Jorge Diaz
Según los datos de Parametría sobre las elecciones pasadas en el Estado de México, Coahuila y Nayarit, los que dominan la escena, o al menos están ya jugando un papel importante como fiel de la balanza para que unos u otros lleguen al poder, son los jóvenes.
Ellos (los jóvenes), aplicaron una lógica que todavía no he visto explicada en ningún estudio, hasta donde yo sé, lo único que se tiene son datos estadísticos sobre las preferencias de éste grupo a la hora de votar, pero no el por qué. Supongo que llevará tiempo para conocer este detalle tan fino.
Sin embargo y al ser obvio que los partidos políticos no desconocen las estadísticas que se tienen, es incomprensible la manera en que se vienen manejando las campañas.
Por un lado el PRI pareciera ser el más sensible a los datos, por lo que en las elecciones pasadas y muy seguramente en las de 2012, se ha preocupado por ofrecer cuadros más jóvenes, fácilmente identificables con el grupo de electores al que por supuesto quieren cautivar.
El gran pero a esta estrategia, es que si bien se han esmerado en la fachada, las prácticas de más de ochenta años en materia electoral y en materia de cinismo e ineficacia de Gobierno, aunado al poder detrás de la fotografía, tiene un tufo más viejo que cualquier queso francés.
Por su parte, el PRD se ha anclado en la aventura suicida de seguir a un líder tropical, cuyo discurso es fácilmente comparable con el de muchos personajes de la década de los sesentas, al que hay que agregarle una actitud nefasta sobre la necesidad de cambios en todo sentido. La imagen que se me viene a la mente cuando pienso en la posible opinión de los jóvenes a la oferta perredista, es la de unos chavos frente al televisor o en el mitin de AMLO, bostezando y diciendo: “hueva”.
Si bien el PAN no ha estado ochenta años en el poder, parece que sus políticos sí han sido candidatos por ese espacio de tiempo; para muestra, Bravo Mena. Y qué decir de la personalidad de este partido cuando se habla sobre el culto a Diego Fernández de Cevallos, su intransigencia para ser un partido moderno, que le de lugar a mentalidades más diversas y a tratar con menos desprecio ideas como las del aborto, la píldora del día siguiente, etc. No se trata de aceptarlos, pero si de debatirlos; es decir, dar un salto desde el siglo XVI al XXI.
Aun los muchachos más conservadores y educados de manera estricta en la fe católica, no son tan cerrados a los vientos de modernidad que soplan hoy en día. Seguramente ni ellos se sienten representados por los viejitos panistas.
Se observa tan poca capacidad y voluntad de reacción de estos partidos, que sólo falta ver que su única respuesta a los cambios frente a la juventud mexicana y tomando el ejemplo priista, sea la de postular por el PRD al hijo de López Obrador y por el PAN a ¡Vicentillo!
Según los datos de Parametría sobre las elecciones pasadas en el Estado de México, Coahuila y Nayarit, los que dominan la escena, o al menos están ya jugando un papel importante como fiel de la balanza para que unos u otros lleguen al poder, son los jóvenes.
Ellos (los jóvenes), aplicaron una lógica que todavía no he visto explicada en ningún estudio, hasta donde yo sé, lo único que se tiene son datos estadísticos sobre las preferencias de éste grupo a la hora de votar, pero no el por qué. Supongo que llevará tiempo para conocer este detalle tan fino.
Sin embargo y al ser obvio que los partidos políticos no desconocen las estadísticas que se tienen, es incomprensible la manera en que se vienen manejando las campañas.
Por un lado el PRI pareciera ser el más sensible a los datos, por lo que en las elecciones pasadas y muy seguramente en las de 2012, se ha preocupado por ofrecer cuadros más jóvenes, fácilmente identificables con el grupo de electores al que por supuesto quieren cautivar.
El gran pero a esta estrategia, es que si bien se han esmerado en la fachada, las prácticas de más de ochenta años en materia electoral y en materia de cinismo e ineficacia de Gobierno, aunado al poder detrás de la fotografía, tiene un tufo más viejo que cualquier queso francés.
Por su parte, el PRD se ha anclado en la aventura suicida de seguir a un líder tropical, cuyo discurso es fácilmente comparable con el de muchos personajes de la década de los sesentas, al que hay que agregarle una actitud nefasta sobre la necesidad de cambios en todo sentido. La imagen que se me viene a la mente cuando pienso en la posible opinión de los jóvenes a la oferta perredista, es la de unos chavos frente al televisor o en el mitin de AMLO, bostezando y diciendo: “hueva”.
Si bien el PAN no ha estado ochenta años en el poder, parece que sus políticos sí han sido candidatos por ese espacio de tiempo; para muestra, Bravo Mena. Y qué decir de la personalidad de este partido cuando se habla sobre el culto a Diego Fernández de Cevallos, su intransigencia para ser un partido moderno, que le de lugar a mentalidades más diversas y a tratar con menos desprecio ideas como las del aborto, la píldora del día siguiente, etc. No se trata de aceptarlos, pero si de debatirlos; es decir, dar un salto desde el siglo XVI al XXI.
Aun los muchachos más conservadores y educados de manera estricta en la fe católica, no son tan cerrados a los vientos de modernidad que soplan hoy en día. Seguramente ni ellos se sienten representados por los viejitos panistas.
Se observa tan poca capacidad y voluntad de reacción de estos partidos, que sólo falta ver que su única respuesta a los cambios frente a la juventud mexicana y tomando el ejemplo priista, sea la de postular por el PRD al hijo de López Obrador y por el PAN a ¡Vicentillo!
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