Jorge Fernández Menéndez
José Antonio Acosta, “El Diego”, el jefe de la Línea, la organización criminal de sicarios y distribuidores de droga sobre la que se sustenta el cártel de Juárez, que encabeza Vicente Carrillo Fuentes, no era el principal narcotraficante del país, tampoco el hombre que realizaba los mayores negocios en ese mundo. Mucho menos el más poderoso. Pero difícilmente podríamos encontrar un personaje en la locura de violencia que se desató en Ciudad Juárez y otros puntos de la geografía de Chihuahua, que haya hecho tanto daño, que haya ordenado o participado en la muerte de tanta gente, que haya tenido tanto que ver en la tragedia que viven los miles de jóvenes que incorporados en las pandillas locales se han convertido en sicarios, en víctimas y victimarios, de la guerra entre los cárteles del narcotráfico.
Este hombre que fue detenido el viernes pasado después de un largo trabajo de inteligencia de la Policía Federal en Ciudad Juárez (que en los momentos cruciales de la investigación se topó, casualmente, con nuevas “denuncias” y presiones de grupos políticos para frenar su accionar y pedir su “salida” de la ciudad) fue el que desde su grupo de sicarios cooptó a la pandilla de los Aztecas para hacer una virtual limpieza de sus adversarios en Juárez. El Diego se impuso la tarea de acabar con sus rivales del cártel de “El Chapo” Guzmán, que hasta el 2006 cuando fue asesinado Rodolfo Carrillo junto con su esposa en Culiacán, Sinaloa, habían sido sus aliados. Unos armando a los Aztecas, los otros a la pandilla rival Los Artistas Asesinos, se enfrascaron en una batalla en la que se rompieron todas las reglas posibles.
Ciudad Juárez se convirtió en el paradigma de esa violencia, en la ciudad más peligrosa del mundo, porque esos grupos y personajes, y en ello “El Diego” jugó un papel fundamental, porque no sólo se trataron de acabar con las vidas de rivales y adversarios, sino de todo lo relacionado con ellos: familiares, amigos, hijos, esposas. Y se hizo además con una enorme crueldad. Al mismo tiempo, para financiar las actividades de las pandillas, el secuestro y la extorsión se convirtieron en actividades tan cotidianas como plagadas de la misma violencia que el enfrentamiento entre grupos rivales. Juárez vivió entonce sus peores horas, adicionadas, además, por actos de franco terrorismo, implementado por estos grupos.
La caída de “El Diego” tendrá muchas repercusiones: primero, podría confirmar lo que dicen las autoridades respecto a un serio debilitamiento del grupo de La Línea. Incluso se ha dicho que se alcanzó a ese personaje porque su gente estaba realizando robos para financiar su actividad y allí quedaron al descubierto. Como los golpes contra esa organización se han sucedido, no es descabellado pensar que así sea. Segundo, si es así, tendría que haber una disminución de la violencia en esa ciudad, disminución y mucho mayor control que ya se percibe desde hace algunos meses. En una operación similar a la que se realizó en Tijuana, en Juárez se están logrando éxitos que pasan por una renovación de fuerzas de seguridad locales y una presencia masiva de fuerzas federales, sobre todo de la Policía Federal. Esto se relaciona con un punto clave: la captura de “El Diego” puede generar movimiento políticos locales importantes: el jefe de la Línea tenía protección de seguridad y de políticos locales. Si esa madeja comienza a desenredarse habrá costos. Toda la disputa política de la última semana donde el Gobierno estatal se puso abiertamente de parte del gobierno federal y en contra del municipal tiene relación con estos hechos.
Con todo esto aparecerán quienes, una vez más, digan que la caída de estos u otros capos o jefes de grupos criminales no cambia la situación. Y no es verdad, por supuesto que no se modifica todo el entorno y que se requieren muchas otras acciones, pero golpes como la detención de Acosta, desarticulan a este tipo de grupos pandilleros y de sicarios, que son los que más daño hacen a la sociedad, y constituyen un avance importante para la recuperación de espacios y de la calidad de vida que la gente, en muchos lugares del país, como Ciudad Juárez, quiere y reclama.
Solalinde y los depredadores
El sacerdote Alejandro Solalinde ha sido reconocido por su trabajo humanitario en defensa de los migrantes que sufren todo tipo de abusos. Pero la bondad no siempre está permeada de inteligencia: esta semana le pidió perdón al grupo criminal que más depredador ha sido con los migrantes porque los consideró “las primeras víctimas” del sistema y del gobierno. Solalinde parece creer que los grupos criminales nada tienen que ver con que los migrantes sean secuestrados, extorsionados, violados, asesinados, arrojados en fosas comunes. A los depredadores, el padre Solalinde les pide perdón y los considera víctimas. Qué tontería.
