Tiempos de indefinición y cinismo

Aliancistas azules y amarillos

Miguel Ángel Velázquez / Ciudad Perdida


Se viven tiempos de cinismo. El descaro llena de confusión a muchos que pretenden claridad en eso de las disputas por el poder, pero nadie se atreve a formarse, de una vez por todas, en el lugar ideológico que le corresponde.

Ya es tiempo de echar de lado los disfraces. No es posible que se pretenda engañar con banderas imposibles de sostener en el ejercicio de gobierno. Cada quien debe ponerse del lado que corresponde a su manera de pensar, asumiendo su responsabilidad frente a la gente, al electorado. Basta de engaños. Transparencia política debe ser uno de los requerimientos indispensables para encarar las elecciones federales del año próximo.

Esto, porque no obstante los resultados electorales que tienen que ser analizados desde sus particularidades, se insiste en las alianzas entre partidos, aunque sus diferencias en el ejercicio del gobierno, y en sus posturas frente a la realidad del país, sean abismales.

Las alianzas, que como ya se ha visto, sirven para ganar elecciones, pero no para dar un giro a las políticas gubernamentales, han sido dominadas por políticas asistencialistas que no resuelven de fondo las circunstancias de la injusticia. Por el contrario, apuntan a mantener las diferencias solucionando problemas de inmediatez, sin tocar el origen de las desigualdades.

Se crean sistemas de apoyo de todo tipo, pero no se crean empleos, porque los gobiernos se niegan a enfrentar a la iniciativa privada –las grandes empresas–, que ni construye puestos de trabajo ni paga impuestos, y se protege con lideres políticos ubicados a la derecha del espectro político.

Por eso los gobiernos de ese corte se vuelcan en ayudas. Pero no sólo ellos, también los que se dicen de izquierda no se atreven a convertirse en rectores de la economía y bailan al son que les toca el neoliberalismo, o su pariente más cercano, la socialdemocracia, que tiende la emboscada desde el discurso de la izquierda moderna como si la justicia, en términos generales, necesitara de temporalidades.

En el PRD del DF se levanta un pronunciamiento en contra de las alianzas, como quien previene algún mal. No caben en un mismo gobierno la derecha voraz, depredadora, y la izquierda que la combate, parece decir una parte, tal vez la más importante de ese partido en la capital del país.

No obstante, en otros ámbitos las alianzas locas se ven como la fórmula única para impedir un atraso mayor para México. Tan es así que en las oficinas del jefe de Gobierno de la ciudad, desde hace algunos meses se mide, mediante el método de las encuestas, una posible alianza entre los azules y los amarillos.

Eso no estaría mal si se piensa en que el amasijo pudiera dar un nuevo cauce al país, pero lo único que al parecer sale de allí es la idea de impedir que el PRI regrese al poder, aunque las diferencias en el quehacer entre unos y otros sean tan parecida que se imposibilite diferenciarlos. Ni los posibles aliancistas ni el PRI proponen un cambio que redefina el rumbo. Por eso más vale que quienes acurrucan en sus ideales las nuevas formas de la derecha se junten para crear una nueva instancia partidistas, y por fin dejen de tratar de confundir a la gente con banderas que no les son propias.

De pasadita

Si se quiere mirar de cerca uno de los más grandes fracasos de la recomposición de ciudad de México, nada más hay que visitar eso que se llama Zona Rosa, que está convertida, desde hace rato, en un peligro para cualquier ciudadano que deambule por esos rumbos.

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