Orlando Delgado Selley
La semana pasada la nueva organización europea creada para representar los intereses de las personas en la reforma de la regulación financiera, Finance Watch (Observadores Financieros), eligió su a primer Consejo Directivo, así como al director y al secretario general.
Esta organización sin fines de lucro, creada un año antes, se ha propuesto convertirse en un contrapeso a los cabilderos de la industria financiera, una especie de “contra lobbying”, que opera con un equipo de antiguos profesionales de la propia industria, así como con representantes de organismos civiles interesados en los asuntos financieros.
Se trata de una organización que actuará en todos los países europeos.
El nuevo secretario general, Thierry Philipponnat, un antiguo banquero que después fue miembro del Consejo de Amnistía Internacional en Francia, señaló: “Hoy vemos el nacimiento de una nueva organización dedicada a restaurar el balance en el debate sobre la reforma financiera”.
A los cabilderos de la industria los enfrentarán con argumentos sólidos profesional y académicamente. Otro de los electos en la primera asamblea general de Finance Watch, el director general Leke Van den Burg, planteó: “Estamos convencidos de que existe mucho interés entre los políticos por considerar la contra-experiencia financiera de la sociedad civil. Finance Watch deberá abrir puertas a representantes de diversas perspectivas. La industria financiera podrá tener el dinero, pero nosotros tenemos la capacidad y la simpatía general” (www.finance-watch.org/2011/07).
En Europa, azotada por la crisis bancaria, primero, y después por la crisis de la deuda soberana, las propuestas de reforma financiera no han prosperado. En diversas ocasiones algunos de sus gobernantes han planteado la necesidad de controlar a los bancos, obligarles a asumir el costo de sus decisiones, limitar la posibilidad de que se les rescate con recursos públicos, etcétera. Esto no ha avanzado, en parte porque los banqueros tienen un enorme poder que ha impedido avances legislativos a favor de la sociedad y, en parte, porque la propia sociedad no ha podido obligar a sus gobernantes para que actúen a su favor.
Lo que ha avanzado, en cambio, es la aplicación de políticas que castigan a las poblaciones. La crisis de la deuda soberana ha desembocado no en controlar a los banqueros, sino en controlar y reducir la capacidad de acción de los gobiernos. Se está desmantelando el estado de bienestar creado en Europa después de la Segunda Guerra y que ha permitido construir sociedades mucho menos desiguales. La ausencia de decisiones legislativas que reformen al sistema financiero le está costando mucho a las poblaciones europeas. Lo que se aprecia es que los intereses de banqueros han prevalecido.
La crisis económica mundial que empezó en agosto de 2007, y que en diversas regiones aún continúa, es resultado del funcionamiento de un nuevo sistema financiero basado en el cambio de modelo de operación de los principales bancos del mundo. Este nuevo sistema financiero hizo crecer extraordinariamente el volumen de operaciones financieras en el mundo. La inversión en algunos instrumentos novedosos, como los seguros contra riesgos de pagos, los credit default swaps, llegó a tener un valor impresionante, equivalente a lo que se producía en mucho de los países europeos.
Se produjeron muchas otras innovaciones financieras que junto con nuevos instrumentos, que resultaban extremadamente opacos para casi todos los inversionistas, fueron vendidos en el mundo entero. Aparecieron riesgos que antes no eran tan importantes, los riesgos del sistema financiero mundial, los riesgos sistémicos. Riesgos asociados al funcionamiento del sistema en su conjunto y no solamente al de tal o cual empresa financiera, sin importar su tamaño.
Los gobiernos controlaban, en cierta medida, que los bancos mantuvieran cierta capacidad de respuesta frente a eventuales dificultades. La más importante era que debían mantener un porcentaje de capital en relación con el volumen total de sus activos crediticios. Este es el Acuerdo de Basilea, que exigía a todos los bancos del mundo mantener un monto de capital equivalente al 8% de sus activos. Este famoso requerimiento respondía a los posibles problemas que cada banco podía tener, pero no se ocupaba de una situación en la que los bancos de todo el mundo al mismo tiempo tuvieran los mismos problemas. La regulación no atendió esta posibilidad.
A los reguladores no se les ocurrió que un escenario de caída abrupta en el valor de los activos de los bancos más importantes del mundo, así como en bancos medianos e incluso pequeños. Pero, lo cierto es que quien lo hubiera propuesto no habría podido instrumentar una legislación con validez global. La urgencia de una regulación capaz de funcionar en espacios mayores que los nacionales es posible en Europa, y a partir de allí pudiera hacerse válida en otras regiones del mundo.
Por eso es importante Finance Watch. La propuesta para crearla surgió entre miembros del Parlamento Europeo que estaban hartos de la relevancia de los cabilderos de la industria financiera. Se plantearon construir una organización capaz de contrarrestar esas fuerzas interesadas en mantener las cosas como están, ampliando la visibilidad de los intereses de la sociedad civil respecto a los servicios financieros.
Se han propuesto que quienes deciden las leyes, los políticos profesionales, atiendan sus planteamientos y los usen para acotar los intereses de los dueños de los bancos y de los grandes inversionistas del mundo.
