Raymundo Riva Palacio / Estrictamente Personal
El primer aniversario del asesinato de Rodolfo Torre Cantú, candidato a gobernador en Tamaulipas, pasó como si la efeméride llevara años de celebración, en medio de escándalos ininterrumpidos. Hubo unos pronunciamientos, algunos desplegados en la prensa, y la exigencia permanente de su hermano y actual mandatario, Egidio Torre Cantú, para que se resuelva el caso. En realidad, no hay semana que no pida avances de la investigación a la PGR, y siempre obtiene la misma respuesta: no hay nada.
Judicialmente la PGR no ha podido resolver el caso de un asesinato perfectamente ejecutado, donde participaron al menos ocho vehículos y un mínimo de 16 personas, quienes realizaron una operación donde estuvieron en movimiento sincronizado durante tres minutos y 29 segundos, y realizaron la maniobra para detener a los vehículos del candidato y su escolta en 13 segundos, para finalmente acabar con Torre Cantú y cuatro acompañantes, en otros 43 segundos.
Políticamente, desde el primer momento, el gobierno federal expuso en reuniones privadas sus sospechas sobre los autores materiales. La primera vez fue al más alto nivel, cuando el presidente Felipe Calderón le dijo al todavía gobernador Eugenio Hernández, que el asesinato había sido cometido por priístas. Esta versión circuló desde el primer momento del crimen, pero nunca tomó cuerpo real porque eran dichos en las calles tamaulipecas.
No fue la única vez que lo dijo el Presidente. Tiempo después el destinatario del mensaje fue el nuevo gobernador y hermano de la víctima, Egidio Torre Cantú, quien ha recibido más información -no corroborada judicialmente- sobre otros dirigentes priístas estatales que presume el gobierno federal participaron como autores intelectuales en el asesinato.
No hay en concreto aún, pero la actitud de Torre Cantú con su viejo amigo y socio, Hernández, ha cambiado radicalmente, así como también con Ricardo Gamundi, ex dirigente estatal del PRI. La relación entre Torre Cantú y Hernández está distante, lo que también se ha reflejado en una lejanía entre el ex gobernador y el dirigente nacional del PRI, Humberto Moreira, a quien había designado secretario técnico del Comité Ejecutivo Nacional del PRI, y luego lo congeló.
Cuando le preguntaron a Moreira sobre lo que había sucedido con Hernández, respondió que Tamaulipas ya estaba representado con otro ex gobernador, Manuel Cavazos. Hernández dejó de visitar el Distrito Federal con la frecuencia con la que lo hacía, y no se sabe con certeza en dónde vive en la actualidad. Gamundi renunció a la dirigencia estatal en enero pasado para incorporarse, dijo, al equipo de Moreira.
El asesinato de Torre Cantú el 28 de junio de 2010 tuvo un modus operandi militar, y una de las principales hipótesis del crimen fue que los autores materiales habían sido Los Zetas, quienes se deslindaron del crimen en una inusual iniciativa. De cualquier forma, videos consultados posteriormente sobre acciones de Los Zetas en secuestros contra otros funcionarios, muestran que el método es idéntico al que se empleó en el asesinato del candidato a gobernador.
A nivel de hipótesis de trabajo, en seguimiento de la línea de pensamiento en el gobierno federal, no se puede descartar que un comando de Los Zetas haya actuado para un trabajo de corte distinto al narcotráfico. El entonces candidato había dicho repetidamente a su familia y a periodistas que no había recibido presiones ni peticiones de narcotraficantes. A decir de sus cercanos, el tema de su seguridad en el contexto de la guerra contra las drogas, no era algo que le preocupara.
Por la forma como lo asesinaron se puede argumentar que la decisión de hacerlo se había tomado con suficiente tiempo y que el grupo que lo mató tenía información interna de su aparato de seguridad. Un dato que siempre ha saltado es que sabían que no iba en su camioneta blindada, que había pedido se adelantara a Valle Hermoso, a donde viajaría esa mañana, para que lo esperar ahí, por lo que en su corto recorrido hacia el aeropuerto utilizaría un vehículo desprotegido.
