Miguel Ángel Granados Chapa
Después de las elecciones del domingo, algunas cosas tienden a volver al estado en que se hallaban. Los ganadores, por supuesto, se disponen a asumir sus responsabilidades nuevas. Los suplentes de Eruviel Ávila, Rubén Moreira y Roberto Sandoval están ya en funciones, desde que ellos dejaron las alcaldías y la curul que ocupaban para buscar la candidatura primero y el Poder Ejecutivo después.
Junto con Ávila Villegas triunfó también Luis Videgaray, que a fines de marzo pidió licencia en San Lázaro para encabezar el comité estatal del PRI y coordinar la campaña del ex presidente municipal del antiguo San Cristóbal. En realidad estaba allí para que Ávila tuviera presente en todo momento que debe su postulación y debería su victoria a Enrique Peña Nieto, de quien Videgaray es colaborador favorito, hechura suya. Carente de toda experiencia en política electoral y no necesariamente apto para el trato con multitudes, Videgaray no fue encargado de esas tareas en función de sus aptitudes sino para evitar que Ávila comenzará más tempranamente de lo debido a construir su propio entorno de poder.
Concluida esa función, Videgaray volverá a la cámara. Su posición como presidente de la Comisión de Presupuesto y Cuenta Pública, una de las tres más poderosas en San Lázaro, quedó en préstamo en manos de Alfonso Navarrete Prida, sólo para asegurar que el puesto no sería usurpado por alguien ajeno al grupo de Peña Nieto. Por eso Videgaray encontrará libre el camino de regreso al Palacio Legislativo. Allí le espera el trabajo en torno del presupuesto federal para 2012, el último preparado por el secretario Ernesto Cordero. Es del mayor interés del gobernador mexiquense que Videgaray cuide que el plan de gasto del Gobierno federal para el año de elecciones corresponda a sus intereses y a ningunos otros. Videgaray ya rindió buenas cuentas en años precedentes y puede presumirse que se esmerará en presentar otras mejores todavía.
Quien asimismo debería tener allanada la senda del regreso a su curul y a la coordinación de la bancada perredista es Alejandro Encinas. Pero como retornará ensombrecido por la derrota, no falta ya quien busque aprovechar esa circunstancia adversa para mantenerlo al margen de las tareas legislativas, o como un legislador más. El oportunismo pretenderá hacerle pagar el resultado en las elecciones mexiquenses, a despecho de las loas que se le cantaron por haber conseguido “la unidad de la izquierda”. Con impudor, el jefe del Gobierno del DF le imputa la responsabilidad de la derrota luego de que se montó entusiasmado en esa candidatura. Es cierto que Ebrard contó entre los partidarios de la alianza, pero cuando se vio atrapado en la corriente contraria, hizo como si Encinas fuera capaz de derrotar a la imponente maquinaria priísta. Y ahora osa decir que Encinas se opuso a la coalición con el PAN, y “allí están los resultados”. Todos los impulsores de la candidatura de Encinas deberían asumir su responsabilidad en el desenlace, incluido Andrés Manuel López Obrador. Pero el dirigente del Movimiento de regeneración nacional cuenta en su favor el que no incurrió en doblez: Nunca fue aliancista.
Al echar sobre Encinas el peso del resultado, Ebrard dista de hacer un mero comentario de banqueta. Se trata de una expresión que cuadra a la defensa de sus propios intereses. Uno de los suyos, Armando Ríos Piter, fue pescador afortunado en el río revuelto que significó la licencia de Encinas, así como la de Guadalupe Acosta Naranjo, que era el vicecoordinador. Ríos Piter, que tuvo la desmesura de pretender presidir el PRD y consiguió instalar en el gobierno de ese partido a una corriente propia de Ebrard, quedó al frente de los diputados perredistas, y ahora es renuente a que las cosas vuelvan al estado en que se encontraban. Entre broma y veras, pero revelando su propia gana repitió un gracejo infantil para justificar la marginación de Encinas: “el que se fue a la villa perdió su silla” En vez de simplemente retirarse, reconociendo que la eventualidad de un periodo de sesiones extraordinarias (en que el PRI lleve adelante su proyecto de reforma laboral) demanda en la conducción de su bancada una experiencia de que carece y que en cambio nutre al ex candidato mexiquense, busca medrar con la derrota ajena.
Si hubiera congruencia en el PRD en general, y en su fracción en San Lázaro, allanaría el camino de regreso a Encinas el que también querrá emprenderlo Acosta Naranjo. Una vez mostrada su inocuidad política en Nayarit, no le queda más recurso que volver a la Cámara, lo que hará sin que nadie erija obstáculos en su camino. Queda en la incertidumbre el destino político inmediato de su otrora compañera de bancada y hasta el domingo pasado antagonista del chucho nayarita. Marta Elena García, que como candidata del PAN forjó una elevada votación que hubiera sido mayor, capaz de derrotar al PRI, era hasta antes de pedir licencia para esta aventura electoral, diputada en el grupo perredista. Hay por lo menos tres opciones para ella: No volver a San Lázaro, retornar a la fracción a que pertenecía, donde no le pondrá buena cara; y sumarse a la del PAN, que le daría la bienvenida.
Guillermo Anaya volverá sin problema al Senado. Pero dista de ser tan cierto el futuro de Luis Felipe Bravo Mena. Renunció a la secretaría privada del Presidente para realizar su segunda, empeorada campaña electoral mexiquense. No desplazará a Roberto Gil, que lo reemplaza. Podría volver al servicio exterior, pero allí andan con penurias.
