Gordillo, último PRI-dinosaurio

Carlos Ramírez / Indicador Político

Cuando fue impuesta por Carlos Salinas de Gortari en 1989 como dirigente nacional del sindicato de maestros, Elba Esther Gordillo llevaba la tarea de controlar al magisterio para la modernización neoliberal que se venía. Sin embargo, se convirtió en un poder en sí mismo.

Pero todos los caciques y dictadores son temporales. Y Gordillo pareciera estar comenzando a interpretar el canto del cisne. Su conferencia de prensa el miércoles pasado fue reveladora pero no por exhibir acuerdos políticos con el candidato panista en el 2006, sino por comenzar a mostrar ya la ineficacia de un liderazgo agobiado por la corrupción, el control de los trabajadores y la politización de la educación pública.

El SNTE y el liderazgo de la maestra Gordillo serían unas de las últimas herencias malditas del viejo régimen priísta vigente que los dos sexenios panistas en la presidencia de la república no han podido modificar: El sindicato recibe miles de millones de pesos del presupuesto público recaudado vía impuestos y representa un sindicato oficial pero vende sus servicios como estructura electoral al mejor postor.

Peor aún: con dinero recibido del presupuesto público del gobierno panista en turno, Gordillo ha inventado el Partido Nueva Alianza como posición personal e impuso --al fin y al cabo el Panal es de su propiedad-- a su hija como secretaria general. Lo malo de todo comienza con el hecho de que el Código Electoral prohíbe los partidos articulados a sectores corporativos, pero la impunidad en el ejercicio del poder político de la maestra Gordillo le permite violar la ley electoral. Pero queda todavía el absurdo cotidiano de ver que el dinero fiscal de la sociedad que se paga al SNTE sirve para un partido que obedece a los intereses políticos exclusivos de la señora Gordillo.

Lo paradójico fue que la maestra Gordillo fue colocada en el SNTE por el presidente Salinas no con la intención de modernizar la educación o de transformarla en detonador del desarrollo o de defender los principios sociales de la Revolución Mexicana en la educación, sino para controlar a los maestros para que Salinas pudiera aplicar su modelo de neoliberalización del proyecto político de la Revolución Mexicana que representó el PRI hasta 1993.

En el salinismo hubo una reconversión política, ideológica y social de sindicatos como el de maestros, el petrolero de Joaquín Hernández Galicia La Quina que estaba ya montado en la oposición cardenista, los maestros y los telefonistas. Los sindicatos revolucionarios del pasado fueron sometidos en la época de la represión López Mateos-Díaz Ordaz: Ferrocarrileros, médicos, electricistas, entre otros.

De apóstoles de la educación Pública de la Revolución Mexicana y defensores de las ideas progresistas, los maestros han sido rebajados por la maestra Gordillo a la triste condición de mapaches electorales, mientras los bajos niveles de la educación pública se exhiben en una educación incapaz de servir a la modernización nacional.

La tarea salinista de la maestra Gordillo fue cumplida a cabalidad: La reforma ideológica del PRI rompió la vinculación orgánica, histórica y política del PRI con las organizaciones de masas; al dejar de operar como mecanismos de vinculación de proyecto ideológico con el PRI, los sindicatos quedaron a merced de los intereses particulares de los dirigentes en turno. Por eso Salinas pudo lograr la transición histórica de un proyecto de desarrollo nacionalista y articulado a la Revolución Mexicana a un neoliberalismo privatizador no sólo de empresas sino de compromisos ideológicos.

Pero el SNTE se acerca ya a su reforma final: Salinas federalizó la educación entregándosela a los estados, pero permitió la vigencia de un sindicato nacional como esencia del anti federalismo; los gobiernos estatales tienen que pagar a sus maestros, pero la revisión salarial se realiza en el D. F. a través de la negociación SEP-SNTE. Ahí se magnifica el poder político de la maestra Gordillo: Las secciones estatales tienen la protección del nacional, por lo que los gobernadores dependen de una negociación federal. La federalización del SNTE --sindicatos estatales-- sería una solución para muchos gobiernos estatales y terminaría también con el superpoder de su dirigente nacional.

El SNTE aparece como el último dinosaurio político del jurásico priísta; los gobiernos panistas prefirieron pactar con la maestra Gordillo para aprovechar la estructura magisterial del sindicato pero no para mejorar la calidad de la educación ni para democratizar las estructuras sindicales sino para usarlos como mapaches electorales. La confesión de Gordillo de lo que recibió a cambio del apoyo al PAN en las pasadas elecciones presidenciales no sirvió sino para probar la red de intereses políticos que tiene hundida a la educación mexicana.

Lo grave de todo es que dinero que debiera destinarse a la capacitación de los maestros o al mejoramiento del bienestar de los trabajadores del magisterio, se ha desviado a la creación de un partido sin ideología, familiar, sin compromisos y dependiente de las complicidades políticas de la señora Gordillo. Dinero de los causantes pasa al SNTE vía la SEP pero buena parte ya desembocó en la franquicia del Partido Nueva Alianza, ahora convertido en negocio personal. Es probable que la hija de la señora Gordillo sea una mujer inteligente y capaz, pero su ascenso a la secretaría general del Panal fue decisión materna, de herencia.

Lo que queda por aclarar es sí las confesiones de Gordillo el miércoles sean la preparación del terreno para su despedida. PRI, PRD y PAN saben que el SNTE es un obstáculo para la educación pública y que nadie en el sindicato o en la familia Gordillo tendría fuerza para suplirla y que las dictaduras sindicales son temporales. O tan sólo confesó lo que le cobró al PAN en el 2006 para que el PRI vaya preparándose para el 2012 si quiere mapaches magisteriales.

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