Raymundo Riva Palacio / Estrictamente Personal
A sus 80 años, Rupert Murdoch ha emprendido la batalla de su vida. Por primera vez no está en la búsqueda de expandirse, como lo hizo durante medio siglo para convertir su empresa, News Corporation, en uno de los siete conglomerados de comunicación más poderosos del mundo, sino por la sobrevivencia. Anciano y notablemente lúcido, tomó el control directo de la crisis que busca evitar que el escándalo que comenzó con actos ilegales cometidos por su diario The News of the World, contamine la compañía y su imperio se desplome.
El imperio se cimbró hace dos semanas cuando el diario The Guardian reveló que el tabloide había intervenido los mensajes de voz de una niña que había sido secuestrada y asesinada en 2002, borrado algunos de ellos, y sistemáticamente sobornado policías. Aunque se supo de las intervenciones telefónicas desde 2005, The News siempre dijo que sólo un editor y un investigador –hoy presos-, eran responsables.
The Guardian persistió. En 2009 publicó que políticos y celebridades habían sido víctimas de intervención telefónica y a principios de año la prensa inglesa reveló que varios afectados le habían ganado demandas por invasión de privacidad. El tema no paró en tribunales. The Guardian publicó hace cuatro meses que el espionaje había sido más amplio y que respondía a un patrón de trabajo avalado por los editores. Con las nuevas revelaciones, grandes anunciantes cancelaron su publicidad al tiempo que las presiones se acumularon sobre Murdoch y sus asociados.
Visto en términos políticos, el episodio es una apasionante demostración de cómo funciona una democracia: el abuso de un medio es llevado a tribunales, donde los jueces revisan el caso y castigan al periódico; la prensa revela la ilegalidad de las acciones de sus colegas, de acuerdo con la rendición de cuentas que aplican a quienes tienen una responsabilidad pública, y como parte del contrapeso que permite la autorregulación.
Sin un Poder Judicial al cual acudieran las celebridades en busca de justicia, y la prensa haciendo su trabajo, News Corporation tendría el avalmoral de los poderes y los medios para continuar sus prácticas de entrometerse ilegalmente en la vida privada de las personas, presionar yextorsionar moralmente a quienes osaban criticarlos. Además, habría culminado con la adquisición de la cadena de satélite British Sky Broadcasting, pese a las protestas porque otorgársela a Murdoch violentaba el principio de pluralidad y equilibrio en la televisión.
El escándalo hizo que Murdoch ordenara el cierre de The News of The World, acabando en una semana con una historia de 184 años. El intento por aislar el escándalo no paró. Los medios descubrieron que otros diarios del grupo, el Sunday Times y The Sun, habían incurrido en las mismas prácticas. Hubo más arrestos de ejecutivos, renuncias de lugartenientes de Murdoch, despido del abogado de la empresa, y la posibilidad de que para salvar al imperio, tengan que vender todos sus periódicos, que incluyen al más antiguo del mundo, The Times de Londres, y el de mayor circulación en Estados Unidos, The Wall Street Journal.
En esos días, Milenio Televisión difundió un video donde torturaban militares, que les llegó por correo electrónico. La transmisión causóindignación en el gobierno y de muchos consumidores de televisión, que no entendían el porqué un medio que había suscrito un acuerdo para evitar la apología del delito en su cobertura sobre el narcotráfico hacía pocos meses, rompía los principios que inspiraron ese documento y difundíanpropaganda criminal.
Los editores de Milenio, a manera de justificación, dijeron que el video era real, sin cuestionar a quién beneficiaría la decisión de difundirlo, ni preguntarse el motivo por el cual se los entregaron a ellos. A diferencia de lo que sucedió en el Reino Unido, ninguno de los suscriptores del acuerdo avalado por 700 medios en el país, se detuvo a reflexionar un momento sobre lo sucedido –con la excepción notable de La Razón y el propioMilenio-, por lo que ni un chipote sacaron. Un consejo que formó Televisa tras la firma de un acuerdo para revisar las coberturas, se reunió con los directivos de Milenio, pero lo que resultó de la charla fue inocuo y vano. Acordaron a discrepar y que en el futuro disentirían previa, no posteriormente.