José Antonio Acosta, “El Diego”, el jefe de la Línea, la organización criminal de sicarios y distribuidores de droga sobre la que se sustenta el cártel de Juárez, que encabeza Vicente Carrillo Fuentes, no era el principal narcotraficante del país, tampoco el hombre que realizaba los mayores negocios en ese mundo. Mucho menos el más poderoso. Pero difícilmente podríamos encontrar un personaje en la locura de violencia que se desató en Ciudad Juárez y otros puntos de la geografía de Chihuahua, que haya hecho tanto daño, que haya ordenado o participado en la muerte de tanta gente, que haya tenido tanto que ver en la tragedia que viven los miles de jóvenes que incorporados en las pandillas locales se han convertido en sicarios, en víctimas y victimarios, de la guerra entre los cárteles del narcotráfico.
Este hombre que fue detenido el viernes pasado después de un largo trabajo de inteligencia de la Policía Federal en Ciudad Juárez (que en los momentos cruciales de la investigación se topó, casualmente, con nuevas “denuncias” y presiones de grupos políticos para frenar su accionar y pedir su “salida” de la ciudad) fue el que desde su grupo de sicarios cooptó a la pandilla de los Aztecas para hacer una virtual limpieza de sus adversarios en Juárez. El Diego se impuso la tarea de acabar con sus rivales del cártel de “El Chapo” Guzmán, que hasta el 2006 cuando fue asesinado Rodolfo Carrillo junto con su esposa en Culiacán, Sinaloa, habían sido sus aliados. Unos armando a los Aztecas, los otros a la pandilla rival Los Artistas Asesinos, se enfrascaron en una batalla en la que se rompieron todas las reglas posibles.
Ciudad Juárez se convirtió en el paradigma de esa violencia, en la ciudad más peligrosa del mundo, porque esos grupos y personajes, y en ello “El Diego” jugó un papel fundamental, porque no sólo se trataron de acabar con las vidas de rivales y adversarios, sino de todo lo relacionado con ellos: familiares, amigos, hijos, esposas. Y se hizo además con una enorme crueldad. Al mismo tiempo, para financiar las actividades de las pandillas, el secuestro y la extorsión se convirtieron en actividades tan cotidianas como plagadas de la misma violencia que el enfrentamiento entre grupos rivales. Juárez vivió entonce sus peores horas, adicionadas, además, por actos de franco terrorismo, implementado por estos grupos.
La caída de “El Diego” tendrá muchas repercusiones: primero, podría confirmar lo que dicen las autoridades respecto a un serio debilitamiento del grupo de La Línea. Incluso se ha dicho que se alcanzó a ese personaje porque su gente estaba realizando robos para financiar su actividad y allí quedaron al descubierto. Como los golpes contra esa organización se han sucedido, no es descabellado pensar que así sea. Segundo, si es así, tendría que haber una disminución de la violencia en esa ciudad, disminución y mucho mayor control que ya se percibe desde hace algunos meses. En una operación similar a la que se realizó en Tijuana, en Juárez se están logrando éxitos que pasan por una renovación de fuerzas de seguridad locales y una presencia masiva de fuerzas federales, sobre todo de la Policía Federal. Esto se relaciona con un punto clave: la captura de “El Diego” puede generar movimiento políticos locales importantes: el jefe de la Línea tenía protección de seguridad y de políticos locales. Si esa madeja comienza a desenredarse habrá costos. Toda la disputa política de la última semana donde el Gobierno estatal se puso abiertamente de parte del gobierno federal y en contra del municipal tiene relación con estos hechos.
Con todo esto aparecerán quienes, una vez más, digan que la caída de estos u otros capos o jefes de grupos criminales no cambia la situación. Y no es verdad, por supuesto que no se modifica todo el entorno y que se requieren muchas otras acciones, pero golpes como la detención de Acosta, desarticulan a este tipo de grupos pandilleros y de sicarios, que son los que más daño hacen a la sociedad, y constituyen un avance importante para la recuperación de espacios y de la calidad de vida que la gente, en muchos lugares del país, como Ciudad Juárez, quiere y reclama.
Solalinde y los depredadores
El sacerdote Alejandro Solalinde ha sido reconocido por su trabajo humanitario en defensa de los migrantes que sufren todo tipo de abusos. Pero la bondad no siempre está permeada de inteligencia: esta semana le pidió perdón al grupo criminal que más depredador ha sido con los migrantes porque los consideró “las primeras víctimas” del sistema y del gobierno. Solalinde parece creer que los grupos criminales nada tienen que ver con que los migrantes sean secuestrados, extorsionados, violados, asesinados, arrojados en fosas comunes. A los depredadores, el padre Solalinde les pide perdón y los considera víctimas. Qué tontería.
Comentarios