Las dos victorias

Raymundo Riva Palacio / Estrictamente Personal

Las sonrisas de Rubén Moreira desde el domingo 3 de julio muestran la enorme satisfacción por lo vivido. Pero no sólo porque en 20 años de carrera política pudo construir su camino hacia la gubernatura, que ganó de manera arrolladora con casi 60% de la votación. La victoria le debe saber más dulce porque por encima de ella, venció una lucha que libró en secreto durante meses sin que prácticamente nadie lo supiera, contra el cáncer.

Moreira, reconocido en Coahuila como la fuerza motora detrás del gobierno de su hermano Humberto, se colocó temprano como el sucesor más fuerte a partir de las encuestas electorales entre priístas. En cada estudio que se hacía, Rubén vencía a sus adversarios en el PRI. No gustaba que fuera el hermano del gobernador, e incluso, en una reunión entre el entonces gobernador y Fernando Gómez Mont, el ex secretario de Gobernación le dijo: no lo vamos a dejar pasar.

Los hermanos no hicieron caso, y acordaron un mecanismo para cuidar las apariencias. Apuntado como aspirante a la presidencia del PRI desde mediados del año pasado, Humberto Moreira decidió pedir licencia para “hacer su campaña” por la dirigencia. De esa manera, un interino asumiría el cargo y sería bajo su mandato el lanzamiento de la candidatura de Rubén. Realmente nunca pudo ahuyentar las críticas, pero se sintieron mejor con algunos amortiguadores.

En ese momento no sabían lo que vendría en noviembre, cuando alertado por padecimientos, Rubén se hizo un examen. Una noche de ese mes le habló por teléfono ya tarde a Humberto y le dijo que tenía que verlo. “Es urgente”, le dijo. “Es muy urgente”. El aún gobernador lo citó de inmediato en su casa donde Rubén le dijo sin rodeos: “Tengo cáncer”. Era en la próstata.

Rubén dudaba qué hacer, pero Humberto lo interrumpió: primero la salud, luego la política. Reunieron en Saltillo a un grupo de médicos, incluido un tío de ellos que vive en Nuevo León, y lo volvieron a analizar. Cáncer en la próstata, ratificó el diagnóstico.

Rubén Moreira se internó en el Hospital Universitario de Saltillo y salió bien de una operación mantenido en el más completo sigilo. No querían contaminar un proceso que aún no iniciaba, y los obligó a trasladar especialistas de otros estados y tener un equipo de enfermeras muy cercano a la familia para evitar filtraciones.

Muy débil y con una secuela normal de incontinencia, Rubén Moreira se presentó el 5 de enero de este año a rendir protesta como candidato. Había casi seis mil personas en el evento en Saltillo, cuando tras bambalinas, estalló una crisis.

-No puedo salir, dijo Rubén.

-¡Cómo! Se sorprendió Humberto, tienes que salir.

-No puedo, me siento muy mal.

El sudor perlaba la cara de Rubén, quien no podía sostenerse en pie. Se sentía débil y no pensaba ser capaz de salir a tomar la protesta como candidato.

-¿Qué hacemos?, preguntó Humberto.

-Demoremos el evento media hora, sugirió.

Humberto decidió retrasarlo una hora, y mientras el coro de militantes gritaba por su candidato, habló con los oradores y les dijo que no hablarían por más de dos minutos porque “tenía que irse”.

El candidato les dijo: “A partir de hoy viene un periodo de silencio, pero no de inactividad para el partido, pues el Revolucionario Institucional en la entidad seguirá trabajando (...) Viene también un periodo que nos va permitir reflexionar sobre los problemas y oportunidades de este estado”.

La Ley les ayudaría durante la recuperación.

Tan pronto terminó el evento, Moreira se subió a un avión y se fue a convalecer a Pachuca, de donde es originaria su esposa Carolina Viggiano, a quien conoció en la Cámara de Diputados, donde coincidieron en la legislatura actual. En Pachuca fue puesto en cama y sellaron su entorno para que nadie se enterara. Viggiano y la madre de los Moreira siempre estuvieron a su lado, mientras un colaborador del candidato los ayudaba a cocinar para el convaleciente.

Rubén Moreira ya no tenía cáncer en la próstata, pero la recuperación era muy difícil. Los hermanos Moreira llegaron a considerar en un momento dado el relevo en la candidatura, pero por más que impulsaba Humberto a quienes habían sido adversarios de Rubén, estaban muy lejos de él.

Sus opositores en la contienda estaban en plena precampaña, y comenzaron a ver como los números que llevaba de ventaja comenzaban a reducirse. Los Moreira estaban preocupados que el proyecto familiar se frustrara.

Sin decirle a nadie, Humberto Moreira redujo su proselitismo en Nayarit y el Estado de México y mientras arrancaba la de su hermano a mediados de mayo, fue él quien trabajó sistemáticamente con la estructura del PRI en Coahuila. Rubén seguía en cama en Pachuca, y el argumento que siempre dieron para justificar que no estaba presente en ningún acto -a diferencia de sus rivales con las militancias de sus partidos- era que la Ley no se lo permitía.

El tiempo de reposo le ayudó a levantarse y a iniciar su campaña formal con una energía que le permitió realizar un promedio de 10 actos por día. Cuando supo que tenía cáncer en noviembre y se lo confió a su hermano aquella noche en su casa, Humberto le preguntó que quería hacer: vivir o ganar la gubernatura.

Rubén Moreira respondió: “Las dos”.

Era sólo un deseo para inyectarse ánimo, pero ocho meses después, puede decir con sonrisas, que lo logró.

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