La semana pasada la nueva organización europea creada para representar los intereses de las personas en la reforma de la regulación financiera, Finance Watch (Observadores Financieros), eligió su a primer Consejo Directivo, así como al director y al secretario general.
Esta organización sin fines de lucro, creada un año antes, se ha propuesto convertirse en un contrapeso a los cabilderos de la industria financiera, una especie de “contra lobbying”, que opera con un equipo de antiguos profesionales de la propia industria, así como con representantes de organismos civiles interesados en los asuntos financieros.
Se trata de una organización que actuará en todos los países europeos.
El nuevo secretario general, Thierry Philipponnat, un antiguo banquero que después fue miembro del Consejo de Amnistía Internacional en Francia, señaló: “Hoy vemos el nacimiento de una nueva organización dedicada a restaurar el balance en el debate sobre la reforma financiera”.
A los cabilderos de la industria los enfrentarán con argumentos sólidos profesional y académicamente. Otro de los electos en la primera asamblea general de Finance Watch, el director general Leke Van den Burg, planteó: “Estamos convencidos de que existe mucho interés entre los políticos por considerar la contra-experiencia financiera de la sociedad civil. Finance Watch deberá abrir puertas a representantes de diversas perspectivas. La industria financiera podrá tener el dinero, pero nosotros tenemos la capacidad y la simpatía general” (www.finance-watch.org/2011/07).
En Europa, azotada por la crisis bancaria, primero, y después por la crisis de la deuda soberana, las propuestas de reforma financiera no han prosperado. En diversas ocasiones algunos de sus gobernantes han planteado la necesidad de controlar a los bancos, obligarles a asumir el costo de sus decisiones, limitar la posibilidad de que se les rescate con recursos públicos, etcétera. Esto no ha avanzado, en parte porque los banqueros tienen un enorme poder que ha impedido avances legislativos a favor de la sociedad y, en parte, porque la propia sociedad no ha podido obligar a sus gobernantes para que actúen a su favor.
Lo que ha avanzado, en cambio, es la aplicación de políticas que castigan a las poblaciones. La crisis de la deuda soberana ha desembocado no en controlar a los banqueros, sino en controlar y reducir la capacidad de acción de los gobiernos. Se está desmantelando el estado de bienestar creado en Europa después de la Segunda Guerra y que ha permitido construir sociedades mucho menos desiguales. La ausencia de decisiones legislativas que reformen al sistema financiero le está costando mucho a las poblaciones europeas. Lo que se aprecia es que los intereses de banqueros han prevalecido.
La crisis económica mundial que empezó en agosto de 2007, y que en diversas regiones aún continúa, es resultado del funcionamiento de un nuevo sistema financiero basado en el cambio de modelo de operación de los principales bancos del mundo. Este nuevo sistema financiero hizo crecer extraordinariamente el volumen de operaciones financieras en el mundo. La inversión en algunos instrumentos novedosos, como los seguros contra riesgos de pagos, los credit default swaps, llegó a tener un valor impresionante, equivalente a lo que se producía en mucho de los países europeos.
Se produjeron muchas otras innovaciones financieras que junto con nuevos instrumentos, que resultaban extremadamente opacos para casi todos los inversionistas, fueron vendidos en el mundo entero. Aparecieron riesgos que antes no eran tan importantes, los riesgos del sistema financiero mundial, los riesgos sistémicos. Riesgos asociados al funcionamiento del sistema en su conjunto y no solamente al de tal o cual empresa financiera, sin importar su tamaño.
Los gobiernos controlaban, en cierta medida, que los bancos mantuvieran cierta capacidad de respuesta frente a eventuales dificultades. La más importante era que debían mantener un porcentaje de capital en relación con el volumen total de sus activos crediticios. Este es el Acuerdo de Basilea, que exigía a todos los bancos del mundo mantener un monto de capital equivalente al 8% de sus activos. Este famoso requerimiento respondía a los posibles problemas que cada banco podía tener, pero no se ocupaba de una situación en la que los bancos de todo el mundo al mismo tiempo tuvieran los mismos problemas. La regulación no atendió esta posibilidad.
A los reguladores no se les ocurrió que un escenario de caída abrupta en el valor de los activos de los bancos más importantes del mundo, así como en bancos medianos e incluso pequeños. Pero, lo cierto es que quien lo hubiera propuesto no habría podido instrumentar una legislación con validez global. La urgencia de una regulación capaz de funcionar en espacios mayores que los nacionales es posible en Europa, y a partir de allí pudiera hacerse válida en otras regiones del mundo.
Por eso es importante Finance Watch. La propuesta para crearla surgió entre miembros del Parlamento Europeo que estaban hartos de la relevancia de los cabilderos de la industria financiera. Se plantearon construir una organización capaz de contrarrestar esas fuerzas interesadas en mantener las cosas como están, ampliando la visibilidad de los intereses de la sociedad civil respecto a los servicios financieros.
Se han propuesto que quienes deciden las leyes, los políticos profesionales, atiendan sus planteamientos y los usen para acotar los intereses de los dueños de los bancos y de los grandes inversionistas del mundo.
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