Pero si los medios continuaron viéndose el ombligo, la reacción del gobierno fue patética. Olvidaró su ira por la transmisión del video de los militares torturados y le regaló a Milenio grabaciones de Los Caballeros Templarios sobre cómo manipularon las recientes manifestaciones en Apatzingán contra la Policía Federal. Es decir, cuando el resultado está fuera de sus manos, se indignan; cuando lo manipulan, la Ley, la ética y la moral pública es lo que menos importa.
Si el caso de The News of the World inspira un estudio más profundo sobre cómo funcionan las instituciones en una democracia, lo que sucede enMéxico ilustra cómo están volteados los incentivos. Cuando el gobierno necesitó evitar que un priísta ganara la gubernatura de Jalisco, difundieron una averiguación previa inconclusa para acusarlo de narcotráfico, días antes de la elección. En Veracruz, entregaron grabaciones telefónicas ilegales del gobernador para descarrilar otra elección. Y a otro priísta que buscaba el gobierno de Guerrero, lo distrajeron a cuatro días de la elección para responder imputaciones de crimen organizado en un expediente filtrado a la prensa que resultó falso.
Rumores, acusaciones de oídas, testigos protegidos usados para casos a la medida son utilizados por el gobierno para sus fines político-electorales. En el Reino Unido, el gobierno está en entredicho por su relación con Murdoch y sus lugartenientes; en México, el gobierno es el proveedor primario de la prensa del escándalo. En el Reino Unido un imperio se desploma; en México se elevan como héroes, cada vez más influyentes, medios y periodistas que sirven como megáfono de un poder que aprovecha su hambre sin escrúpulo.
Políticos y prensa defienden sibilinamente: el fin justifica los medios. En el Reino Unido el cuestionamiento no es si lo que difundieron los diarios de Murdoch era cierto o falso, sino en el procedimiento. En México no importa el procedimiento, por más ilegal que sea, sino el resultado. Si se viola la ley, no importa. El gobierno y la prensa ingleses se encuentran en las antípodas de sus contrapartes mexicanas. Es la diferencia entre una sociedad democrática que se rige bajo reglas claras y certidumbre, y una como la mexicana, que opera en las cañerías y la incertidumbre, el peor estado de una sociedad autoritaria con piel de demócrata.
A sus 80 años, Rupert Murdoch ha emprendido la batalla de su vida. Por primera vez no está en la búsqueda de expandirse, como lo hizo durante medio siglo para convertir su empresa, News Corporation, en uno de los siete conglomerados de comunicación más poderosos del mundo, sino por la sobrevivencia. Anciano y notablemente lúcido, tomó el control directo de la crisis que busca evitar que el escándalo que comenzó con actos ilegales cometidos por su diario The News of the World, contamine la compañía y su imperio se desplome.
El imperio se cimbró hace dos semanas cuando el diario The Guardian reveló que el tabloide había intervenido los mensajes de voz de una niña que había sido secuestrada y asesinada en 2002, borrado algunos de ellos, y sistemáticamente sobornado policías. Aunque se supo de las intervenciones telefónicas desde 2005, The News siempre dijo que sólo un editor y un investigador –hoy presos-, eran responsables.
The Guardian persistió. En 2009 publicó que políticos y celebridades habían sido víctimas de intervención telefónica y a principios de año la prensa inglesa reveló que varios afectados le habían ganado demandas por invasión de privacidad. El tema no paró en tribunales. The Guardian publicó hace cuatro meses que el espionaje había sido más amplio y que respondía a un patrón de trabajo avalado por los editores. Con las nuevas revelaciones, grandes anunciantes cancelaron su publicidad al tiempo que las presiones se acumularon sobre Murdoch y sus asociados.
Visto en términos políticos, el episodio es una apasionante demostración de cómo funciona una democracia: el abuso de un medio es llevado a tribunales, donde los jueces revisan el caso y castigan al periódico; la prensa revela la ilegalidad de las acciones de sus colegas, de acuerdo con la rendición de cuentas que aplican a quienes tienen una responsabilidad pública, y como parte del contrapeso que permite la autorregulación.
Sin un Poder Judicial al cual acudieran las celebridades en busca de justicia, y la prensa haciendo su trabajo, News Corporation tendría el avalmoral de los poderes y los medios para continuar sus prácticas de entrometerse ilegalmente en la vida privada de las personas, presionar yextorsionar moralmente a quienes osaban criticarlos. Además, habría culminado con la adquisición de la cadena de satélite British Sky Broadcasting, pese a las protestas porque otorgársela a Murdoch violentaba el principio de pluralidad y equilibrio en la televisión.
