José Carreño Figueras
Los Estados Unidos celebraron el lunes un aniversario mas de su independencia, pero esta vez con un debate de fondo menos sobre las ya presentes elecciones presidenciales del próximo año que sobre su papel en el mundo.
No es un debate nuevo. Es, como señalaría un historiador, uno que acompaña la creación del país y que lo coloca enmedio de dos tendencias opuestas: los internacionalistas, los que desean ver a su país involucrado con el mundo, y los aislacionistas, quienes creen que estarían mejor si los Estados Unidos se volcaran sobre sí mismos.
El nuevo aislacionismo se refleja ahora, sobre todo, en las posturas de un sector aparentemente dominante del Partido Republicano. La propuesta incluye no sólo el final de la cada vez mas impopular intervención militar estadounidense en Irak y Afganistán sino de hecho el abandono del papel de “benigno hegemón” que los estadounidenses se autoasignaron durante mas de medio siglo.
En el centro del debate está la propuesta política de los “partidos del té”, el ideológicamente identificado pero heterogéneo grupo que sacudió al partido republicano y de paso a la política estadounidense con un activismo de derecha que en otras palabras propone centrar la atención en lo interno.
Pero esa formulación no es exclusiva de los republicanos o la derecha estadounidense. De hecho esa fue la propuesta política del candidato Barack Obama, hasta que la realidad se impuso al presidente Barack Obama.
En buena medida, el factor aislacionista estuvo adormecido durante años en la política estadounidense, sobre todo en esas épocas en que su podería parecía incontestable, como en los años posteriores a la Segunda Guera Mundial o los que siguieron a la caída del bloque socialista, en los noventas, cuando Madeleine Albright, la Secretaria de Estado de Bill Clinton, afirmaba que los Estados Unidos eran “la nación indispensable”.
Pero al final del gobierno Clinton el republicano George W. Bush expresaba rechazo a que su país invirtiera capital económico y político en la “construcción de países”, una promesa que el presidente Bush revirtió luego del 11 de septiembre de 2001, tras los atentados terroristas contra Nueva York y Washington.
Parte del problema es que si la política internacional estadounidense se basó en la idea de su excepcionalismo como nación, el deterioro de sus finanzas y de su “poder suave”, el poder de su cultura, dejó cada vez mas aislado el poderío militar. De hecho, durante los últimos 20 años la única dependencia gubernamental con fondos necesarios para cubrir muchas obligaciones internacionales estadounidenses, de la ayuda exterior a la ayuda policiaca o militar, sin olvidar temas políticos o humanitarios, fue precisamente el Departamento de Defensa: la imagen no puede ser mas equívoca.
Ahora, dice el historiador Michael Hunt, “la revitalización de viejas potencias y el surgimiento de nuevas en regiones alrededor del mundo regresó el sistema internacional a algo cercano al orden que había durante las primeras décadas del siglo veinte. Hoy como entonces los Estados Unidos están constreñidos por las preferencias de otros poderes y por las fuerzas de la globalización”.
Pero la última vez en que un sector importante de los Estados Unidos se pronunció por un reatrincheramiento de su país fue luego de la Primera Guerra Mundial, cuando los Estados Unidos se abstuvieron de participar en la Sociedad de las Naciones que propusiera el presidente Henry Wilson, promulgaron leyes que favoirecieron la crisis económica de 1929 y por lo menos en algunas opiniones, decidieron “ignorar” el surgimiento de la Alemania Nazi.
Los Estados Unidos celebraron el lunes un aniversario mas de su independencia, pero esta vez con un debate de fondo menos sobre las ya presentes elecciones presidenciales del próximo año que sobre su papel en el mundo.
No es un debate nuevo. Es, como señalaría un historiador, uno que acompaña la creación del país y que lo coloca enmedio de dos tendencias opuestas: los internacionalistas, los que desean ver a su país involucrado con el mundo, y los aislacionistas, quienes creen que estarían mejor si los Estados Unidos se volcaran sobre sí mismos.
El nuevo aislacionismo se refleja ahora, sobre todo, en las posturas de un sector aparentemente dominante del Partido Republicano. La propuesta incluye no sólo el final de la cada vez mas impopular intervención militar estadounidense en Irak y Afganistán sino de hecho el abandono del papel de “benigno hegemón” que los estadounidenses se autoasignaron durante mas de medio siglo.
En el centro del debate está la propuesta política de los “partidos del té”, el ideológicamente identificado pero heterogéneo grupo que sacudió al partido republicano y de paso a la política estadounidense con un activismo de derecha que en otras palabras propone centrar la atención en lo interno.
Pero esa formulación no es exclusiva de los republicanos o la derecha estadounidense. De hecho esa fue la propuesta política del candidato Barack Obama, hasta que la realidad se impuso al presidente Barack Obama.
En buena medida, el factor aislacionista estuvo adormecido durante años en la política estadounidense, sobre todo en esas épocas en que su podería parecía incontestable, como en los años posteriores a la Segunda Guera Mundial o los que siguieron a la caída del bloque socialista, en los noventas, cuando Madeleine Albright, la Secretaria de Estado de Bill Clinton, afirmaba que los Estados Unidos eran “la nación indispensable”.
Pero al final del gobierno Clinton el republicano George W. Bush expresaba rechazo a que su país invirtiera capital económico y político en la “construcción de países”, una promesa que el presidente Bush revirtió luego del 11 de septiembre de 2001, tras los atentados terroristas contra Nueva York y Washington.
Parte del problema es que si la política internacional estadounidense se basó en la idea de su excepcionalismo como nación, el deterioro de sus finanzas y de su “poder suave”, el poder de su cultura, dejó cada vez mas aislado el poderío militar. De hecho, durante los últimos 20 años la única dependencia gubernamental con fondos necesarios para cubrir muchas obligaciones internacionales estadounidenses, de la ayuda exterior a la ayuda policiaca o militar, sin olvidar temas políticos o humanitarios, fue precisamente el Departamento de Defensa: la imagen no puede ser mas equívoca.
Ahora, dice el historiador Michael Hunt, “la revitalización de viejas potencias y el surgimiento de nuevas en regiones alrededor del mundo regresó el sistema internacional a algo cercano al orden que había durante las primeras décadas del siglo veinte. Hoy como entonces los Estados Unidos están constreñidos por las preferencias de otros poderes y por las fuerzas de la globalización”.
Pero la última vez en que un sector importante de los Estados Unidos se pronunció por un reatrincheramiento de su país fue luego de la Primera Guerra Mundial, cuando los Estados Unidos se abstuvieron de participar en la Sociedad de las Naciones que propusiera el presidente Henry Wilson, promulgaron leyes que favoirecieron la crisis económica de 1929 y por lo menos en algunas opiniones, decidieron “ignorar” el surgimiento de la Alemania Nazi.
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