2012: Señales cruzadas

Raymundo Riva Palacio / Estrictamente Personal

La renuncia de Alonso Lujambio a continuar su lucha por la candidatura presidencial del PAN, ratifica que la competencia dentro del gabinete por la nominación es unipersonal y tiene destinatario. Pero las formas que llevaron a Lujambio a tomar esa decisión sugieren que Ernesto Cordero, el delfín presidencial, no tiene el apoyo garantizado. Súbitamente irrumpió en el escenario Josefina Vázquez Mota, quien recibió de Calderón lo que nunca tuvo Lujambio, su espaldarazo.

El Presidente, que ha dejado claro en su entorno que a quien desea como sucesor es al secretario de Hacienda, engaña con la verdad: si de mantener el poder se trata, se despoja de escrúpulos políticos. Lo hizo cruelmente para borrar el legado y las huellas de Carlos Castillo Peraza cuando lo sucedió en la presidencia del PAN; está dispuesto a seguir esa ruta, de acuerdo con los síntomas que se manifiestan abiertamente, para enfrentar con éxito la contienda presidencial en 2012.

Lujambio es un daño colateral de la política palaciega, abandonado en la mar en la búsqueda de la candidatura y anulado como el mejor Plan B que tenía en su equipo. Igualmente, la inclusión de Vázquez Mota en sus ánimos subraya el talante de Calderón y envía un mensaje a Cordero que si no responde a las expectativas, ya está lista su relevo en el delfinario. Su decisión de abandonar la contienda, con lo que se empieza a definir su ruta final, se dio apenas este fin de semana pasado.

El secretario de Educación había visto con decepción la manera como, a diferencia de Cordero, no tenía ningún tipo de apoyo político presidencial a su esfuerzo. No obstante, siguió comprometido en presentarse como una alternativa dentro del gabinete, si no como la primera opción presidencial, sí como una pieza de recambio ante una eventual caída de Cordero. El jueves pasado, sin embargo, comprobó que Calderón no pensaba en él, sino en Vázquez Mota.

Al iniciar los trabajos de la reunión plenaria del PAN en San Lázaro, Calderón dio un madruguete mediático al anunciar que la diputada Vázquez Mota dejaría la coordinación de la bancada. “Pina”, la llamó cariñosamente el Presidente, y la enmieló con elogios por “lo que ha hecho por el PAN” y “por México”. Pero lo más notorio fue que le deseó “mucha suerte en los proyectos venideros”, que para los grupos de poder en el gabinete y en el PAN significó que, además de Cordero, Vázquez Mota era la otra opción presidencial para la candidatura.

Pero si Lujambio sufrió el desplazamiento presidencial frente a Vázquez Mota, en el equipo de Cordero no están nada tranquilos con lo que está sucediendo. Con la declinación de Lujambio, el Presidente consumó un proceso de señales cruzadas que tiene inquietos a los corderistas. Calderón empujó a Lujambio a retirarse de la contienda porque nunca hidrató sus aspiraciones, pero ¿es realmente Cordero su preferido? ¿Está teniendo el Presidente segundos pensamientos ante la falta de crecimiento popular del secretario de Hacienda?

Originalmente el Presidente le dio a Cordero sus operadores electorales dentro del PAN, en un gesto de respaldo inequívoco. Calderón le envió toda la estructura que construyó la ex jefa de la Oficina de la Presidencia, Patricia Flores, que se desdobla en dos figuras: Roberto Gil, su secretario particular, y Jorge Manzanera, uno de los más eficaces operadores dentro del PAN, que ayudaron al Presidente a no perder el control del partido en el momento interno más difícil de su sexenio, tras la derrota electoral en 2009.

Manzanera habló con Cordero, pero el secretario de Hacienda lo hizo a un lado. Manzanera era para él un operador prescindible porque Cordero cuenta en su equipo con colaboradores de mayor confianza que conocen perfectamente al partido. El experimentado y polémico operador, marginado, se alejó de su equipo de campaña, y con el aval de Flores y Gil, tocó la puerta de Vázquez Mota.

Colaboradores cercanos a la diputada admiten que Vázquez Mota consideró mucho la inclusión de Manzanera, por su mala fama, por su carácter que polariza y por los negativos que tiene en un sector del PAN, pero la decisión para incorporarlo a su equipo fue que él y los 70 operadores políticos que llegaron con él, a diferencia de Cordero, sí son imprescindibles para ella, que no conoce al PAN, ni en el PAN la sienten cercana al partido, que es donde se decidirá, en votación nacional entre militantes y adherentes, la candidatura presidencial.

Para experimentados operadores electorales del PAN, dada la secuela de acciones en el armado de la candidatura de Vázquez Mota, y el acercamiento de incondicionales de Calderón a su equipo, no es concebible que el Presidente estuviera al margen de la decisión sobre ese salto de equipo de campaña, y que no tampoco lo hubiera avalado.

Flores y Gil siguen muy cercanos en el ánimo político del Presidente. Flores, que vive en Texas pero sigue incidiendo en la política partidista, ha delegado parte de la jefatura de ese grupo en Gil, a quien de último momento trató de imponer el Presidente como líder nacional del partido. Sólo una intervención directa de último minuto impidió que Gil se impusiera a Gustavo Madero, quien cuando Calderón decidió operar directamente, el hoy dirigente ya había realizado los acuerdos necesarios para obtener los votos que necesitaba para la victoria.

Gil salió derrotado pero cayó para arriba, a la secretaría particular del Presidente, y a cargo de algunos de los temas políticos más delicados, por encima del secretario de Gobernación, José Francisco Blake. Desde hace algunas semanas, Calderón dejó entrever a Gil que sería útil si se sumara al apoyo de Vázquez Mota. En ese entonces la diputada encabezaba el órgano político del Congreso, por lo que la sugerencia parecía una remoción y no un respaldo.

Visto ahora en retrospectiva, Calderón parece haber estado moviendo sus piezas de acuerdo con sus tiempos electorales. Los parabienes presidenciales que le prohijó a Vázquez Mota la semana pasada, son más que palabras. En los hechos consumó el respaldo político que nunca ofreció a su secretario de Educación, que se empezó a notar desde hace pocas semanas, e le dio un electrochoque a Cordero y su equipo, con la esperanza quizás de que cambie el metabolismo de su delfín y se inyecte una nueva dinámica al proceso de la candidatura. El PAN necesita esa agitación. Y el presidente Calderón la está propiciando.

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