La “generación Facebook”

Jenaro Villamil

No fue el primero en utilizarlo, pero el secretario general de la Organización de las Naciones Unidas, Ban Ki moon, al referirse al potencial de la “generación Facebook” llevó a nivel de término canónico la definición de la nueva ola de jóvenes, entre 15 y 24 años, que participan y deliberan a través de las redes sociales frente a la creciente cerrazón del mundo “real”, es decir, el de la economía, la productividad y el salario que han dejado al margen a más del 10% de este nuevo ejército digital.

En España, Francia y en otras ciudades europeas, el término que ha prendido es el de “la generación de los indignados”, en clara referencia al descontento social existente entre estos mismos jóvenes por el fracaso de los regímenes democráticos para incorporarlos a la vida política, y por la debacle del sistema económico que ha disparado las tasas de desempleo desde el crack de 2008.

Las cifras presentadas el lunes 25 de julio en la Reunión de Alto Nivel de la Juventud organizado por la ONU, son desalentadoras:

Entre 2008 y 2009 la tasa de desempleo juvenil pasó de 11.9% a 13%, es decir, 81 millones de desempleados jóvenes en todo el mundo (cerca del 8% se encuentran en México). Se trata de la mayor tasa de desempleo anual registrado en la historia reciente.

En México, los han llamado ninis (ni estudian ni trabajan), como un término de fuerte carga negativa porque parecería que es un asunto de abulia individual de millones de jóvenes ausentarse de la educación superior y no trabajar.

“El desempleo y la falta de educación son los mayores retos que enfrentan los jóvenes en el mundo. Debemos cerrar la brecha entre la demanda y oferta de empleo. Necesitamos nuevas estrategias”, urgió Jean Francis Zinsou, embajador de Benin.

El término “Generación Facebook” cambia la connotación frente al de ninis: remite a las revoluciones tunecina y egipcia, consideradas en este 2011 como los movimientos juveniles y antiautoritarios más importantes, movilizados a partir de la red social –especialmente Facebook, con sus más de 700 millones de usuarios en el mundo–, pero también Ki moon lo señaló así: “La generación Facebook está mostrando una determinación creciente por cambiar nuestro mundo y una capacidad para hacer que las cosas cambien”.

Por esta razón, advirtió el secretario general de la ONU, es necesario que las empresas y los gobiernos “inviertan en los jóvenes porque tendrá consecuencias muy positivas para todos”.

“La crisis económica mundial y las medidas de austeridad que aplican numerosos países restringen las oportunidades de los más jóvenes”, subrayó Ki moon.

El funcionario del organismo internacional indicó que “la generación Facebook está mostrando una determinación creciente por cambiar nuestro mundo”. Recordó al joven tunecino Mohamed Bouazizi, quien se inmoló en diciembre de 2010 y desató la ola de movilizaciones que condujo a la crisis del régimen.

“Su muerte ha sido trágica, pero las llamas que encendió han llevado a la caída de dos autócratas, primero en Túnez y después en Egipto”, reflexionó Ban Ki moon.

Irreverentes, intrépidos, activos, conscientes del poder que les da el ordenador, así han sido conceptuados estos jóvenes de la nueva “generación web 2.0”.

Sin embargo, también están indignados, son anarquistas sin programa político claro y se están movilizando en España, a pesar de todas las condiciones organizativas en contra, de la ausencia de liderazgos identificables, pero con una carga discursiva inteligente, corrosiva y muy crítica.

Ki moon no se refirió a los jóvenes indignados por su nombre. Sin embargo, es claro que en el seno de los organismos internacionales ya se prendieron los focos de alerta frente al potencial movilizador que se está gestando y entrelazando justo en la red social más globalizada.

Lo increíble es que en México ni los legisladores, ni el gobierno federal, ni la legión de precandidatos presidenciales para el 2012, empezando por el presunto favorito del Estado de México, han sido capaces de abordar con claridad y precisión qué harán frente a los millones de jóvenes desempleados.

No basta con llamarlos ninis y menos con esperar que el crimen organizado los emplee y resuelva lo que ni el Estado ni el mercado han sido capaces de plantear de manera urgente.

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