El escándalo hizo que Murdoch ordenara el cierre de The News of The World, acabando en una semana con una historia de 184 años. El intento por aislar el escándalo no paró. Los medios descubrieron que otros diarios del grupo, el Sunday Times y The Sun, habían incurrido en las mismas prácticas. Hubo más arrestos de ejecutivos, renuncias de lugartenientes de Murdoch, despido del abogado de la empresa, y la posibilidad de que para salvar al imperio, tengan que vender todos sus periódicos, que incluyen al más antiguo del mundo, The Times de Londres, y el de mayor circulación en Estados Unidos, The Wall Street Journal.
En esos días, Milenio Televisión difundió un video donde torturaban militares, que les llegó por correo electrónico. La transmisión causóindignación en el gobierno y de muchos consumidores de televisión, que no entendían el porqué un medio que había suscrito un acuerdo para evitar la apología del delito en su cobertura sobre el narcotráfico hacía pocos meses, rompía los principios que inspiraron ese documento y difundíanpropaganda criminal.
Los editores de Milenio, a manera de justificación, dijeron que el video era real, sin cuestionar a quién beneficiaría la decisión de difundirlo, ni preguntarse el motivo por el cual se los entregaron a ellos. A diferencia de lo que sucedió en el Reino Unido, ninguno de los suscriptores del acuerdo avalado por 700 medios en el país, se detuvo a reflexionar un momento sobre lo sucedido –con la excepción notable de La Razón y el propioMilenio-, por lo que ni un chipote sacaron. Un consejo que formó Televisa tras la firma de un acuerdo para revisar las coberturas, se reunió con los directivos de Milenio, pero lo que resultó de la charla fue inocuo y vano. Acordaron a discrepar y que en el futuro disentirían previa, no posteriormente.
Pero si los medios continuaron viéndose el ombligo, la reacción del gobierno fue patética. Olvidaró su ira por la transmisión del video de los militares torturados y le regaló a Milenio grabaciones de Los Caballeros Templarios sobre cómo manipularon las recientes manifestaciones en Apatzingán contra la Policía Federal. Es decir, cuando el resultado está fuera de sus manos, se indignan; cuando lo manipulan, la Ley, la ética y la moral pública es lo que menos importa.
Si el caso de The News of the World inspira un estudio más profundo sobre cómo funcionan las instituciones en una democracia, lo que sucede enMéxico ilustra cómo están volteados los incentivos. Cuando el gobierno necesitó evitar que un priísta ganara la gubernatura de Jalisco, difundieron una averiguación previa inconclusa para acusarlo de narcotráfico, días antes de la elección. En Veracruz, entregaron grabaciones telefónicas ilegales del gobernador para descarrilar otra elección. Y a otro priísta que buscaba el gobierno de Guerrero, lo distrajeron a cuatro días de la elección para responder imputaciones de crimen organizado en un expediente filtrado a la prensa que resultó falso.
Rumores, acusaciones de oídas, testigos protegidos usados para casos a la medida son utilizados por el gobierno para sus fines político-electorales. En el Reino Unido, el gobierno está en entredicho por su relación con Murdoch y sus lugartenientes; en México, el gobierno es el proveedor primario de la prensa del escándalo. En el Reino Unido un imperio se desploma; en México se elevan como héroes, cada vez más influyentes, medios y periodistas que sirven como megáfono de un poder que aprovecha su hambre sin escrúpulo.
Políticos y prensa defienden sibilinamente: el fin justifica los medios. En el Reino Unido el cuestionamiento no es si lo que difundieron los diarios de Murdoch era cierto o falso, sino en el procedimiento. En México no importa el procedimiento, por más ilegal que sea, sino el resultado. Si se viola la ley, no importa. El gobierno y la prensa ingleses se encuentran en las antípodas de sus contrapartes mexicanas. Es la diferencia entre una sociedad democrática que se rige bajo reglas claras y certidumbre, y una como la mexicana, que opera en las cañerías y la incertidumbre, el peor estado de una sociedad autoritaria con piel de demócrata.
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