Jenaro Villamil
El 1 de febrero de 2010 tres balaceras en bares de Torreón, Coahuila provocaron la muerte de 10 personas, 15 heridos y una ola de pánico en esta población lagunera que se ha ido acostumbrando a la zozobra de la violencia. La información se perdió entre las decenas de notas que a diario dan cuenta del clima de descomposición en la ciudad industrial más importante de aquel estado y en el noreste del país atenazado por la guerra entre Zetas, Golfo, policías, militares.
Sin embargo, la noche del sábado 20 de agosto, los nombres del Estadio Corona, del club de fútbol Santos y de Torreón dieron la vuelta al mundo a través de las redes sociales por una balacera que provocó la abrupta interrupción de las transmisiones del partido contra el Morelia.
TV Azteca fue duramente criticada por suspender la señal, ESPN, el canal de deportes de televisión restringida, rompió récords de audiencia al continuar con la transmisión y la Federación Mexicana de Futbol tuvo que dar una conferencia de prensa para no impactar el negocio más importante en las audiencias televisivas.
El término “balacera en Torreón” se convirtió en trending topic en Twitter y tan sólo en Google tiene 207 mil ligas, mientras que en otras redes sociales la discusión alcanzó niveles de ciencia ficción para explicar la existencia de unas “balas perdidas” al interior del estadio.
La estrategia de recuperación de imagen internacional del país, articulada por el gobierno federal, fue la más afectada a raíz del escándalo en la aldea global de los medios. Los 18 minutos de pánico y confusión en el estadio de Torreón sepultaron los spots gubernamentales que en vísperas de V Informe de Gobierno promueven los “logros” en materia de combate al narcotráfico.
Felipe Calderón, quien destinó varios fines de semana de su agenda para grabar una serie de promoción turística, México Royal Tour, en el canal VMe, tendrá que quitarse la escafandra y salir como un jugador de futbol en canchas, de acuerdo a su afición por disfrazarse para promover la imagen de seguridad y paz de México.
Los “daños colaterales” de lo acontecido en Torreón apenas alcanzan a percibirse esta semana. Trascienden las fronteras por la naturaleza misma de un acontecimiento que no ha sido analizado y dimensionado en su justa medida por las autoridades. Minimizarlo lo agranda. Las contradicciones lo agravan. Es volver el entretenimiento televisivo en parte de la nota roja y política.
TV Azteca, la segunda televisora más importante de México, dio una explicación el lunes 22 de agosto a través del noticiario Hechos, conducido por Javier Alatorre, para aminorar el escándalo mediático de la suspensión de las transmisiones.
Con esta acción, explicó Alatorre, “se evitó hacer una apología de la violencia, al mismo tiempo que eludió alarmar a nuestra audiencia y evitar la desinformación”.
En el noticiario estelar de Canal 13, Alatorre trató de convencer a la audiencia de que cortar la transmisión del partido, al minuto 40 del primer tiempo, fue la mejor manera para mostrar su rechazo a la violencia.
A pesar de esta explicación –en la misma línea de argumentación de Luis García, ex futbolista y comentarista de TV Azteca- las redes sociales continuaron criticando a la televisora. Los argumentos al tono con la Iniciativa México no convencen a las audiencias deliberativas.
Otro “daño colateral”, no menos importante, se orienta hacia la realización de los XVI Juegos Panamericanos, en Guadalajara, entre el 14 y 30 de octubre de este año.
El alcalde tapatío Aristóteles Sandoval Díaz, dijo este martes 23 en conferencia de prensa que la balacera de Torreón “prendió los focos rojos en el país, generan incertidumbre. Esto nos alerta y nos exige que tengamos una mayor coordinación entre los tres ámbitos del gobierno” para los Juegos Panamericanos.
Aristóteles Sandoval, de extracción priista, evitó entrar a la polémica partidista sobre la seguridad en Coahuila, pero el gobernador panista Emilio González responsabilizó a Humberto Moreira, ex mandatario coahuilense y actual líder nacional del PRI. “Lo que Moreira y el PRI tienen que explicarle a la nación es qué han hecho con la autoridad que les ha dado el pueblo. Los homicidios en Coahuila son responsabilidad de Moreira”, atajó González.
El show del futbol mexicano difícilmente se interrumpirá. Estamos hablando de la mayor fuente de ingresos para las televisoras comerciales, vía derechos de transmisión de los partidos, publicidad, patrocinios y propiedad de los equipos.
Incluso, parece casualidad, pero el canal ESPN –competencia cada vez más importante para las dos televisoras abiertas- iniciará a partir del 1 de septiembre la serie El Diez donde se relatan “los vicios y virtudes del futbol” mexicano, desde los patrocinios, el draft, las fiestas y la multitud de intereses que se enlazan en esta industria.
En esencia, el peor “daño colateral” es intangible: no se mide en muertos, heridos, número de detenidos, control de una plaza, cárteles en disputa y toda la narrativa bélica a la que nos ha acostumbrado este sexenio de guerra fallida contra el crimen organizado.
Es un daño en la percepción, en la autoestima de una sociedad que descree ya de explicaciones sobre “balas perdidas” o enfrentamientos fuera del estadio. Es un media event que vuelve a arrojar más sombras que luces sobre el combate al narcotráfico que tiene cada vez menos legitimidad social, por muchas conferencias, teleseries y spots que patrocinen las autoridades involucradas.