Los videos que ayudan a registrar sus últimos minutos de vida muestran que la operación de su asesinato estuvo planeada para ese día, hipótesis que se sostiene por el hecho que una hora antes de la emboscada, varios vehículos que participaron en ella se habían colocado en sus posiciones. Actuaron coreográficamente ocho vehículos a alta velocidad, donde cada uno tuvo un papel específico: unos dispararon y otros vigilaron y cuidaron la retaguardia. No fue una planeación improvisada; sabían sus rutinas y la programación de su campaña.
El móvil del crimen, fuera delincuencial o político, sigue en el misterio. No hubo nada positivo para Los Zetas -de ser ellos autores intelectuales del crimen-, y se mantiene la inestabilidad y la guerra que libran en Tamaulipas contra el Cártel del Golfo y las fuerzas federales. En el caso de las sospechas sobre Hernández, el ex gobernador era viejo amigo de ambos -que no lo exculparía de nada-, y fue quien impuso por encima del CEN del PRI a Egidio como sucesor de Rodolfo. Gamundi, sobre quien hay nuevos nubarrones, tampoco ganó nada. De hecho, como Hernández, ha sido una víctima colateral del crimen.
Las investigaciones sobre el asesinato incluyen declaraciones de 145 personas y 50 pruebas periciales que no han conducido a nada. La sociedad, política y civil en general, se le olvida con el tiempo lo que este tipo de atentados significa. Pero la indiferencia social no es razón para que el gobierno federal no resuelva este caso.
Es un asunto que atenta contra la seguridad del Estado Mexicano, aunque la mayoría de los mexicanos, por no representarles nada en lo particular, se muestren distantes y ajenos, y que al no existir la causa populista para presionar, simplemente dejen que todo se lo lleve el tiempo. Eso es lo que no hay que permitir.
El primer aniversario del asesinato de Rodolfo Torre Cantú, candidato a gobernador en Tamaulipas, pasó como si la efeméride llevara años de celebración, en medio de escándalos ininterrumpidos. Hubo unos pronunciamientos, algunos desplegados en la prensa, y la exigencia permanente de su hermano y actual mandatario, Egidio Torre Cantú, para que se resuelva el caso. En realidad, no hay semana que no pida avances de la investigación a la PGR, y siempre obtiene la misma respuesta: no hay nada.
Judicialmente la PGR no ha podido resolver el caso de un asesinato perfectamente ejecutado, donde participaron al menos ocho vehículos y un mínimo de 16 personas, quienes realizaron una operación donde estuvieron en movimiento sincronizado durante tres minutos y 29 segundos, y realizaron la maniobra para detener a los vehículos del candidato y su escolta en 13 segundos, para finalmente acabar con Torre Cantú y cuatro acompañantes, en otros 43 segundos.
Políticamente, desde el primer momento, el gobierno federal expuso en reuniones privadas sus sospechas sobre los autores materiales. La primera vez fue al más alto nivel, cuando el presidente Felipe Calderón le dijo al todavía gobernador Eugenio Hernández, que el asesinato había sido cometido por priístas. Esta versión circuló desde el primer momento del crimen, pero nunca tomó cuerpo real porque eran dichos en las calles tamaulipecas.
No fue la única vez que lo dijo el Presidente. Tiempo después el destinatario del mensaje fue el nuevo gobernador y hermano de la víctima, Egidio Torre Cantú, quien ha recibido más información -no corroborada judicialmente- sobre otros dirigentes priístas estatales que presume el gobierno federal participaron como autores intelectuales en el asesinato.
