“Rapido y Furioso”… Una operación innecesaria

José Carreño Figueras

De creer a los investigadores congresionales de la fallida operación “Rápido y Furioso”, bien pudo ser un operativo innecesario pero surgió de que las agencias policiacas estadounidenses parecen tan descoordinadas y aisladas entre sí como antes de los ataques terroristas del once de septiembre de 2001.

La afirmación, contenida en una carta del senador Charles Grassley y el diputado Darrel Issa, presidente del poderoso Comité de Supervisión y Reforma Gubernamental del Congreso estadounidense, pone una perspectiva diferente en un problema que a pesar de los esfuerzos de legisladores republicanos como Grassley e Issa todavía no se convierte en un legítimo escándalo político.

De acuerdo con los legisladores, que citaron al director en funciones de la Oficina de Alcohol, Tabaco y Armas de Fuego (BATF), Knneth Melson, el fiasco de “Rápido y Furioso” pudo haberse evitado si agencias como la Oficina Federal de Investigaciones (FBI) y la Agencia Antidrogas (DEA) hubieran mantenido al BATF al tanto de sus investigaciones.

Siempre según una carta firmada por Grassley e Issa, el FBI y la DEA ya tenían identificados a los jefes del tráfico de armas entre Arizona y México y de hecho uno de los “blancos” de “Rápido y Furioso” no solo era conocido, sino un informante pagado del FBI.

Peor aún, según los mismos informantes sería posible que fondos del gobierno estadounidense hubieran sido usados en la compra de algunas de las armas que luego fueron llevadas de contrabando a México.

En otras palabras, la operación “Rápido y Furioso” era innecesaria…

Claro que pueden ser señalamientos de Melson para dar la vuelta a una situación en la que todo apuntaba a que sería el responsable final, o deducciones extremas de legisladores interesados en crear un caso político y criminal contra el gobierno de Barack Obama.

Melson era, según algunos el “chivo expiatorio” designado del caso, y de hecho hace dos o tres semanas se hablaba ya de una renuncia forzada. Su colaboración con Grassley e Issa podría ser una defensa frente a esas presiones, aunque de acuerdo con al menos una fuente en el BATF, no son pocos los agentes que consideran las afirmaciones del director provisional de su agencia como una forma de lavarse las manos.

Sea lo que sea, para oídos mexicanos parece como mínimo extraño que un alto funcionario policiaco estadounidense se queje de que no sabe lo que hacen los otros. Sobre todo si se considera la reputación de que gozan aquí las agencias policiales y de recolección de inteligencia de ese país, a las que algunos ven como todopoderosas, omniscientes y omnipresentes.

Pero la realidad es que las agencias policiales y de inteligencia estadounidenses colaboran entre sí de manera limitada. Cada una desea llevarse los laureles, cada una desea coleccionar los éxitos y guardar su jurisdicción de las demás.
Cada una de ellas enfrenta además limitaciones legales que a veces complica sus posibles relaciones con las otras.

“Rápido y Furioso” podría sin embargo convertirse finalmente en un escándalo. Quizá por el hecho mismo, la autorización a la venta irregular de armas para ser traficadas hacia México, o tal vez por las fisuras que aparenta mostrar en el aparato de seguridad estadounidense. Pero siempre hay un motivo político detrás: sea el deseo de gloria y justificación, o el de descubrir o crear un problema para el adversario...

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