El 1 de febrero de 2010 tres balaceras en bares de Torreón, Coahuila provocaron la muerte de 10 personas, 15 heridos y una ola de pánico en esta población lagunera que se ha ido acostumbrando a la zozobra de la violencia. La información se perdió entre las decenas de notas que a diario dan cuenta del clima de descomposición en la ciudad industrial más importante de aquel estado y en el noreste del país atenazado por la guerra entre Zetas, Golfo, policías, militares.
Sin embargo, la noche del sábado 20 de agosto, los nombres del Estadio Corona, del club de fútbol Santos y de Torreón dieron la vuelta al mundo a través de las redes sociales por una balacera que provocó la abrupta interrupción de las transmisiones del partido contra el Morelia.
TV Azteca fue duramente criticada por suspender la señal, ESPN, el canal de deportes de televisión restringida, rompió récords de audiencia al continuar con la transmisión y la Federación Mexicana de Futbol tuvo que dar una conferencia de prensa para no impactar el negocio más importante en las audiencias televisivas.
El término “balacera en Torreón” se convirtió en trending topic en Twitter y tan sólo en Google tiene 207 mil ligas, mientras que en otras redes sociales la discusión alcanzó niveles de ciencia ficción para explicar la existencia de unas “balas perdidas” al interior del estadio.
La estrategia de recuperación de imagen internacional del país, articulada por el gobierno federal, fue la más afectada a raíz del escándalo en la aldea global de los medios. Los 18 minutos de pánico y confusión en el estadio de Torreón sepultaron los spots gubernamentales que en vísperas de V Informe de Gobierno promueven los “logros” en materia de combate al narcotráfico.
Felipe Calderón, quien destinó varios fines de semana de su agenda para grabar una serie de promoción turística, México Royal Tour, en el canal VMe, tendrá que quitarse la escafandra y salir como un jugador de futbol en canchas, de acuerdo a su afición por disfrazarse para promover la imagen de seguridad y paz de México.
Los “daños colaterales” de lo acontecido en Torreón apenas alcanzan a percibirse esta semana. Trascienden las fronteras por la naturaleza misma de un acontecimiento que no ha sido analizado y dimensionado en su justa medida por las autoridades. Minimizarlo lo agranda. Las contradicciones lo agravan. Es volver el entretenimiento televisivo en parte de la nota roja y política.
TV Azteca, la segunda televisora más importante de México, dio una explicación el lunes 22 de agosto a través del noticiario Hechos, conducido por Javier Alatorre, para aminorar el escándalo mediático de la suspensión de las transmisiones.
Con esta acción, explicó Alatorre, “se evitó hacer una apología de la violencia, al mismo tiempo que eludió alarmar a nuestra audiencia y evitar la desinformación”.
En el noticiario estelar de Canal 13, Alatorre trató de convencer a la audiencia de que cortar la transmisión del partido, al minuto 40 del primer tiempo, fue la mejor manera para mostrar su rechazo a la violencia.
A pesar de esta explicación –en la misma línea de argumentación de Luis García, ex futbolista y comentarista de TV Azteca- las redes sociales continuaron criticando a la televisora. Los argumentos al tono con la Iniciativa México no convencen a las audiencias deliberativas.
Otro “daño colateral”, no menos importante, se orienta hacia la realización de los XVI Juegos Panamericanos, en Guadalajara, entre el 14 y 30 de octubre de este año.
El alcalde tapatío Aristóteles Sandoval Díaz, dijo este martes 23 en conferencia de prensa que la balacera de Torreón “prendió los focos rojos en el país, generan incertidumbre. Esto nos alerta y nos exige que tengamos una mayor coordinación entre los tres ámbitos del gobierno” para los Juegos Panamericanos.
Aristóteles Sandoval, de extracción priista, evitó entrar a la polémica partidista sobre la seguridad en Coahuila, pero el gobernador panista Emilio González responsabilizó a Humberto Moreira, ex mandatario coahuilense y actual líder nacional del PRI. “Lo que Moreira y el PRI tienen que explicarle a la nación es qué han hecho con la autoridad que les ha dado el pueblo. Los homicidios en Coahuila son responsabilidad de Moreira”, atajó González.
El show del futbol mexicano difícilmente se interrumpirá. Estamos hablando de la mayor fuente de ingresos para las televisoras comerciales, vía derechos de transmisión de los partidos, publicidad, patrocinios y propiedad de los equipos.
Incluso, parece casualidad, pero el canal ESPN –competencia cada vez más importante para las dos televisoras abiertas- iniciará a partir del 1 de septiembre la serie El Diez donde se relatan “los vicios y virtudes del futbol” mexicano, desde los patrocinios, el draft, las fiestas y la multitud de intereses que se enlazan en esta industria.
En esencia, el peor “daño colateral” es intangible: no se mide en muertos, heridos, número de detenidos, control de una plaza, cárteles en disputa y toda la narrativa bélica a la que nos ha acostumbrado este sexenio de guerra fallida contra el crimen organizado.
Es un daño en la percepción, en la autoestima de una sociedad que descree ya de explicaciones sobre “balas perdidas” o enfrentamientos fuera del estadio. Es un media event que vuelve a arrojar más sombras que luces sobre el combate al narcotráfico que tiene cada vez menos legitimidad social, por muchas conferencias, teleseries y spots que patrocinen las autoridades involucradas.
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