No hay en concreto aún, pero la actitud de Torre Cantú con su viejo amigo y socio, Hernández, ha cambiado radicalmente, así como también con Ricardo Gamundi, ex dirigente estatal del PRI. La relación entre Torre Cantú y Hernández está distante, lo que también se ha reflejado en una lejanía entre el ex gobernador y el dirigente nacional del PRI, Humberto Moreira, a quien había designado secretario técnico del Comité Ejecutivo Nacional del PRI, y luego lo congeló.
Cuando le preguntaron a Moreira sobre lo que había sucedido con Hernández, respondió que Tamaulipas ya estaba representado con otro ex gobernador, Manuel Cavazos. Hernández dejó de visitar el Distrito Federal con la frecuencia con la que lo hacía, y no se sabe con certeza en dónde vive en la actualidad. Gamundi renunció a la dirigencia estatal en enero pasado para incorporarse, dijo, al equipo de Moreira.
El asesinato de Torre Cantú el 28 de junio de 2010 tuvo un modus operandi militar, y una de las principales hipótesis del crimen fue que los autores materiales habían sido Los Zetas, quienes se deslindaron del crimen en una inusual iniciativa. De cualquier forma, videos consultados posteriormente sobre acciones de Los Zetas en secuestros contra otros funcionarios, muestran que el método es idéntico al que se empleó en el asesinato del candidato a gobernador.
A nivel de hipótesis de trabajo, en seguimiento de la línea de pensamiento en el gobierno federal, no se puede descartar que un comando de Los Zetas haya actuado para un trabajo de corte distinto al narcotráfico. El entonces candidato había dicho repetidamente a su familia y a periodistas que no había recibido presiones ni peticiones de narcotraficantes. A decir de sus cercanos, el tema de su seguridad en el contexto de la guerra contra las drogas, no era algo que le preocupara.
Por la forma como lo asesinaron se puede argumentar que la decisión de hacerlo se había tomado con suficiente tiempo y que el grupo que lo mató tenía información interna de su aparato de seguridad. Un dato que siempre ha saltado es que sabían que no iba en su camioneta blindada, que había pedido se adelantara a Valle Hermoso, a donde viajaría esa mañana, para que lo esperar ahí, por lo que en su corto recorrido hacia el aeropuerto utilizaría un vehículo desprotegido.
Los videos que ayudan a registrar sus últimos minutos de vida muestran que la operación de su asesinato estuvo planeada para ese día, hipótesis que se sostiene por el hecho que una hora antes de la emboscada, varios vehículos que participaron en ella se habían colocado en sus posiciones. Actuaron coreográficamente ocho vehículos a alta velocidad, donde cada uno tuvo un papel específico: unos dispararon y otros vigilaron y cuidaron la retaguardia. No fue una planeación improvisada; sabían sus rutinas y la programación de su campaña.
El móvil del crimen, fuera delincuencial o político, sigue en el misterio. No hubo nada positivo para Los Zetas -de ser ellos autores intelectuales del crimen-, y se mantiene la inestabilidad y la guerra que libran en Tamaulipas contra el Cártel del Golfo y las fuerzas federales. En el caso de las sospechas sobre Hernández, el ex gobernador era viejo amigo de ambos -que no lo exculparía de nada-, y fue quien impuso por encima del CEN del PRI a Egidio como sucesor de Rodolfo. Gamundi, sobre quien hay nuevos nubarrones, tampoco ganó nada. De hecho, como Hernández, ha sido una víctima colateral del crimen.
Las investigaciones sobre el asesinato incluyen declaraciones de 145 personas y 50 pruebas periciales que no han conducido a nada. La sociedad, política y civil en general, se le olvida con el tiempo lo que este tipo de atentados significa. Pero la indiferencia social no es razón para que el gobierno federal no resuelva este caso.
Es un asunto que atenta contra la seguridad del Estado Mexicano, aunque la mayoría de los mexicanos, por no representarles nada en lo particular, se muestren distantes y ajenos, y que al no existir la causa populista para presionar, simplemente dejen que todo se lo lleve el tiempo. Eso es lo que no hay que permitir.
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