Después de las elecciones del domingo, algunas cosas tienden a volver al estado en que se hallaban. Los ganadores, por supuesto, se disponen a asumir sus responsabilidades nuevas. Los suplentes de Eruviel Ávila, Rubén Moreira y Roberto Sandoval están ya en funciones, desde que ellos dejaron las alcaldías y la curul que ocupaban para buscar la candidatura primero y el Poder Ejecutivo después.
Junto con Ávila Villegas triunfó también Luis Videgaray, que a fines de marzo pidió licencia en San Lázaro para encabezar el comité estatal del PRI y coordinar la campaña del ex presidente municipal del antiguo San Cristóbal. En realidad estaba allí para que Ávila tuviera presente en todo momento que debe su postulación y debería su victoria a Enrique Peña Nieto, de quien Videgaray es colaborador favorito, hechura suya. Carente de toda experiencia en política electoral y no necesariamente apto para el trato con multitudes, Videgaray no fue encargado de esas tareas en función de sus aptitudes sino para evitar que Ávila comenzará más tempranamente de lo debido a construir su propio entorno de poder.
Concluida esa función, Videgaray volverá a la cámara. Su posición como presidente de la Comisión de Presupuesto y Cuenta Pública, una de las tres más poderosas en San Lázaro, quedó en préstamo en manos de Alfonso Navarrete Prida, sólo para asegurar que el puesto no sería usurpado por alguien ajeno al grupo de Peña Nieto. Por eso Videgaray encontrará libre el camino de regreso al Palacio Legislativo. Allí le espera el trabajo en torno del presupuesto federal para 2012, el último preparado por el secretario Ernesto Cordero. Es del mayor interés del gobernador mexiquense que Videgaray cuide que el plan de gasto del Gobierno federal para el año de elecciones corresponda a sus intereses y a ningunos otros. Videgaray ya rindió buenas cuentas en años precedentes y puede presumirse que se esmerará en presentar otras mejores todavía.
Quien asimismo debería tener allanada la senda del regreso a su curul y a la coordinación de la bancada perredista es Alejandro Encinas. Pero como retornará ensombrecido por la derrota, no falta ya quien busque aprovechar esa circunstancia adversa para mantenerlo al margen de las tareas legislativas, o como un legislador más. El oportunismo pretenderá hacerle pagar el resultado en las elecciones mexiquenses, a despecho de las loas que se le cantaron por haber conseguido “la unidad de la izquierda”. Con impudor, el jefe del Gobierno del DF le imputa la responsabilidad de la derrota luego de que se montó entusiasmado en esa candidatura. Es cierto que Ebrard contó entre los partidarios de la alianza, pero cuando se vio atrapado en la corriente contraria, hizo como si Encinas fuera capaz de derrotar a la imponente maquinaria priísta. Y ahora osa decir que Encinas se opuso a la coalición con el PAN, y “allí están los resultados”. Todos los impulsores de la candidatura de Encinas deberían asumir su responsabilidad en el desenlace, incluido Andrés Manuel López Obrador. Pero el dirigente del Movimiento de regeneración nacional cuenta en su favor el que no incurrió en doblez: Nunca fue aliancista.
Al echar sobre Encinas el peso del resultado, Ebrard dista de hacer un mero comentario de banqueta. Se trata de una expresión que cuadra a la defensa de sus propios intereses. Uno de los suyos, Armando Ríos Piter, fue pescador afortunado en el río revuelto que significó la licencia de Encinas, así como la de Guadalupe Acosta Naranjo, que era el vicecoordinador. Ríos Piter, que tuvo la desmesura de pretender presidir el PRD y consiguió instalar en el gobierno de ese partido a una corriente propia de Ebrard, quedó al frente de los diputados perredistas, y ahora es renuente a que las cosas vuelvan al estado en que se encontraban. Entre broma y veras, pero revelando su propia gana repitió un gracejo infantil para justificar la marginación de Encinas: “el que se fue a la villa perdió su silla” En vez de simplemente retirarse, reconociendo que la eventualidad de un periodo de sesiones extraordinarias (en que el PRI lleve adelante su proyecto de reforma laboral) demanda en la conducción de su bancada una experiencia de que carece y que en cambio nutre al ex candidato mexiquense, busca medrar con la derrota ajena.
Si hubiera congruencia en el PRD en general, y en su fracción en San Lázaro, allanaría el camino de regreso a Encinas el que también querrá emprenderlo Acosta Naranjo. Una vez mostrada su inocuidad política en Nayarit, no le queda más recurso que volver a la Cámara, lo que hará sin que nadie erija obstáculos en su camino. Queda en la incertidumbre el destino político inmediato de su otrora compañera de bancada y hasta el domingo pasado antagonista del chucho nayarita. Marta Elena García, que como candidata del PAN forjó una elevada votación que hubiera sido mayor, capaz de derrotar al PRI, era hasta antes de pedir licencia para esta aventura electoral, diputada en el grupo perredista. Hay por lo menos tres opciones para ella: No volver a San Lázaro, retornar a la fracción a que pertenecía, donde no le pondrá buena cara; y sumarse a la del PAN, que le daría la bienvenida.
Guillermo Anaya volverá sin problema al Senado. Pero dista de ser tan cierto el futuro de Luis Felipe Bravo Mena. Renunció a la secretaría privada del Presidente para realizar su segunda, empeorada campaña electoral mexiquense. No desplazará a Roberto Gil, que lo reemplaza. Podría volver al servicio exterior, pero allí andan con penurias.
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