóchitl Gálvez a la cabeza de una coalición opositora. Duchos en maniobras sucias, las intentaron todas y con ello evidenciaron su complicidad con el gobierno local, que obstruyó en lo que pudo la participación de la ingeniera nacida en Tepatepec, hasta derrotarla, si no en la contienda interna como era el propósito, sí en una elección constitucional marcada por una abrumadora inequidad.
Ahora Berganza se va plenamente de Convergencia a Nueva Alianza. Su sinuoso trayecto, la carrera de un pícaro, ha llegado a una nueva etapa. Esperemos otros capítulos, pues su inverecundia parece incesante.
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